Siete meses y medio, 10.300 kilómetros y más de veinte países recorridos son los principales datos del viaje realizado en bicicleta por el zamorano Pablo García, quien acaba de regresar de su aventura a pedales. Con un presupuesto de apenas diez euros al día, este joven de 33 años ha recorrido el continente con una bicicleta "en la que tengo de todo, desde los utensilios de cocina, hasta tienda de campaña y sacos de dormir", enumera. "Solo pasé frío en los Cárpatos, cuando estuve a diez grados bajo cero", recuerda.

Su pasión por la bicicleta nació en Chile hace cuatro años, cuando se trasladó a vivir a ese país y "necesitaba un medio de transporte barato", justifica. Y fue allí donde tuvo su primera aventura, recorriendo el sur del país. "En esta segunda ocasión quería perder el miedo a los idiomas. Yo me defiendo con gestos y cada día añado dos o tres palabras a mi pequeño diccionario de inglés", explica, aunque reconoce que en todas las casas que le han acogido durante su viaje por Europa "he llegado a tener conversaciones de una hora durante la cena. Lo más importante es que la gente que tengas delante quiera entenderte. Si es receptiva, ha conversación", asegura.

De todos los países que ha recorrido -desde Francia, hasta Rumanía, Dinamarca, Croacia, Estonia o Suiza, donde estuvo una temporada trabajando- se queda con Serbia "y su hospitalidad, porque es el mejor país donde me han tratado. Me paraban, me preguntaban qué hacía y me invitaban a sus casas", agradece.

Respecto a las facilidades de viajar en bicicleta, asegura que España tiene mucho que aprender sobre los carriles bici. "Cuando salí de Bruselas, me metí en una ciclovía y no la dejé hasta salir por Holanda, más de mil kilómetros. Era una comodidad abismal, todo el mundo te respeta, tienes prioridad ante coches y peatones", pone como ejemplo. En otros lugares, como Dinamarca, existen refugios por todo el país "y son gratuitos. Hay uno cada cincuenta kilómetros y tienen cama, ducha y posibilidad de hacer hoguera", enumera.

Pero si algo ha echado de menos en estos meses ha sido el pan de la tierra, "no hay otro igual", confiesa.

Apenas lleva un mes en Zamora y reconoce que echa de menos "la incertidumbre de saber dónde voy a dormir cada noche. Ahora la vida me parece muy sencilla", compara. En su mente, siempre activa, ya están presentes los Alpes y los paisajes salvajes de Noruega e Islandia, lugares que piensa descubrir próximamente, subido a su fiel compañera de viajes.