El libro "Blues castellano" cumple 50 años de su escritura y 35 de su publicación por lo que su autor Antonio Gamoneda protagoniza diversos actos promovidos por el Museo Etnográfico entre ellos un encuentro que le trajo nuevamente a la ciudad.

- "Blues castellano" un libro mayor de la poesía española del pasado siglo cumple 50 años de su escritura y 35 de la publicación.

-Recorro una manera de entenderme con la creatividad poética que nunca he abandonado del todo. Es un libro que no sé si es el mejor o el peor, pero sí uno de los más queridos porque representa un momento de mi vida en el cual era más ingenuo y quizá más generoso que ahora y a su vez también representa un fragmento de mi juventud. Todo lo que sea rescate hecho por mí o por otras personas que lo hacen en términos amistosos me proporciona emoción.

-Y ese rescate, ¿implica una reescritura?

-Podría ser porque yo reescribo constantemente. No obstante no me he planteado ninguna reescritura de este libro. En cierto modo he querido dejarlo en su ser. Lo quiero como es. Además en este poemario había mucho de rebeldía y de resistencia que ciertamente correspondía al Franquismo en el que me sentía igualado con cualquier compañero que no escribía. Había que estar en la resistencia y algo de eso hay en el libro.

-Actualmente esa resistencia debe hacerse ante?

-Ahora es más difícil porque está más disimulado porque la misma tiranía económica que había con Franco, o muy parecida, sigue en marcha. Entonces sabíamos contra qué tendíamos que ir, pero luego llegó el apaño de la transición y luego la democracia, como si fuese una palabra que arreglase todo cuando no soluciona la economía de subsistencia de ancianos que no llega nada más que para la primera semana del mes, hay niños y ancianos a los que se desahucian y se quedan sin techo. Al mismo tiempo en España han crecido los millonarios de euros en una proporción insoportable y han creado una brecha entre la riqueza y la pobreza más grande que nunca. Yo me la jugué hace unos años igual que mis camaradas, ahora les toca a otros desmontar una falsa democracia e instalar una democracia cierta.

-¿Y cómo se puede?

-Asunto complicado, aunque hay que abandonar el consumismo. El gran capital reposa sobre el consumismo que lo poco que nos paga lo recupera inmediatamente a través de las grandes superficies, los automóviles pagados a plazos, las grandes hipotecas o la carestía de la gasolina. En la mentalidad española el consumismo ha sustituido a las ideologías. Además el panorama no es mucho mejor en Europa que practica con gran tranquilidad crímenes sociales como es cerrar la puerta a los árabes y se queda tan tranquila. Los políticos de las democracias falsificadas suelen ser sacristanes del poder económico y funcionan como tales al servicio del oficiante y no quieren que sus feligreses tengan acceso a un conocimiento. Lo primero se trata de dejar de identificar el bienestar con el consumismo y crear una escala de valores más real que no está tan manejada por el poder económico. No vale la excusa de que sea difícil. Siempre ha sido difícil.

-El proyecto de "Blues castellano", emprendido desde el Museo Etnográfico, llevará su obra a todos los centros educativos de la región para que luego los jóvenes reinterpreten su poemario en otras disciplinas artísticas. ¿Podría despertar esas conciencias?

-Es posible que se logre algo. Quiero que sean honradamente críticos con las circunstancias, que deslinden lo que merece negación de aquello a lo que conviene afirmación. En el libro había una voluntad ciertamente crítica, que llevaba consigo también solidaridad. Además, hay posibilidad de abrir algunas grietas y agujeros para la poesía en la sociedad actual, que no le ha reservado un hueco claro. Lo que hagan los jóvenes me parecerá muy bien con independencia de los resultados.

-"La prisión transparente" es el título de su último libro publicado.

