Era un sindicalista ilustrado, que se curtió en las colas de tractores cargados de remolacha a la entrada de la azucarera de Toro y aprendió el arte de la negociación en Francia. Usó como nadie la técnica del palo y la zanahoria y consiguió logros para el campo zamorano. También para él, en la cresta de la ola durante una veintena de años. Tanto creció tras la "marcha verde", que acabó en las filas del PP y llevó la voz del campo al Senado. Padre de la patria, José Emilio Aguirre Gutiérrez, falleció ayer a los 70 años en Villaralbo donde vivía. Una larga enfermedad acabó con su vida y con ese espíritu indomable que tanto costó mellar a los políticos. Hoy será oficiada su misa funeral (cuatro de la tarde) en la iglesia de San Torcuato de Zamora capital.

Aguirre lo fue todo en el sindicalismo agrario provincial. Capitalizó una época en que Asaja tuvo tanto o más poder que Coag. Tanta fue su influencia, que acabó controlando la Diputación Provincial. Ese fue el "gran pecado" de Aguirre: su entrada en política y en los despachos con moqueta. El PP lo anuló y consiguió que no cumpliera su gran sueño: constituir un partido agrarista. Acabó en la diáspora con Antolín Martín.

En 2001 anunció su marcha como presidente de Asaja, tras no alcanzar las cotas políticas de las que se creía merecedor y tambalearse la cooperativa Producciones Agrarias, que llegó a presidir. Con su muerte, el campo zamorano pierde a uno de sus máximos valedores. Un hombre que se entregó por una causa justa.