Tiene la historia de Argusino un halo inconfundible, el magnetismo de algo triste, trágico, que no obstante invita a saber más, a conocer qué piensan quienes tuvieron que marcharse del pueblo en septiembre de 1967 cuando las máquinas llegaban para echar abajo sus casas. La romería de mayo, la formación del colectivo "Argusino Vive" y las actividades que ya se desarrollan este medio siglo después están encaminadas a eso: a caminar bajo las aguas del pantano por "la necesidad de regresar" al pueblo fantasma.

Argusino desprende el magnetismo de otras historias asociadas a la desaparición del mundo rural que se encuentran en todos los escaparates de las librerías: desde "La España vacía" de Sergio del Molino a "Los últimos", de Paco Cerdá. Y ayer se demostró en la mesa redonda "Argusino, 50 años después", organizada por el Club de LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA, con intervenciones como la del sociólogo José Manuel del Barrio. "La necesidad del regreso es algo fortísimo, me lo imagino, pero no puedo comprenderlo si no lo vivo", afirma el decano de la Facultad de Sociología de Salamanca. En Argusino no hubo muertes como en Ribadelago, pero también se emplea el término "tragedia" porque los pilares del desarrollo de sus vecinos hace cincuenta años quedaron atrapados bajo las aguas.

El pueblo sayagués "es una metáfora del progreso, sirve para debatir hasta qué punto deben imponerse los intereses generales a los particulares", advierte el sociólogo. El escritor Sergio del Molino habla del "Gran trauma" para referirse a este hecho: cómo el atragantado progreso de la era franquista se llevó por delante las zonas rurales bajo la consigna del inexorable progreso. "El espacio donde uno ha nacido es fundamental para construir la personalidad: el patrimonio, la casa? los lugares en los que has jugado de pequeño y te has divertido", apunta Del Barrio. Todo aquello que desapareció cuando vinieron las máquinas y luego las aguas.

En una línea parecida pero aún más sentimental habló Luis Miguel de Dios, colaborador también de esta casa. "A los vecinos de Argusino les tira aquello, los lugares donde dieron el primer beso, donde marcaron el primer gol?", territorio donde ahora "los perros escarban los huesos" cuando la sequía revierte el nivel de las aguas. De Dios realizó una reflexión personal: "¿Qué hubiera sentido yo si a los 13 años me hubiera quedado sin pueblo?", para añadir después una frase aún más aterradora: "¿Puede alguien regresar a un sitio del que nunca se fue?". De nuevo Luis Miguel de Dios recurrió a citas de autores como Eduardo Galeano, Sergio del Molino y una autoridad en esta materia, el escritor leonés Julio Llamazares, que vivió en primera persona la desaparición de su pueblo, Vegamián, también bajo el agua.

"Experiencia fantástica"

Y sin embargo, tras la nostalgia queda también la alegría por recuperar los años perdidos en un lugar que nunca volverá. Esa mirada, más optimista, correspondió a la gestora cultural Belén Rodríguez, quien habló de la "experiencia fantástica" que está viviendo con los hijos de Argusino en los talleres que se están celebrando y que culminarán el próximo 12 de agosto. Una parte de las actividades han tenido lugar ya en Bermillo de Sayago, iniciativa que se produjo cuando la dinamizadora, que trabajaba en Roelos de Sayago, tuvo conocimiento del nacimiento del colectivo "Argusino Vive". "Trabajan mucho, se mueven un montón y hasta ahora todo han sido facilidades", afirma.

Belén Rodríguez había tenido una experiencia profesional similar en la zona de Monleras, en Salamanca. Más allá del aire lúdico de las actividades, Belén precisa: "Tienen el pueblo en el sentimiento, se sienten maltratados porque quedaron esparcidos. Fue una situación cruel y la compensación económica, muy pequeña. Fue algo muy crudo y lo pasan mal cuando lo recuerdan", añade la gestora cultural.

También intervinieron en la mesa redonda los propios vecinos de Argusino, además de quienes desde el desaparecido pueblo vinieron ayer al foro del periódico porque "necesitaban" regresar bajo las aguas.