Oculto en el fondo del baúl de la ropa de domingo un machete de los que participaron en la Guerra de Cuba ha llegado a nuestros días sin que ni siquiera las requisas falangistas lograran desbaratarlo. Es el que el cronista oficial de la ciudad, el nonagenario Herminio Ramos, entregó ayer al subdelegado de Defensa de Zamora, el coronel José Andrés Cuéllar Izquierdo, para que lo remita al Museo del Ejército en Madrid, que ha dado ya el visto bueno a la donación, a la espera de un mayor estudio de la pieza para ver si encaja dentro de la colección de artes guerreras más importantes del país.

En un sencillo acto celebrado en la Subdelegación de Defensa Herminio Ramos entregó el machete y firmó los documentos necesarios para que la donación se cerrara con todas las bendiciones legales.

Y acto seguido Herminio Ramos contó cómo el arma pertenecía a su padre. Eran los años de la primera década del siglo XX proclives a la emigración y en pueblos como La Tuda marchan la mitad de las familias hacia Argentina, Méjico y Cuba. El tío Nicanor marcha para allá y se lleva a los sobrinos, entre ellos el padre de Herminio Ramos. Aunque el destino inicial era Cuba, encuentran problemas y continúan hasta Méjico, donde entra a trabajar en el Distrito Federal en una tienda que regentan dos benaventanos. Allí el padre de Herminio Ramos se coloca de viajante "con dos mulas, un caballo, dos indios, dos revólveres Smith Wesson" y el machete, que procedía de la Guerra de Cuba. El armamento era casi como una parte más del vestuario para quienes recorrían el país.

Regresado a España, el protagonista de la historia se casa y poco después viene al mundo Herminio Ramos, que ya de mozo recuerda haber guardado el único revolver que quedaba por entonces, luego también desaparecido, y el machete, arma que no se llegan a llevar los falangistas porque no la encuentran en el registro de la casa. Allí ha estado hasta ayer, cuando regresó al Ejército.