Más de 250 presos, 216 de ellos internos y otros 38 tutorizados, luchan en el arduo camino de la reinserción social y laboral de la mano de Cáritas Diocesana Zamora. El programa, en el que trabajan ocho personas entre contratados y voluntarios, aborda la prevención, reeducación y reinserción para dar respuesta a las necesidades no solo de los reclusos sino de sus familiares.

Los usuarios del programa son siempre mayores de edad en varias fases del proceso de reclusión, es decir, desde los que cumplen penas privativas de libertad en régimen cerrado y abierto como los que se encuentra en libertad condicional.

El programa trabaja a través de entrevistas individuales, talleres y dinámicas grupales para transmitir a los presos la motivación necesaria para que el interno inicie un proceso de transformación de cara a su futura integración social. No obstante, el programa también trabaja en el exterior con acciones para favorecer la inserción de la persona, mejorar la autoestima y aquellas tareas que puedan favorecer la incorporación laboral.

El objetivo del programa diocesano gira en torno a la creación de espacios que promuevan la adquisición de hábitos, actitudes y aptitudes que contribuyan a mejorar la convivencia del preso tanto dentro de la cárcel con sus homólogos como, sobre todo, dentro del centro penitenciario. Se trata, en definitiva, de adquirir herramientas que sirvan de base para la reinserción social de los presos, con edades de todo tipo. Cáritas Diocesana aspira a servir de puente entre la prisión y la sociedad para evitar los traumas del cambio sin olvidar los lazos familiares, de ahí que los técnicos de cárcel trabajen a menudo con parejas, padres, hijos y hermanos de los recluidos para favorecer las relaciones entre ellos.

El programa ha crecido en el último año en medio centenar de personas más hasta el punto de pasar de los 166 reclusos y exreclusos de 2015 a los 216 computados durante el último ejercicio, según Cáritas Zamora.