Manuel Gómez-Moreno y su mujer Elena Rodríguez pasaron dos largas temporadas en Zamora los años 1903 y 1904 para desarrollar el trabajo de campo que nutriría el primer catálogo monumental. Con medios muy discretos, se alojaron en el hotel El Comercio de la capital y establecieron varios "campamentos base" para acceder, en este caso por separado, a las diferentes comarcas de la provincia. Fue en aquella investigación cuando don Manuel descubrió la iglesia visigoda de San Pedro de la Nave en su emplazamiento original, halló el Bote de Zamora en un relicario de la Catedral, anticipó la magnitud de las ruinas de Castrotorafe o recuperó varios sellos de la ciudad, único vestigio que ilustra el antiguo puente románico, cuyos últimos restos permanecen hoy varados en la orilla izquierda del Duero.

La aventura de hace más de un siglo -cuando empezaron a confeccionarse los catálogos monumentales del país para luchar inútilmente contra la compraventa de bienes artísticos- permitió al matrimonio Gómez-Moreno trabar amistad con autoridades y expertos en arte de la tierra, emocionarse (y contarlo) a cada nuevo descubrimiento y, finalmente, marcar un punto de inflexión en la concepción del patrimonio zamorano. "Zamora tuvo mucha suerte con que fuera Gómez-Moreno el autor del catálogo". Esa es la principal conclusión de un ingente trabajo que los historiadores Josemi Lorenzo y Sergio Pérez Martín -ambos estrechamente ligados a la provincia- han comenzado a desenvolver en un emocionante proyecto: estudiar las cartas de la época en las que don Manuel y su esposa Elena reflejaron sentimientos, valoraciones, datos y reflexiones de todo tipo sobre el arte local o, simplemente, los avatares del proceso de investigación.

Para dar idea del reto al que se enfrentan los historiadores -que compartirán sus primeras impresiones el próximo jueves en el curso Arte en Zamora XII de la Uned que comienza hoy- basta referir que hasta el momento han "vaciado" 1.400 cartas correspondientes a la primera década de 1900 y que el epistolario completo consta de más de 40.000 unidades. El material ha comenzado a digitalizarse en la Fundación Rodríguez Acosta de Granada, institución depositaria del legado del historiador, pero el acceso a los fondos es limitado por la falta de medios del órgano. "Hemos tenido que leer carta por carta, ya que solo existe un índice por años", explica Lorenzo, quien no obstante relata emocionado los primeros resultados de la investigación.

Ya en el momento histórico en que don Manuel y Elena visitan Zamora la preocupación por el destino del patrimonio local es máxima. Los historiadores refieren la inquietud de Gómez-Moreno por "las ventas que se están produciendo en la provincia. Habla del párroco de Villafáfila, del dinero que están haciendo conventos de monjas de Toro y, por supuesto, de su temor por la posible desaparición de los tapices flamencos de la Catedral", detalla Lorenzo.

Los investigadores zamoranos han abordado así algunos de los capítulos clave en la historia del legado histórico. Como el tantas veces comentado caso del Bote de Zamora, la delicada arqueta de marfil "rescatada" del fondo de un relicario de la Catedral, un hallazgo que, ahora sabemos por las cartas, Gómez-Moreno "comparte con el historiador local Cesáreo Fernández Duro y le comenta su sorpresa cuando todavía no había terminado de traducir la inscripción", revelan los autores del trabajo.

Pero también es el momento en el que el joven historiador -que llegaría a vivir cien años- descubre para la historiografía moderna la iglesia visigoda de San Pedro de la Nave, entonces en su lugar original ante del traslado a El Campillo. "Aunque sabe lo que se va a encontrar, al llegar se sorprende desde el minuto uno. De hecho, es el lugar que más veces visita", apuntan los historiadores.

Es más, la concepción del autor del catálogo "va cambiando" porque en un principio "no esperaba encontrar nada y va de sorpresa en sorpresa", apunta Josemi Lorenzo. Se refiere, por ejemplo, al descubrimiento de la magnitud de las ruinas de la fortaleza de Castrotorafe. Un capítulo que desempolva también una polémica surgida en el siglo XIX, cuando tratan de localizarse las ruinas de la población de Numancia. "Gómez-Moreno trató de localizar un ladrillo en el que, según se decía, aparecía la inscripción Numancia. Para ello, se carteó con el secretario de un ayuntamiento zamorano, que acabó disculpándose, admitiendo que había desaparecido entre los escombros de una reciente reforma". En todo caso, el arqueólogo Eduardo Saavedra ya había anticipado en 1880 que Numancia se encontraba junto a Soria.

Otro curioso capítulo da idea de la proyección de este estudio también al campo etnográfico. Josemi Lorenzo conecta la descripción que Elena Rodríguez hace del canto de los mozos en la misa de Bermillo de Sayago -su marido y ella se habían repartido distintos territorios zamoranos- con una arcaica fiesta de Andavías recuperada en 2004. Es más, Lorenzo y Pérez Martín subrayan el papel de Elena, cuyo trabajo "hizo que cundieran tanto las visitas" de don Manuel, experto en materias como epigrafía, numismática o paleografía.

La fortuna alcanzó también a la publicación del catálogo. Zamora solo tuvo que esperar? veinte años para ver su catálogo, mientras el inventario de Ávila esperó en un cajón casi un siglo. "A don Manuel le pagaban el trabajo, pero otra cosa es que el Ministerio tuviera dinero para editar el catálogo". Josemi Lorenzo subraya que "así era nuestro país y algún día tendremos que reflexionar sobre ello". El caso es que Manuel y Elena "se fueron llorando" de la ciudad, pero trabaron amistades para toda la vida.