El recuerdo es "borroso", "con lagunas", el justo para poder confesar que estranguló con sus propias manos, en el transcurso de una discusión, a la joven dominicana que había sido su pareja durante dos años y medio y a su hija de 9 años. Lo hizo en la cocina del piso donde ambas vivían en Vallecas la noche del 29 de junio de 2014. Esa misma madrugada, el zamorano Raúl Álvarez del Río, sin ayuda de nadie, trasladó los cadáveres hasta el pueblo de Zamora donde sus padres tenían una casa, en San Vicente de la Cabeza, para tirarlos a un pozo próximo. Hasta allí condujo cinco meses después a la Policía Nacional para rescatar los cuerpos.

El imputado por el doble crimen de madre e hija dio ayer un giro de 180 grados a su testimonio y admitió el crimen. Pero no ofreció detalles de cómo ejecutó a la joven Adolfina Puello Sánchez, de 30 años, y a su hija Argelys un día antes de que la pequeña viajara a la República Dominicana para reunirse con su familia. Estaba fuera de sí, dijo.

Su inesperado testimonio obliga a su abogado a olvidar la absolución y solicitar la condena "por dos homicidios imprudentes", que podrían dejar la condena en la pena mínima de 4 años de cárcel por cada uno de los crímenes, si se le aplican las atenuantes por actuar descontrolado y sin tener consciencia de lo que hacía, como describió sentirse al ser preguntado en el juicio que se celebra en la Audiencia Provincial de Madrid.

La fiscal y las dos abogadas de las familias mantienen que el procesado actuó con "plena consciencia" y que fue un doble asesinato con delitos de maltrato hacia las dos víctimas durante el tiempo de la relación sentimental que mantuvo con Adolfina, por lo que exigen penas de 38, 52 y 28 años de cárcel, respectivamente. Raúl negó expresamente ayer haber cometido estos delitos.

La primera en morir fue la madre, con quien el imputado estaba riñendo en la cocina del piso de la calle de Sancho Panza de Vallecas que Adolfina compartía con amigas, ausentes esa noche. Raúl, que no dio detalles de la causa de la disputa, relató que perdió los nervios y agarró a la joven por el cuello con sus dos manos hasta asfixiarla.

La discusión se desarrolló con la puerta de la cocina "cerrada", en ausencia de la niña, quien no vio morir a su madre, sostuvo el acusado, que se quedó mirando a su expareja muerta unos instantes, los justos para percatarse de que la pequeña Argelys había entrado. Raúl, sin poder concretar más sobre cómo ocurrió, cogió por el cuello a Argelys hasta que la menor murió.

El imputado, que en un par de ocasiones durante su testimonio llegó a llorar, aseguró no tener ningún recuerdo "claro ni ordenado" sobre cómo se sucedieron los hechos. Ni siquiera fue capaz de precisar la hora exacta a la que mató a madre e hija, era de noche. Sí pudo contar que metió los cuerpos en dos bolsas que había en el piso, las bajó a su vehículo y salió en dirección a San Vicente de la Cabeza, el único lugar que se le ocurrió. Cree que nadie le vio salir de la vivienda con las bolsas en las que ocultó los cadáveres, indicó durante su declaración.

Al llegar al pueblo donde sus padres tienen una casa, se aproximó directamente al pozo y arrojó los cadáveres al acuífero, nunca al río Aliste, como se dijo. Negó que hubiera colocado piedras y hierros sobre los cadáveres para impedir que flotaran. Después regresó a Madrid, aunque no sabe a qué hora exacta.

El terror de la pequeña

La abogada de la abuela paterna de la pequeña destaca, para insistir que fue un asesinato, en la posición de superioridad del acusado respecto de la niña, que "no tenía capacidad para defenderse" frente a Raúl. La abuela testificó ayer y volvió a recordar el terror que el procesado causaba a la pequeña, quien llegó a decirle que "era la peor de sus pesadillas". Hoy prosigue el juicio, que estaba previsto desarrollarse en once días.