Muros psicológicos y barreras arquitectónicas. Dos de los obstáculos que todavía empañan la vida a las personas con discapacidad. Cuando la superación y la independencia se ponen a prueba cada día, los colectivos recurren a la sensibilización como principal baza para derrumbar muros. Ejemplo de ello es Jorge Álvarez, campeón nacional de halterofilia en silla de ruedas que ayer recaló en el instituto La Vaguada para ofrecer una charla a los alumnos junto a jugadores del "Orto Tres Cruces".

-¿Qué mensajes quiere que calen en los jóvenes zamoranos?

-Concienciación y respeto para las personas con discapacidad. Hay que sensibilizar respecto a las plazas de aparcamiento y sobre los problemas que nos encontramos cuando un vehículo aparca en la acera porque las sillas no las podemos encoger. Que ellos vean que para acceder al coche necesitamos espacio y si en ese lugar se estaciona otro vehículo, es como si nos estuvieran secuestrando porque no podemos caminar con libertad. Necesitamos independencia. Desplazarnos sin ayuda es un gran avance. La gente ha de saber que la vida te puede cambiar en un segundo, hoy estás de pie y mañana quizá te veas en una silla de ruedas. Aunque nos caigamos, hay que levantarse. También tengo intención de plantear todo esto en el medio rural para dar a conocer que todo es posible y que podemos practicar casi cualquier deporte.

-¿Concienciación y respeto? ¿No lo hay todavía?

-No lo suficiente. A veces las prisas y el día a día hacen que se olviden de este colectivo. Queremos ser más visibles.

-¿Cómo es Zamora en cuanto a trabas arquitectónicas?

-No es de las ciudades que más barreras tenga, aunque todavía existen. Lo importante es que poco a poco se vayan corrigiendo y las instituciones colaboren. Yo he paseado por alguna ciudad a alcaldes y concejales en silla de ruedas y... ¡no veas cómo sudaban!

-La poliomielitis le truncó de niño un desarrollo físico con normalidad. ¿Cómo le marcó la infancia?

-Antes no era como ahora y las personas como yo estábamos discriminados en el colegio por el hecho de ser diferentes. Un chico de color y yo éramos los excluidos: el cojo y el negro, imagínate... Por eso ahora me gusta hablar con la gente joven e inculcarles respeto al diferente porque todos somos personas. Pese a todo tuve una infancia feliz. Yo me crié con una madre invidente que me sirvió de claro ejemplo de superación.

-Lo que hubiese significado esa vacuna contra la polio en su momento... ¿Verdad?

-Y tanto. Fui de los últimos casos antes de que aparecieran las vacunas.

-¿Qué les diría a los movimientos antivacunas?

-Que a mí me hubiera cambiado la vida. Sin con la limitación física que tengo hago un montón de cosas, con movilidad sería...

-¿Por qué la halterofilia?

-Empecé hace siete años, a raíz de unas jornadas solidarias de deporte en las que coincidí con unos chicos de Asturias. A la par encontré a otro entrenador de halterofilia en Oviedo y me abrieron las puertas en su club, que está integrado para personas con y sin discapacidad. No hay nada, o casi nada, que no podamos hacer y a través del deporte nos sociabilizamos, nos sentimos útiles e importantes y mejoramos la autoestima. He sido ya seis veces campeón de España en mi categoría de 90 kilos y en 2016 he logrado el récord nacional en la Copa de España con 150 kilos.

-¿Es un mundo machista el de la halterofilia?

-Para nada. De hecho, tenemos una compañera paralímpica, Loida Zabala, que también empezó en Oviedo y que ahora está en la federación andaluza preparando el Tokio 2220. No hay exclusión de ningún tipo, al contrario, los equipos son mixtos y están integrados sin problema alguno.

-Un cuerpo musculado lleva a pensar en algunos casos en un mundo de anabolizantes y vigorexia. ¿Lo percibe así?

-En nuestro mundo, en absoluto, porque estamos sometidos a mucho control, tenemos que dar ejemplo. A nivel gimnasio la verdad que no lo sé porque yo no me muevo en ese entorno. Nuestro objetivo no es sacar músculo, eso es una consecuencia de nuestra preparación pero no la meta.