"Cada vez que voy a Pamplona me planteo que no merece la pena, porque realmente te juegas la vida. Sin embargo, el subidón que experimentas durante varios segundos te crea una adicción, una necesidad de repetir para que la siguiente carrera sea mejor". Quizá no se pueda explicar con mayor sencillez el binomio "peligro-emoción" que va aparejado a las fiestas de San Fermín que esta noche culminan con el tradicional canto del "Pobre de mí" frente al Consistorio de la ciudad.

Son palabras del zamorano Luis Miguel Mezquita, que acude de forma reiterada a los Sanfermines desde 2001 y que el pasado fin de semana -las obligaciones laborales impiden disfrutar de los ocho días de fiesta- volvió a cumplir su sueño en la carrera: estar cerca del toro. "Tocar el toro es el premio, es lo que te permite disfrutar un poco", sentencia.

Una misión cada vez más imposible. "Hace años, los corredores se retiraban con una cierta edad. Ahora es costumbre que los mejores tengan entre cuarenta y cincuenta años. La propia competición entre compañeros hace que sea cada vez más difícil ponerse delante del toro". La reflexión llega ya en frío, cuando Mezquita observa los encierros por televisión. Allá es muy diferente, una locura, una auténtica selva.

Todo en torno al toro (y el propio toro) es un peligro. De entrada, porque un pinchazo del animal o la posibilidad de que los cabestros lleven por delante a los participantes es la principal amenaza. Después, por la emoción y el pánico que se respira en la propia carrera. "Las calles del circuito son muy estrechas, más de lo que parece en televisión, sobre todo Estafeta. El toro tiene que pasar cerca de la gente y el peligro es total por el miedo que se respira: te empujan, te agarran?". El aficionado zamorano lo define como la reacción de la persona que se está ahogando. "Es el instinto de supervivencia: la gente se te sube encima, te agarran de la camiseta, del brazo, del cuello. Es el pánico y la reacción por intentar salvarse como se pueda", detalla.

Los Sanfermines son toros, pero también fiesta, alcohol y polémica. Según narra Luis Miguel Mezquita, la aparición en escena de extranjeros que acuden de empalmada a las carreras no es un mito. "Vienen a España porque creen que aquí vale todo, disfrutan de la fiesta al máximo y luego quieren estar ahí dentro", narra. Y ese es uno de los principales peligros, porque la organización no puede controlar todo lo que ocurre ni si todos los corredores acceden en condiciones. "Su gran objetivo es llevarse la foto o el vídeo en la carrera", añade.

Caso más espinoso aún es el de las agresiones a mujeres que, desafortunadamente, se ha popularizado en los últimos años. "Hay mucha publicidad en autobuses y taxis contra las agresiones. En algunos casos, hay mujeres que han denunciado que se han aprovechado la avalancha de gente de la fiesta para realizar tocamientos. Pero es difícil verlo y luego demostrarlo", aclara el zamorano.

Más allá de estas realidades, la fiesta de San Fermín goza de una excelente salud. Y eso que los pamploneses reaccionan de manera dispar ante la celebración. "He conocido corredores que aguardan todo el año para los Sanfermines y otros que se van de Pamplona durante esos días porque no soportan la aglomeración de gente", asegura Mezquita.

El corredor zamorano, por su parte, ha vuelto a disfrutar este año de estar ahí, junto al toro, con todo lo que implica. Mejor el sábado y el domingo que el lunes, porque los encierros son imprevisibles. Y no tantos días como le hubiera gustado. Pero este 2017, a unas horas de que suene el Pobre de mí, un zamorano ha dejado huella en las fotos y en los vídeos. Aunque fuera con su inseparable camiseta de Japón.