El Teatro Ramos Carrión se quedó ayer pequeño para albergar la conferencia de César Bona. Este maestro y licenciado en Filología Inglesa llena todos los recintos a los que acude a impartir sus charlas, desde que fue nominado en 2004 al Global Teacher Prize. Pero, lejos de acostumbrarse, todavía confiesa sentir "la carne de gallina" por ver a tanta gente interesada en la educación. De hecho, él mismo salió a pedir disculpas ayer a todos los que se quedaron fuera y prometió regresar pronto para dar otra conferencia.

-Su charla lleva por título "Escuchar para educar". ¿Es clave atender las necesidades de los niños para forjar un nuevo modelo educativo?

-Escuchar no es solo necesario para un modelo educativo, sino para todos los seres humanos. A todos nos gusta ser escuchados, porque tenemos cosas muy interesantes que decir y además es la única manera de conocer. Escuchar sería el principio para empezar a educar y enseñar.

-¿Qué características debería tener el nuevo modelo educativo?

-No tengo ninguna fórmula y mi opinión es como la de cualquiera de mis compañeros, pero sabemos que hay cosas que funcionaban hace cuarenta años y que funcionarán dentro de otros cuarenta. Hemos hablado de escuchar, pero también se podría hablar de invitar a los chicos y chicas a participar en la escuela y en la sociedad. Para mí, el compromiso social es absolutamente fundamental.

-¿Incluso mientras están siendo educados?

-Siempre decimos que son los adultos del futuro, pero eso no existe. Son habitantes del presente y es ahora cuando tienen que participar y ver que ellos también pueden dar un paso adelante y cambiar las cosas hacia mejor. Se trata de invitarles a mirar por la ventana y que usen mejor el mundo donde viven. Y eso no es ninguna utopía, eso es usar el conocimiento para mejorar la sociedad.

-¿Qué trabas hacen imposible un acuerdo en el modelo educativo que convenza a todos?

-Más que de trabas, diré que es necesario que se valore más lo que se hace aquí. Muchas veces miramos a miles de kilómetros, pero tenemos en España centros de Primaria y Secundaria que están desarrollando experiencias extraordinarias que no se valoran. Parémonos a pensar y reflexionemos que si todo evoluciona -desde las tecnologías hasta las comunicaciones- la educación no debe ser menos. Por ejemplo, me parece absurdo decir que tocar las emociones en la escuela es una moda. Estamos hechos de conocimiento, pero también de emociones y, junto con las habilidades sociales, deberían estar en las escuelas, sin ninguna duda.

-¿Es muy complicado cambiar ese nuevo punto de vista a corto plazo?

-Hay muchos maestros y profesores, pero también alumnos, que quieren ese cambio. Lo que nos ocurre es que queremos educar a nuestros hijos como fuimos educados. Existe un miedo curioso por el qué pasará con el cambio. Cuando en algunas escuelas se están haciendo cosas que a los chicos y chicas les hacen felices, alguien de repente sale con el "sí, pero?" que nos marca tanto y que solo es la proyección de nuestros miedos. "Sí, pero ¿qué pasará con estos chicos en Secundaria, o en la universidad?". Pues que saldrán, de momento, más preparados, no solo con conocimientos, sino también con habilidades sociales que nos hacen tanta falta.

-¿Los políticos son una barrera para este avance cuando quieren imponer su propia ley educativa?

-Lo que ocurre es que las ideologías de los políticos acortan muchas veces la visión. Y se olvidan de que no solo tienen que defender a su partido y a ellos mismos, sino que tienen que dar ideas que sirvan para toda la sociedad. Ahí es donde tienen que tomar perspectiva y ver que sus ideas son válidas, pero las de los otros quizá también lo son. Siempre echo de menos en los políticos que reconozcan que las ideas de otros también sirven. La apertura de mente y aprender de los demás es fundamental, da igual que seas un político o un niño.

-¿Es la del maestro una profesión valorada en la actualidad?

-Sin duda, y además tiene el prestigio que debe tener, porque de lo que hacemos cada día sale todo lo demás, no solo en lo que a otras profesiones se refiere. Salen chicos y chicas que van a actuar de una manera u otra en la vida. Así que, para mí, una buena definición de la escuela sería que es el lugar perfecto para ayudar a las familias a educar a sus hijos. Es clave valorar lo que se hace aquí y a todos nos toca un momento de reflexión para ver hacia dónde nos dirigimos.

-Esta semana participó en Zaragoza en un acto con motivo del Día Internacional Contra el Acoso Escolar. ¿Ha crecido o se le da ahora más visibilidad?

