Portar agua con la cabeza como principal soporte, edificar pequeñas construcciones de adobe, descubrir la importancia de la educación, regar la producción de platas y hortalizas o preparar el pan de manera artesanal son solo algunas de las actividades que medio centenar de niños zamoranos de tres a trece años han descubierto gracias a una campaña de sensibilización coordinada por Cruz Roja en la granja escuela "El Trillo", en la carretera de Villaralbo.

La iniciativa cultural y de ocio está enmarcada en el proyecto de desarrollo de la mujer rural en la población masái de un distrito de Tanzania, un programa financiado por la Junta de Castilla y León. Los más pequeños, acompañados de algunos de sus padres, se pusieron en la piel de un masái para descubrir cómo vive un aborigen de la tribu africana y las diferencias culturales y sociales entre los territorios.

Hábitos en el día a día

La experiencia ha sido todo un reto para Cruz Roja y sus participantes. "Han aprendido la importancia del agua en el día a día para la higiene, para la alimentación y para la atención de los animales pero, además, les hemos enseñado a transportar el agua unos pocos metros para que comprobaran las dificultades de este traslado tan rudimentario con el que en Tanzania los niños recorren kilómetros", explica Silvia Montalvo, responsable de cooperación de Cruz Roja. Además, "han conocido cómo cocinan las mujeres allí, con fuego, y han descubierto que el trueque es la principal vía de comercialización".

Durante la jornada, los pequeños han vivido una jornada como auténticos masáis y para ello "realizamos talleres de ganadería en los que les dieron de comer a las cabras y las vacas, los animales que tienen en los poblados de la zona". Tampoco olvidaron la música, una parte fundamental de la cultura masái para cantar a la naturaleza en uno de sus idiomas, el suajili. Su religión, animista, es de respeto máximo al medio ambiente como parte de su vida en el día a día, ya que es la que les proporciona su subsistencia.

Los niños zamoranos -la mitad de ellos, procedentes de los programas de Cruz Roja- se convirtieron tras la jornada en la granja escuela zamorana en verdaderos conocedores -teóricos, pero también prácticos- de la cultura masái. El pueblo guerrero, que vivía de la depredación antes de la colonización, está formado por pastores nómadas hombres alrededor de cuya ganadería gira la riqueza económica de la tribu. Las mujeres, en cambio, se dedican a la construcción de chozas y al mantenimiento de los poblados.