-¿Alguna vez le ha dado pena algún detenido aunque hubiera hecho la cosa más reprobable?

-Sí, lógico, ahora no recuerdo un hecho concreto. Hay casos que te llegan al alma y dices "le abriría la puerta" por la situación personal que le ha llevado a infringir la ley y ha caído en manos de la Policía y la justicia. Piensas "quizás yo en su misma situación habría hecho algo similar". Es la empatía, pero por otro lado está el deber de hacer cumplir la ley.

-¿Uno aprende a no juzgar?

-Siempre ha mantenido un lema, nuestro trabajo es de auxilio a la justicia, consiste en buscar pruebas contra el delincuente, detenerle, atender a la víctima, reunir todo en un atestado y, a partir de ahí, la justicia actúa, ya no tenemos nada que decir. Sé que muchas veces se dice que los delincuentes entran por una puerta y salen por otra, respeto absoluto a la labor del juez, aunque a veces el policía se decepcione.

-¿Alguna vez ha visto la muerte de cerca?

-Sí, ha habido momentos en los que te has salvado por décimas de segundo, pero nunca he tenido la sensación de estar en riesgo. Soy muy rápido, me ha gustado lanzarme y meterme en sitios difíciles, como en las 3.000 viviendas de Sevilla.