Los polos apenas tienen secretos para ella. La zamorana Lara F. Pérez Miguel, doctora en Ciencias de Tierra por la Universidad de Granada -tras licenciarse en Ciencias del Mar por la Universidad de Vigo- ha tenido la suerte de disfrutar de expediciones a la Antártida y al Ártico, incluyendo el Polo Norte. Y todo gracias a su trayectoria como investigadora, que le ha llevado a desarrollar su carrera en lugares tan diversos como Edimburgo, Trieste, Buenos Aires o Londres. "He estado trabajando en esas ciudades entre dos y seis meses en cada una y me encantó la experiencia. He podido adquirir conocimientos e intercambiar información con los científicos de estos países, lo que me ha ayudado a crecer profesionalmente", valora.

En la actualidad, esta joven de 31 años está inmersa en un proyecto para investigar la evolución del océano Ártico, financiado por un consorcio de centros de investigación geológica daneses, que la tendrá viviendo en Copenhague, de momento, hasta el verano de 2018, cuando acaba este estudio, que encadenó tras participar en otra investigación sobre el margen noreste de Groenlandia, en el marco de un proyecto financiado por la Unión Europea. Ambos estudios los realizó en el Instituto Geológico Nacional de Dinamarca.

"Me dedico a hacer investigación geofísica marina", resume sobre su día a día. "Estudio cómo han evolucionado ciertas zonas oceánicas, cómo se han formado y cambiado a lo largo de la historia del planeta para ser como son ahora y los efectos que tienen sobre estos cambios la circulación oceánica global y el clima", añade. Experta en márgenes polares, ya que sus áreas de investigación se centran en la Antártida, Groenlandia y el océano Ártico, explica que estos lugares no siempre estuvieron cubiertos por hielo. "Gran parte de la evolución de estas zonas está relacionada con las masas de hielo y las glaciaciones, lo que es de gran interés para los estudios actuales de cambio climático, ya que debemos conocer la evolución en el pasado para predecir el futuro del planeta", apunta.

A pesar de haber desarrollado su carrera en diferentes puntos del mundo, reconoce que Dinamarca "es diferente al resto de Europa" y destaca la actitud positiva de los habitantes de Copenhague. "No me esperaba que fueran tan amistosos. La ciudad es muy bonita y activa y siempre hay gente por la calle y algo que hacer. Organizan muchas actividades culturales de tiempo libre, sobre todo en primavera y verano", comenta. Unas estaciones que, por el contrario, poco tienen que ver con las españolas. "Aparte de mi familia y amigos, echo de menos el sol y el calor. Esos tres largos meses de verano en Zamora no ocurren aquí. Hace bueno apenas unas semanas. Es verdad que la primavera es impresionante y la ciudad nevada en invierno es una maravilla, pero echo de menos nuestros veranos", compara.

El idioma es lo que más le cuesta de su vida allí. "A pesar de que todo el mundo habla inglés perfectamente, les encanta hablar danés y no es un lenguaje fácil", subraya. Pero, empeñada en mejorar, acude a clase siete horas a la semana, a las que hay que añadir el intenso horario en la oficina, aunque señala que "hay bastante tiempo para la vida privada", agradece.

Se siente perfectamente acoplada a esta nueva vida en el frío norte. "El mundo de la investigación es bastante internacional, con lo cual la gente que me rodea está acostumbrada a extranjeros. Algo que también me gusta mucho a nivel profesional y personal es que en el departamento la gente se lleva muy bien, somos unas treinta personas y se suelen hacer muchas cosas juntos. Se organizan actividades que van desde salir a cenar o ir a jugar a los bolos hasta irse a hacer senderismo un fin de semana", relata.

"Ha sido un gran cambio del hemisferio sur al norte respecto a mi investigación. Es muy interesante y requiere un gran esfuerzo en adquirir nuevos conocimientos, pero también agradezco mucho la libertad y el poder sugerir ideas y proyectos", valora. De hecho, junto a su trabajo actual, también colabora en la investigación en Groenlandia y con el grupo español SCAN en la investigación antártica. Además, colaboro en un proyecto de correlación tierra-mar en el Mediterráneo, liderado por la Universidad de Granada", añade.

Con este gran bagaje en su currículo, reconoce que la salida al extranjero de un investigador español "es la mejor opción", al menos para los jóvenes. "En mi caso, tras dos años de post-doc, he conseguido que me financien mi propio proyecto, algo que en España dudo que fuera posible. Además es conveniente salir y ver cómo se trabaja en otros países, aprender, quedarse con lo que da mejores resultados y ver otras formas de trabajar o de conciliar el trabajo con la vida privada", aconseja para finalizar.