El abogado de Raúl Álvarez Ríos sorprendió ayer en su alegato de defensa al hacer hincapié en que existe una tercera persona que sabía datos sobre la desaparición de la madre y la hija asesinadas y al que la Policía Nacional, el dueño del piso donde vivía Adolfina Puello, al que se interrogó pero se dejó en libertad aunque ofreció esos detalles. El letrado reprochó lo que considera una instrucción insuficiente que pudo haber abierto otra línea de investigación exculpatoria para su cliente, de quien aseguró que es inocente. "No existen pruebas directas que le incriminen". Ni siquiera se llegó a encontrar el ADN del procesado en la escena del crimen, indicó, a pesar de las muestras tomadas, ni nadie le vio merodear por el barrio de la joven asesinada donde supuestamente le quitaron la vida junto a su hija. La defensa de Raúl le describió como un joven que trabajaba en lo que le salía, debido al alto paro que existe, y no como alguien que no tenía ninguna ocupación laboral.

La fiscal reiteró ayer la petición de 38 años de prisión para el joven zamorano, Raúl Álvarez Ríos, por el doble asesinato de su expareja y su hija, de 9 años, "de forma consciente y deliberada" el 29 de junio de 2014 en Vallecas y cuyos cuerpos ocultó en un pozo cercano a la casa de sus padres en San Vicente de la Cabeza, lugar donde la Policía Nacional los localizó tras la confesión del joven. Ante el jurados, aseguró que el imputado agredió físicamente a las dos víctimas durante la relación sentimental que mantuvo con Adolfina Puello Sánchez durante dos años y medio, en los que convivía los fines de semana y durante las vacaciones con madre e hija, puesto que la pequeña residía en un colegio de lunes a viernes. El Ministerio Público sostiene que la niña presenciaba el maltrato de la madre y que también era víctima del carácter violento de Raúl, que "humilló, insultó, doblegó y controló a la mujer", situación que causaba "un gran terror" en ella y en su hija "que les impedía vivir con tranquilidad y libertad". La fiscal volvió sobre las cartas que Adolfina dejó escritas en un cuaderno a Dios, "rogándole que alejara al acusado de ella y de su hija, que le sacara de sus vidas porque le tenía miedo por lo mal que las trataba". Destacó el carácter celoso y posesivo del procesado durante la relación, como demuestra que revisara las conversaciones que Adolfina tenía en su Facebook, además de obligarle a tener constantemente el teléfono móvil encima para contestarle de inmediato.