En 2010 el escritor americano Glenn Cooper convirtió en best-seller el libro "La biblioteca de los muertos", el inicio de una trilogía literaria de misterio en la que hablaba de una saga de monjes que tenían la facultad de predecir la fecha de la muerte de todos los miembros de la humanidad. El título de aquella novela parece idóneo para el proyecto que el sacerdote zamorano Luis Santamaría y la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas acaban de impulsar. Solo que existen dos diferencias: la biblioteca impulsada por la organización Ries no habla de muertos, sino de sectas, y que, en este caso, la historia no es ficción, sino realidad. Y en ocasiones, dura realidad.

En 1998, Santamaría se inició en el estudio de organizaciones con unos códigos internos especiales, asociaciones sin libertad para entrar o salir, donde la manipulación es una de las normas. Esto es, las sectas. "Con el tiempo, me fui haciendo con una enorme cantidad de libros, archivos, papeles, informes de gobiernos y juzgados? un material que empecé a almacenar en mi casa, aunque lo idóneo era poner a disposición de quien quisiera utilizarlo", explica el sacerdote. En 2005, los fundadores impulsan la Red Iberoamericana a uno y otro lado del Atlántico y ese conjunto documental crece aún más. Entre otros muchos documentos, esa la "biblioteca de las sectas" tiene hoy más de 2.200 libros.

La organización decidió establecer la sede del archivo en una vivienda de Zamora, al objeto de "tener independencia y no comprometer a instituciones como la propia diócesis". Los creadores de la biblioteca han conseguido, al tiempo, que se trate de un repertorio documental asociado a la Universidad Pontificia de Salamanca. De esta forma, "podremos estar en la base de datos de la universidad y ser accesibles para las personas que muestren interés". Santamaría y el resto de miembros de la red han conseguido incorporar material como el archivo íntegro de la Fundación Spes (Servicio para el esclarecimiento de sectas) de Argentina o el legado del mayor experto en sectas de Uruguay, el padre Julio Elizaga.

Pero, ¿qué hay realmente en la "biblioteca de las setas"? "Hace poco recibimos un paquete con documentos de una persona que había pertenecido a la controvertida secta Niños de Dios en Madrid, material en el que se pueden apreciar las habituales prácticas de proselitismo", desvela el cura. De los Testigos de Jehová "tenemos libros que no son accesibles para todo el mundo, ni siquiera para algunos de sus propios miembros".

El objeto último de la biblioteca es "ofrecer información a las personas, porque sin ella no hay discernimiento. Que sepan a qué tipo de organizaciones acceden", explican desde la Red Iberoamericana. Santamaría rememora el caso de "una persona que fue derivada por un psicólogo privado a la secta a la que él pertenecía. Después de un tiempo, se da cuenta de que han abusado de ella y relata lo que ha vivido y cómo se ha sentido". Se trata de un testimonio que "no podemos utilizar", pero nos sirve para conocer mejor el interior de estas organizaciones.

Claro que la obtención y uso de esta información entraña riesgos. Sobre todo, porque las organizaciones de este tipo son celosas de cada dato interno. "En ocasiones ha habido problemas cuando hemos difundido información, pero somos conscientes de los riesgos. Trabajamos para informar a las víctimas y que pueden actuar de una forma libre", aclara Luis Santamaría. ¿Puede la información acabar con estas organizaciones? "La simple información, no. Hay muchos factores que influyen en grupos que, en algunos casos, están ya muy asentados", precisa.

Ahora, el objetivo de la biblioteca -en proceso de catalogación de documentos- se marca como meta la obtención de "documentación básica de cada una de las sectas que existen". Más allá de los colectivos de origen cristiano, que "no se perciben como una amenaza en la sociedad actual", dichos esfuerzos se dirigen a nuevos grupos relacionados con "la nueva era, la meditación, la autoayuda o cualquier organización que hable del desarrollo de capacidades desconocidas", matiza Santamaría. Una labor mayúscula que ya ha dado sus primeros pasos.