-Nadie puede decir que el darle ahora más importancia al tema del acoso es una moda. Honestamente, no sé si hay más o menos acoso que antes, pero lo que sí que tengo claro es una cosa: un solo caso es suficiente para que esta lucha sea nuestra máxima prioridad. Educar a seres sociales y hacerlo para el respeto es absolutamente prioritario.

-¿Qué está ocurriendo para que se den estos casos y haya tan poca empatía en las aulas?

-No se da en las aulas constantemente, pero un caso es más que suficiente. La violencia, o simplemente una falta de respeto, nunca jamás pueden ser consideradas cosas de críos. Aparte de esto, tenemos que mirar a la sociedad en la que vivimos y de qué valores se carece. Si queremos una sociedad mejor, debemos de empezar en la escuela, sin ninguna duda. Los padres pueden decir a sus hijos que tienen que ser solidarios, pero cuando entran en el aula es como una microsociedad en la que están conviviendo con chicos y chicas venidos de sus casas. Y ahí es también tarea de los maestros educar a los alumnos en sociedad. El conocimiento es muy necesario, y lo recalco, pero también somos seres sociales y deberíamos disponer de herramientas y habilidades en las escuelas para aprender el respeto a uno mismo, el autoconocimiento, el respeto a los demás, al diferente o al medio ambiente.

-¿El profesor es consciente de que su labor va más allá de enseñar materias?

-Es necesario que veamos que la escuela es un lugar abierto, que esos muros que había hace un tiempo quizá hayan dejado de existir, que el diálogo es la llave que abre las relaciones. Precisamente, ahora que llevo dos años viajando he conocido a miles de maestros con ilusión, que están deseando formarse.

-¿Las universidades están preparadas para ello?

-La formación se tiene que dirigir a tres ámbitos: los docentes en activo, la administración, que también debería recibirla -porque si no vamos a caminar siempre por caminos separados- y las universidades. Muchos alumnos de diferentes facultades de España echan de menos precisamente que se les forme para que el día de mañana lleguen al aula a educar seres sociales.

-Todo esto no significa que los padres se desentiendan.

-Una frase que tenemos que olvidar desde ya es que se educa en casa y se enseña en la escuela. Obviamente, sí deben salir los chicos y chicas educados de casa, es fundamental, pero también es esencial que en las escuelas entendamos que tenemos que ayudar a las familias a educar a sus hijos.

-¿Algunos padres delegan demasiado?

-Sí, pero hay otros muchos que no, que tienen un interés en que sus hijos aprendan, pero que a la vez sean respetuosos con los demás. Da igual las carreras que tengas y los idiomas que hables si no sabes respetar a los que tiene s al lado ni el mundo en el que vives.

-¿Qué opina de la campaña contra los deberes que se inició por parte de las asociaciones de padres a comienzo de curso?

- Para mí fue un error. Soy el primero que piensa que los niños tienen muchos deberes y tenemos que replantearnos muchas cosas, pero hay un error en el momento en el que levantas el hacha de guerra y te plantas. El diálogo es muy importante, familias y docentes tenemos que plantearnos que no podemos estar mirando a los niños como un muñeco de cuyos brazos tiramos, uno de cada lado. Así jamás se va a conseguir nada, el ambiente no va a ser el idóneo para que vayan con ganas a la escuela, porque están viviendo ese ambiente en casa y otro diferente en el aula. Trabajar como equipo es la única manera si queremos que los chicos salgan adelante.

-¿Le cambió mucho la vida con la nominación a los Global Teacher Prize en 2014?

-Soy una persona muy tranquila y flexible, es decir, me adapto a las cosas que vienen. Y eso que sucedió, para mí, desde el ese punto de vista, fue un regalo. Me siento afortunado de poder viajar, aprender de otros compañeros, hablar con familias y alumnos y además tener la suerte de poder compartirlo después con otras personas. Y de aprender más que en años trabajando o estudiando. Para mí esto es un privilegio, pero más allá de eso sigo sabiendo de dónde vengo y a dónde voy. Y no será a otro sitio que a un aula, dentro de unos meses, donde seré tremendamente feliz.

-¿Está deseando volver al anonimato de una clase?

-Volveré al aula, de eso tengo una certeza profunda, e intentaré aplicar en ella todas las cosa que he ido aprendiendo, que son muchísimas. Es algo que echo de menos cada día, pero también sé que en la vida hay momentos para todo y ahora mismo toca viajar, aprender de otros compañeros y recopilar muchísima información que luego compartiré. Cuando llegue el momento de volver, seré tan feliz como soy ahora.