El próximo domingo ofreceremos el testimonio del viaje que el escritor y activo político Ilya Ehrenburg realizó por tierras de Sanabria, concretamente San Martín de Castañeda y Ribadelago, en 1931 y que publicó en su libro “España, República de trabajadores” (1932). En estas páginas recuerda el escritor ruso el viaje que don Miguel de Unamuno había llevado a cabo antes a los mismo lugares, resaltando las estrofas que don Miguel les había dedicado y que nosotros recogimos con otros textos del autor de “San Manuel Bueno, mártir” en nuestro libro dedicado a Zamora en 1976. Cuatro años después, ya iniciada la Guerra Civil, Ehrenburg escribe una durísima carta a don Miguel y que es buen ejemplo de que las aristas como consecuencia de la Guerra ya se habían convertido en grietas abiertas en los cuerpos y en las almas de los españoles y también en todos aquellos que se habían involucrado -y más directamente que lo harán- en los sucesos de una de las épocas más trágicas de la historia de España.

La carta es muy extensa y nosotros reproducimos a continuación solo la parte que se refiere a la estancia de Ehrenburg en Sanabria y que toma como referencia para dirigirse a Unamuno. Esta carta la firmó Ehrenburg en París el día 21 de agosto de 1936 y apareció inmediatamente en el diario “Pravda” de Moscú y después en otras publicaciones. En español se pudo ya leer en la revista “El mono azul” en septiembre de 1936, número 4, pp. 21-24.

Carta de Ilya Ehrenburg a don Miguel de Unamuno

«Don Miguel de Unamuno, profesor de la Universidad de Salamanca, exrevolucionario y ex poeta, colaborador del General Mola.En estos momentos difíciles quiero que hablemos usted y yo, escritor con escritor. No quiero recordarle nuestras entrevistas, que le comprometerían a usted ante los ojos de sus dueños. Sólo nos une el hecho de que ni uno ni otro tenemos en la mano fusil ni pala de sepulturero, sino la pluma de escritor. Usted ha hablado muchas veces con orgullo de nuestra profesión. También yo me enorgullezco de ella. Ya hasta me enorgullezco ahora, cuando leo los renglones escritos por usted. Hace cinco años estuve en el pueblo de Sanabria [sic]. Vi allí campesinos martirizados por el hambre. Comían algarrobas, cortezas. A orillas del lago había un restaurante para turistas. Me enseñaron el libro de firmas de los huéspedes. Usted, Unamuno, había escrito en sus páginas unas líneas sobre la belleza del paisaje circundante. Español que hacía profesión de amor a su pueblo, no supo usted ver más allá de las suaves ondulaciones del agua, del óvalo de las colinas. No vio usted los ojos de las mujeres que apretaban contra su pecho a los hijos medio muertos de hambre.Por entonces escribía usted unos artículos profundamente estéticos en todos los periódicos callejeros de Madrid. Hasta escribió usted un artículo sobre el hambre: cien renglones de investigación filológica acerca de la `palabra “hambre”. Exponía usted minuciosamente cómo el apetito del hombre del Sur no es el apetito del Norte, y cómo el hambre descrita por Hamsun difiere del hambre descrita por Quevedo. Se lavaba usted las manos: no quería estar ni con los hambrientos ni con los les alimentaban con el plomo de las balas. Quería usted ser poeta puro y colaborador de periódicos de gran tirada. Han pasado cinco años. Lo más bajo de España: verdugos, herederos de los inquisidores, carlistas dementes, ladrones como March, han declarado la guerra al pueblo español.En Sanabria cayó en poder de los bandidos en general Caminero, leal al pueblo. Los malaventurados campesinos de Sanabria habían huido al monte. Con armas de caza bajaron contra las ametralladoras. ¿Qué hizo, usted, poeta, enamorado de la tragedia española? De la cartera donde guardaba los honorarios de las elucubraciones poéticas sobre el hambre sacó usted, con la esplendidez de un verdadero hidalgo, cinco mil pesetas para los asesinos del pueblo.”

Erhenburg continúa su larga misiva con reproches y acusaciones durísimos a Don Miguel. Le recuerda la actitud que Antonio Machado, Ortega y Gasset, Gómez de la Serna o Rafael Alberti han tenido ante los acontecimientos recién sucedidos y finaliza, en esa línea, atacando a Unamuno al recordar a uno de los personajes de la literatura más queridos por el que fuera Rector de la Universidad de Salamanca y al que había dedicado páginas y páginas durante toda su vida como pensador y como escritor. Ehrenburg abre la herida y sabe que causa un profundo dolor con ella al calificar a don Miguel de antiQuijote…

«Se parece usted físicamente a Don Quijote y quiso hacer su papel: desterrado, sentado en la Rotonde, encaminaba usted a los chicos españoles a la lucha contra los generales y los jesuitas. Ahora matan a aquellos chicos con balas que permite comprar su dinero. No, no es usted Don Quijote, ni siquiera un sancho Panza; es usted uno de aquellos viejos sin alma, enamorados de sí mismos, que sentados en su castillo veían cómo sus fieles servidores azotaban al malaventurado caballero».