La XXV Muestra de Folklore de Zamora ofreció anoche un merecido homenaje a María Domínguez Matellanes "Maruja Piñeiro", de Robledo de Sanabria, depositaria del cante y el baile tradicional de la comarca de Sanabria. Acompañada de su yerno, Pedro Prada, y de su nieta, Noelia Prada, Maruja recibió el cariño del público y de la organización, y hasta se arrancó a cantar y a tocar la pandereta, arte que domina como nadie a sus 86 años. El reconocimiento tuvo lugar tras la actuación del grupo salmantino Zaragata y justo antes de que el aula de Folklore La Morana cerrara la velada musical en la plaza de la Catedral.

Pero la protagonista fue Maruja. Con una losa, roca de pizarra, fabricó su primer instrumento de percusión a falta de una pandereta y se pasaba largos ratos en el campo tocando en las pizarras. "Las losas -piedra con la que se cubrían tejados y se fabricaban dinteles de puertas, marcos y suelos para los balcones- son de aquí, había canteras de losa y todavía hay. Había mucha gente en trabajando. Toda la pizarra que hay en las casas es de aquí". De niña hacía primero "las cosas que me mandaba mi madre, una cuarta de punto, torcer lana. Ibas con las ovejas o las vacas y te mandaban labor para hacer, no como ahora, que las niñas de ahora...". Era la mayor de cinco hermanos y le tocó ir a la "vela" del ganado. "Aprendí así, dale que te pego y pego que te dale".

Relata que "fui poco al colegio, y con lo poco que fui llegué a la raíz cuadrada". Las mismas losas que le servían de pandereta, le sirvieron de pizarra para hacer deberes "buscábamos unos pizarrines que no rayaran". En estas faenas infantiles estaba su amiga Teresa, un constante recuerdo para María.

Aprendió a cantar de oído "lástima que ahora no fuera lo joven que era entonces que tenía mucha memoria y mucho para todo". Por la singularidad de su voz era la solista en la misa de ángeles y en la misa de Pío XII "y eso que estuve muy poco en el pueblo".

Con 16 años se fue a Barcelona a trabajar en una casa "se fue la amiga que tenía aquí, Teresa, porque su madre se quedó viuda con cuatro hijos y se marchó a servir a Barcelona para mandar una ayuda porque entonces aquí no había. Todo era cosa del campo, de vender un ternero, un marrano. A Teresa y sus hermanos los criaron los abuelos en Robledo".

La mocedad cantaba pero "mi madre, María Angela, cantaba muchísimo. Había cuatro o cinco mujeres que cantaban en la iglesia y sabían las canciones de antes. Así fui aprendiendo". De moza, las fiestas eran para bailar y tocar como en San Juan, San Bartolo o en la Purísima. Aprendió a tocar jotas, rondas, corridos, las habas. Ninguna se le resistía, ninguna es difícil, ni mejor ni peor "de que aprendí todo me venía bien". María no tiene ninguna preferencia porque le gusta todo el folklore, pero reconoce que el Corrido sanabrés y las Habas se oyen poco. María se arranca "Para bailar bien las habas, tres cosas hay que tener/saber cantar, bailar y también ser sanabrés/ Tres cosas hay que tener para cantar bien Las Habas/ que son corrido, son jota y también chaconeadas, no taconeadas".

En Barcelona permaneció 15 años, primero sirviendo en una casa y luego en una tocinería situada en el Mercado de la Boquería. María tenía familia en Barcelona, por eso su madre la dejó ir a la Ciudad Condal. Volvió a Robledo, un otoño, y allí conoció a Juan, "Juanito", con el que se casó tras 8 años de noviazgo. Tras cumplir destino en Barcelona pudo trasladarse a Zamora, más cerca de Robledo. Su marido también era tamborilero y Julio Prada, de Ungilde, era el gaitero con el que más cantó.

Los componentes de Bajo Duero, del Consorcio de Fomento Musical, Pablo Madrid, Alberto Jambrina, José Manuel Matellán y un joven José Luis Gutiérrez, "Guti", figuran entre sus aprendices. Con el Consorcio se grabaron algunas de las canciones más representativas de Robledo que engrosan la fonoteca de Castilla y León. "Venían a Robledo y subíamos a las Eras o a Las Llamas y les enseñaba. En aquella época tenía mucho trabajo, cuidar de mi madre, ayudar en el campo". Pupilas en el pueblo no le han faltado para recoger el testigo, sin salir de casa, ha enseñado a sus propias hijas, Marisa y Marga, y su nieta Noelia, y hasta a su yerno Pedro.