Manuel Ventero, director de Comunicación y Relaciones Institucionales de RTVE, analizó ayer en el foro del periódico los discursos de Juan Carlos I, "el primer rey democrático de la historia de España".

-¿Qué características tenían los discursos de Juan Carlos I?

-Fue el "motor" de la Transición, pilotó el cambio y prescindió del "poder absoluto" que heredó de Franco, su antecesor. Limitó su potestas consciente de que era condición sine qua non para facilitar la implantación de un régimen democrático. Este elemento es decisivo para entender la tarea histórica de don Juan Carlos y su singularísimo reinado. Sus discursos abordaron durante casi cuatro décadas asuntos muy diversos, pero la unidad de la patria y de los españoles fue el vector principal de su relato. Nada extraño, dada la historia que nos precedía y consecuencia también del mandato constitucional. No en vano, "el rey es el jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia", como se apunta en el artículo 56 de la Constitución Española.

-¿Sus discursos más esperados eran los de Navidad?

-Son los mensajes más esperados porque son percibidos por la ciudadanía como los más libres de cuantos pronuncia el monarca a lo largo del año. Ocurrió con don Juan Carlos y sucede con don Felipe. Se trata de un momento idóneo para "entrar" en la casa de los españoles y hacer balance del año. Pero también la ocasión para canalizar mensajes políticos. Así se ha venido haciendo desde 1975, con efectos evidentes. Recuerdan en buena medida las célebres charlas junto a la chimenea iniciadas por el presidente Franklin Roosevelt allá por los años 30.

-¿También podrían ser los más complicados por el numeroso público potencial que tenía y ser la única oportunidad de dirigirse a toda la nación?

-Es la oportunidad para dirigirse directamente a la nación, sin intermediario visible alguno, y digo "visible" porque debe tenerse presente siempre, explícitamente o no, el refrendo del Ejecutivo. El rey aprovecha así la oportunidad para lanzar sus mensajes, más o menos coincidentes con la tarea de Gobierno, pero siempre "de Estado".

-En sus discursos, ¿se permitía traslucir algo de su personalidad o tenían que ser más asépticos, teniendo en cuenta su posición de rey?

-El rey hace política "de Estado". Es la que corresponde a un rey parlamentario, la única versión de la monarquía compatible con la democracia. Debemos tener presente que su poder es limitado y simbólico, pero su función es crucial, no en vano es el jefe del Estado. Decía Jiménez de Parga que "el rey no gobierna, pero reina".

-¿Por eso pudo quizá sorprender tanto con aquel famoso "por qué no te callas" en aquella cumbre contra Hugo Chávez?

-Fue un exceso que sólo el rey Juan Carlos se podía permitir. Pero da idea de su autoritas, del reconocimiento y del afecto que le profesaba la comunidad iberoamericana.

-¿Eso le ayudó a su imagen o pudo ser un punto y aparte?

-Creo que ni una cosa ni otra. Pudo desencadenarse, bien es cierto, una crisis considerable, pero defendió a su presidente de Gobierno y acalló la falta de compostura del presidente Chaves. Su prestigio, el de don Juan Carlos, claro está, le permitió salir airoso.

-¿Fue su discurso más difícil, aunque fuera breve, en el que al salir del hospital pidió perdón por su viaje a Botsuana?

-Lo cierto es que, en el vestíbulo de un hospital, apoyado sobre dos muletas, lejos de palacio y de cualquier otro escenario institucional, don Juan Carlos pronunció aquel día de abril de 2012 el discurso más breve del reinado: "Lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir". Fueron tan sólo once palabras cargadas de significado que contenían, desde una emocionada petición de disculpas a un evidente propósito de enmienda, pasando por un reconocimiento público del error cometido. A la luz de las encuestas, renovó su confianza con el pueblo español, que aceptó mayoritariamente las disculpas y creyó, una vez más, en su palabra y en su compromiso. Creo que el pueblo español hizo uso de su memoria y perdonó al hombre, pero advirtió al rey.

-¿Hay diferencia con los que ahora ofrece su hijo?

-Coinciden irremediablemente en su planteamiento formal, pero son personas muy diferentes. También son diversos los contextos y las dificultades que aborda cada cual. Felipe VI ha ensayado ya otras puestas en escena, repletas de significado, como el Palacio Real en su discurso de 2015, escenario de máxima solemnidad que nunca utilizó su padre.

-¿Qué características tienen los de Felipe VI, se nota que es un rey más joven o debe tener una línea tan institucional?

-Se nota que es un rey de su tiempo y también su más que sólida formación. Es un gran embajador y, hoy por hoy, un gran rey.

-¿La reina Letizia tiene más presencia que la que tuviera doña Sofía, ha habido cambios sustanciales en ese terreno?

-Ciertamente, la visibilidad de doña Letizia es muy superior a la de doña Sofía. La gestión de comunicación de la Casa Real ha cambiado y camina al compás de otras monarquías europeas y de los nuevos usos sociales. El papel de doña Letizia es muy activo y su influencia también. Conoce perfectamente el funcionamiento de los medios.

-¿Cómo recibe el espectador este tipo de discursos? ¿Se piensa en ellos cuando se elaboran?

-Se piensa en el espectador y también en los destinatarios puntuales de cada mensaje. Conviene tener presente que sus discursos son actos siempre autorizados por el Gobierno. Por esa razón están siempre estudiados y validados por el Ejecutivo. Nada se improvisa a esas alturas.

-¿Se tiene una buena imagen de la monarquía en España, es una institución que se mantiene?

-La institución ha estado en general muy bien considerada por la sociedad y la utilidad de la institución durante estas décadas es evidente, pero España no es un país monárquico. Don Juan Carlos y don Felipe son los primeros reyes democráticos de la historia de España y su balance, hoy por hoy, es más que satisfactorio.