"Gerineldo, Gerineldo, paje del rey más querido, quién te tuviera esta noche en mi jardín florecido". Es una estrofa del romance de "Gerineldo y la infanta", una de las muchas que todavía recuerda y recita Teresa Ortiz, la mujer más longeva de la capital que cumplió ayer 108 años. Lo hizo rodeada de sus compañeros de residencia, en el centro de mayores Niño Jesús de la capital, y de varias generaciones de familiares.

Sopla las velas -tres, una por cifra hasta componer el largo 108- con un vigor envidiable, el mismo que ha presidido su carácter durante su más de un siglo de vida. "Ha sido siempre una mujer muy temperamental y con genio, pero muy buena madre para todos nosotros", reconoce su hija, Pilar Hernández.

Teresa Ortiz nació en el barrio zamorano de La Alberca en el seno de una familia de labradores y se casó "muy enamorada a los 18 años", cuenta su descendiente. Tuvo cuatro hijos y vio morir a dos de ellos, lo mismo que ocurrió con su marido, que falleció muy joven, con 50 años. "Tuvimos una infancia y una adolescencia muy felices", cuenta su hija mientras mira a su madre. Reconoce que el secreto de una vida tan longeva está en que "siempre se ha cuidado mucho en todos los sentidos, mi padre no la dejaba apenas trabajar porque era un hombre muy bueno y la tenía en palmitas", rememora. Sin embargo, "cuando me dicen que me voy a parecer a mi madre y vivir tanto... ¡yo esta vida no la quiero, es muy triste!", asume, a sus 86 años.

La memoria le falla y a menudo no reconoce bien a sus familiares y cuidadores. Tampoco escucha bien y apenas puede andar, pero conserva un estado de salud bueno en general. En sus momentos de plena lucidez, todavía pide "que me lleven a mi casa", después de casi ocho años en la residencia del Niño Jesús.

Sus ojos han visto nacer y crecer a cuatro hijos, siete nietos, cuatro biznietos y una tataranieta. De ella "hemos aprendido el cuidado a la hora de hacer las cosas y utilizar la inteligencia para todo porque ella tenía una cabeza sobresaliente, muy exigente a la hora de llevar la casa".

Cuatro generaciones -y una quinta ya en marcha- "muy unidas" en torno a la figura materna cuyos 108 años son un auténtico ejemplo de vitalidad, fortaleza y una naturaleza de las que ya no quedan.