La involucración de Martínez Marín en el nuevo modelo de territorios inteligentes lleva al coordinador de nacional del programa en la Secretaría de Estado para la Sociedad de la Información a trabajar duro y con ilusión por una transformación paulatina que haga un mundo más fácil para todos, con mayor calidad de vida y la involucración de todas las partes: administraciones y sociedad.

-¿Qué es una ciudad inteligente?

-Se trata de aplicar la tecnología para que los servicios de las ciudades se presten de forma más eficiente. Hacer con menos economía más cosas y, además, orientarnos siempre a la resolución de los problemas y no al mero ejercicio de las competencias.

-¿Cómo trasladar ese modelo de ciudad inteligente al ámbito rural de una provincia como Zamora?

-No se trata de trasladar nada, sino de reconocer las singularidades de los territorios. El viejo paradigma es "usted me dice qué le pasa, yo le escucho y me pide audiencia para rellenar una de las casillas sin hablar mucho más". Sin embargo, el nuevo paradigma va orientado a garantizar los derechos de las personas allá donde han decidido vivir libremente, ya sea un pueblo, una gran ciudad o una pequeña aldea. Hay que reconocer los derechos de la gente y hacerlos efectivos. Los principios son elementales y sencillos. Lo que hay que hacer es trabajar para que ese principio se lleve a buen término.

-¿El término Smart City queda ya anticuado en cuanto que no son solo las ciudades las destinatarias, también pueblos como los de Zamora?

-En absoluto. Tendemos a sustituir unos conceptos por otros al creer que están gastados pero para nada está anticuado. Lo que hacen las ciudades inteligentes es primar el conocimiento de los problemas de la gente y el reconocimiento de sus derechos con el objetivo de organizar la administración para que esas personas vean satisfechos sus derechos. Eso es tan viejo como Javier de Burgos, que decía "vamos a hacer una administración que esté presente por igual en todo el territorio y todo el mundo sienta cerca a la administración". Es el principio de sentir por igual que hay algo en nuestras vidas que regula, nos protege y articula nuestra idea de comunidad, con las razonables dificultades de acomodación a la realidad.

-En Zamora capital se proyectó el plan SmartZa orientado a la eficiencia energética, una iniciativa que aún sigue en ciernes. ¿Una ciudad inteligente es necesariamente una ciudad sostenible?

-Todo va de la mano. De todos modos, hay una cosa que tiene que quedar clara: el planteamiento tradicional es concebir todo por verticales y eso es un error. Aquí hacemos más que maximizar la energía o el agua... eso, en realidad, son proyecciones de las capacidades y obligaciones que tiene la administración. Los humanos tenemos la costumbre de beber agua, regar, generar residuos... y lo que hay que hacer desde la administración es organizar las competencias para satisfacer las cosas que pasan. Es el sistema el que tiene que adaptarse a mis problemas y no los problemas a la forma en la que ellos lo han organizado. En los territorios inteligentes todo está coordinado para resolver problemas públicos y ante un problema hay que reconocer su singularidad. Los dos errores fundamentales de estas políticas son el eficientismo y la concepción de que todo lo que me pasa tiene que estar en una casilla que ha escrito antes la administración. Lo que hace una ciudad inteligente es crear una plataforma de ciudad y articularse en torno a ella.

-¿Le falta a Zamora un diagnóstico?

-Desde luego que en el diagnóstico está la clave y el inicio de todo. Si yo no sé lo que pasa... pues imaginármelo, pero no tendrá ninguna base. Los problemas públicos no existen si no se definen. Hay miles de situaciones que todos asumimos que existen, pero solo algunas deben de ser objeto de atención. Lo peor es no pensar, dejarse llevar por la inercia, como ese soldado que sigue haciendo guardia porque alguien le puso ahí tiempo atrás y allí sigue aunque ya no tenga sentido, sin saber por qué. Ese tipo de cosas pasan muchas veces en la administración.

-¿Qué requisitos necesita la provincia para afrontar es proceso de transformación cuando hay pueblos que ni siquiera tienen acceso a Internet?

-Para ser un territorio inteligente hacen falta infraestructuras, no solo tecnología o telecomunicaciones. También requiere un gestor y unas instituciones que sean capaces de interpretar problemas y resolverlos con capacidad y, por otra parte, proyectos de futuro. En este momento nos encontramos en una fase muy avanzada con un grupo de trabajo formado por cuatro comunidades autónomas (Castilla y León, Andalucía, Cantabria y La Rioja) además de los Grupos de Acción Local de Castilla y León y Andalucía, sumados a un montón de colegios profesionales. El equipo avanza en diagnosticar el problema de sitios como Zamora y qué condiciones deberían darse para que los territorios inteligentes funcionen. De aquí a noviembre habrá un esquema de intervención para resolver esta situación. Y digo "se resuelve" consciente de que nunca un problema se soluciona del todo.

-La tecnología, por sí misma, no resuelve nada pero, ¿cómo luchar contra la brecha digital que tanto perjudica al medio rural en pleno siglo XXI?

-Por supuesto que la tecnología por sí misma no resuelve nada. Eso se llama solucionismo y solo las personas muy ignorantes pueden decir eso. Ningún problema se resuelve al completo porque dígame usted qué sociedades en el mundo han solventado la violencia o los robos... sin embargo, han mejorado la convivencia y planteado evoluciones muy importantes. Ésa es la idea. No es un problema solo de tecnología, sino de abrir un cambio con respecto al mundo rural, en sus relaciones, en reconocer la singularidad de los pueblos con personas específicas y problemas específicas a los que se les debe dar respuestas específicas.

-¿Cómo monetizar esos territorios inteligentes?

-Ése es el segundo reto. Poner en valor los alimentos, el agua, el aire, los paisajes, la biodiversidad de las especies de territorios como Zamora, la caza... todo eso hay que respetarlo. Hay países donde ya se han hecho algunas indicaciones, por ejemplo, la fiesta de la vendimia que se celebra en Francia bebiendo ese año el vino joven de la cosecha como algo que les pertenece. En la normativa que estamo s preparando hemos incluido también que la lonja agropecuaria y a los productores locales para que tengan un trato singular y que formen parte también de los destinos turísticos. Tenemos que integrar el campo en nuestras relaciones afectivas y no vivir de espaldas a él para saber de dónde vienen las cosas. La tecnología debe de facilitar el mejor ejercicio de los derechos para que las instituciones puedan ejercer mejor sus funciones institucionales de garantizar los derechos de las personas. Hay que reconocer su valor y su singularidad, así como sentir al medio rural como algo que forma parte de nosotros mismos.