La colección de portadas históricas llega a su tercera entrega con una noticia que supuso la conmoción y el luto para la ciudad: la muerte, en febrero de 1914, del obispo Luis Felipe Ortiz y Gutiérrez, cuyo pontificado es uno de los más señalados por sus numerosas iniciativas tanto desde el punto de vista religioso como social.

En la portada, que se entrega gratis, mañana, con el ejemplar de LA OPINIÓN-EL CORREO bajo el patrocinio de Red Eléctrica Española, se recoge una de las últimas fotografías del obispo y se describen sus últimas horas, así como los preparativos para su entierro en la Catedral.

Luis Felipe Ortiz, nacido en un pueblo de la provincia de Santander, había llegado a Zamora con 58 años en 1893 para suceder a Tomás Belestá, otro de los obispos que dejaron marcada huella en la diócesis. Previamente, había desarrollado cargos de responsabilidad en Sevilla, León, Valladolid y Coria (Cáceres), cuyo sillón episcopal abandonó para acudir a Zamora.

La diócesis zamorana se consideraba de mayor categoría y, además, existieron razones de carácter personal, ya que el prelado poseía una salud delicada y buscó en Zamora un clima que aliviara alguno de sus males. Doctor en Teología, culto, dotado para la oratoria y, por tanto excelente predicador, durante su etapa al frente de la diócesis promovió numerosas acciones destinadas a promover la fe católica en una época difícil para la Iglesia durante la Restauración monárquica mediante el impulso de las catequesis y la formación del clero. Reclamó al Gobierno el cumplimiento de sus obligaciones financiera e, incluso, sin apoyo, dejó una buena nómina de obras de mejora en los templos de la diócesis.

También se mostró combativo en el ámbito social con el apoyo a la creación de las cajas rurales impulsada por Luis Chaves Arias, fundador de EL CORREO DE ZAMORA. También suscribió la creación de los sindicatos agrarios y el Consejo Diocesano de Acción Social Católica.

Alentó como autoridad zamorana proyectos como el primer salto del Duero que llevaría a constituir la sociedad de El Porvenir y se convirtió en arduo defensor de la conexión por ferrocarril de la línea Zamora-Orense. Llegó a ser designado senador del Reino en 1898 como representante diocesano, cargo en el que se mantuvo un año. A pesar de esa incesante actividad, la salud de Luis Felipe Ortiz continuaba resintiéndose de su debilidad física y también de la propensión a padecer depresiones.

Pocos días antes de su muerte, lo que parecía ser un simple catarro derivó en una pulmonía para la que ya no hubo remedio. Todo el proceso, así como el peregrinar de autoridades durante las últimas horas del obispo son recogidas en la portada de EL CORREO correspondiente al lunes 9 de febrero de 1914. La crónica cuenta cómo, pocas horas antes de su muerte, "notoriamente emocionado, pero con gran energía, dijo que iba a dirigir por última vez la palabra y bendecir a sus diocesanos. Ponderó la importancia del acto que se realizaba por ser preparación del viaje a la eternidad". Falleció, según el diario, "a las cuatro menos cuarto" de la madrugada. Fue amortajado con sotana morada y dispuesto el velatorio en la Catedral, donde el cadáver embalsamado fue expuesto durante dos días. Por expreso deseo fue enterrado "al pie de la grada altar de Nuestra Señora de la Majestad, camino de la Sacristía de la Santa Iglesia Catedral".