El artista y profesor de Magisterio en el Campus Viriato, Miguel Elías Sánchez Sánchez, "pintor español con alma japonesa" como lo calificó la crítica japonesa en su exposición en Kanazawa, exhibirá algunos de sus pinturas de Sumi-e en el mes de octubre en el Museo Etnográfico de Castilla y León. En su primera exposición individual en el centro regional ubicado en la capital pretende compartir ocho ejemplos de caligrafías japonesas que ha realizado este verano.

El material que se exhibirá en el espacio lo ha creado en las últimas semanas en su estudio al pueblo zamorano de Uña de Quintana. Allí el único discípulo Occidental del gran maestro japonés Kousei Takenaka ha trazado sus caligrafías en sus inmensos rollos de papel de fibra de bambú y realiza sus pinturas Sumi-e, técnicas que ahora hace doce años.

El artista aprendió este arte tras coincidir con Kousei Takenaka en una demostración magistral de pintura Sumi-e con motivo de la inauguración del Centro Hispano Japonés existente en Salamanca. "Después de verme pintar me propuso "seguir el camino" de la pintura Sumi-e. Todo un mundo se abrió para mí, en lo personal y en lo artístico", explica para añadir: "Fue y aún sigue siendo una verdadera inmersión en las artes tradicionales, su mayor tesoro".

El profesor universitario califica de "fascinante" este aprendizaje que se realiza directamente del maestro por imitación. "Sin libros, el maestro hace y el discípulo imita. Esto requiere mucha paciencia y un esfuerzo enorme para nuestra mentalidad Occidental. Me di cuenta que aquí los estudiantes de Bellas Artes quieren hacer obras originales demasiado deprisa. A diferencia nuestra, ellos no desprecian la copia, al contrario, es un espacio de aprendizaje continuo", remarca Miguel Elías Sánchez Sánchez quien en estos momentos exhibe algunas de sus creaciones en la localidad lusa de Fundão .

Otro paso en su proceso de formación correspondió a impregnarse del pensamiento japonés, "volverme un poco japonés espiritualmente, en mi manera de ser e incluso de vivir", apunta.

El profesor del departamento de Didáctica de la Expresión Musical, Plástica y Corporal en la Escuela Universitaria de Magisterio señala que desde el momento que "uno comienza a prepararse para pintar y comienza a preparar la tinta, uno siente algo especial desde que comienza a frotar la barra de tinta en el tintero de piedra, aprovechando ese ritual, ese gesto repetitivo para silenciarse uno consigo mismo, para prepararse para el acto de pintar". "Uno se abandona, no piensa en nada. Ellos hablan de abandonar el mundo de los mortales para introducirse en el mundo de la pintura. En este estadio uno carga el pincel y toma conciencia de la pesadez y la gravitación universal. Tu cuerpo se convierte uno con tu pincel y lanzas toda tu energía sobre el papel, sobre la tela". Una corriente energética que se plasma en el soporte y que podrán descubrir los zamoranos en unas semanas.