-Normalmente el poeta es el que menos sabe de mí mismo y de su escritura, en todo caso puede hablar de las circunstancias o de las causas de esa escritura, pero el poeta no termina de saber lo que dice hasta que no lo tiene escrito. Estos tres poemarios breves están encuadernados en un solo y la prisión y el prisionero son la misma cosa, soy yo mismo. Toda la poesía encuadernada es una poesía de vejez porque tengo 85 años y es una expresión de despedida en su conjunto y por separado.

-¿Piensa abandonar la escritura?

-No pero tengo una edad. Creo que no me estoy despidiendo del todo pero hay que desconfiar de la obra de madurez de los poetas.

-¿Por qué?

-Porque la poesía es más obra de una sensibilidad y de un entusiasmo que está en la juventud. En Zamora hay un estupendo testimonio en la memoria y la obra de Claudio Rodríguez que a los 17 años había escrito un libro genial, quizá el mejor en lengua castellana de la segunda mitad del siglo XX.

-Ese prisionero dice que usted pero su obra es un inventario de su propia existencia.

-Creo que de la mía y de aquellos poetas que se estimen porque la poesía que no tiene una vinculación seria existencial yo no gastaría tiempo en hacerla. La poesía no es esencialmente compromiso social y puede serlo pues yo también he tocado ese compromiso de manera accidental. La poesía directamente no puede con las circunstancias objetivas de la sociedad.

-Pero puede ayudar...

-Efectivamente en el sentido de intensificar las conciencias en términos generales, del lector u oyente de poesía. Una conciencia intensificada hay posibilidades de que sea más perspicaz ante los hechos sociales que una conciencia dormida.

-Usted se ha definido como un poeta provinciano.

-Me siento orgullo de ese provincianismo porque poetas capitalinos y metropolitanos suelen disolver su personalidad con bastante facilitad en cosas muy secundarias, en el tejido de las influencias, en el a ver a qué escaparate me puedo asomar para que se me vea mejor.

-De ahí que haya huido de los círculos literarios.

-Lo he procurado porque son nocivos para la creación. Las obras más importantes de un pobre fraile como era San Juan de la Cruz las escribió cuando sus hermanos calzados lo tenían encarcelado en Toledo y le daban una sardina para comer al día, lo que no es un estado de visibilidad.

-Usted atesora una gruesa lista de reconocimientos. ¿Estos premios le ha dificultado o coartado la libertad creativa?

-En alguna medida sí, aunque la parte más íntima no ha sido tocada. Viene compromisos y viajes, circunstancias sociales? Estuve tres años, del 2006 al 2008, que no podía hacer nada. Ahora colean todavía las cosas. Los premios son un invento que desde luego agradezco pero que tampoco entiendo mucho pues tampoco he escrito mucho, como tampoco lo hizo Claudio Rodríguez. Éramos amigos por nuestro origen provinciano. Teníamos un entendimiento a pesar de Claudio viviera en Madrid.

-El tiempo ¿ha puesto a Claudio en su sitio?

-Son poco, salvo los muy obstinados que los hay, que desconfían de la altura poética de Claudio. Lo que ocurre que son evidencias que tienden a ser arrinconadas por otras evidencias más del día como quién gana la Copa o la Recopa. Creo que a Claudio, en términos sensatos, en España se reconoce que era un gran poeta.

-Usted es un escritor de referencia para los nuevos autores. ¿Sigue a las voces emergentes?

-No los puedo seguir porque hay más poetas que lectores (risas), pero recibo muchos libros, un gesto que agradezco. Unos los leo enteros, otros no y como resultado creo que la poesía española no acaba de decidirse de una tendencia clara como pudo ser el Renacimiento o el Barroco, pero sí parece que empiezan a tener más claro que es lo que no hay que hacer. Por otro lado echo en falta la comunicación entre los autores de allá del océano y los de acá de lenguas castellanas porque allá hay una cierta confusión pero hay más puntos en los que pueden darse la aparición de voces interesantes. Si estuvieran más atentos unos a otros, tardarían menos en aclararse.