"Lo que nos enseñan los países que han progresado es que los ciudadanos pueden vivir igual de bien estén donde estén". Esta reflexión del antropólogo zamorano Luis Díaz Viana podría ser una de las grandes conclusiones del trabajo "El patrimonio cultural inmaterial de Castilla y León", el anticipo de un gran atlas cultural que aún está por escribir. La guía, presentada ayer en el Museo Nacional de Valladolid, describe la riqueza de las costumbres, trabajos, forma de ser y lenguas de nuestra región y contradicen la descripción simplista, en ocasiones interesada, de una falsa Castilla llana y sin aristas. Por el camino, también habla de las contradicciones y sinsentidos de la sociedad actual, donde lo urbano ha postergado lo rural a la irrelevancia.

A lo largo de tres años, Díaz Viana y Dámaso Javier Vicente han recogido las principales conclusiones del Curso Europeo sobre Patrimonio Cultural Inmaterial de la Universidad de Valladolid en un libro que supone un "punto de arranque" para elaborar un mapa que retrate la comunidad. Entre las metas, "evitar que se especule sobre lo que Castilla y León es", como se hace en "ámbitos políticos" y "sin análisis". El antropólogo zamorano se refiere a la imagen de Castilla como "comunidad monolítica al servicio de lo nacional". Frente a esa etiqueta, los especialistas descubren una región con "distintas lenguas y dialectos y formas muy diferentes de hablarlas". Una diversidad que se extiende a su economía, paisajes y formas de vida que "a menudo, han quedado ocultos".

La guía aborda aspectos genuinos de la comunidad como los paisajes, de los campos de viñedo a la sierra. También profundiza en el derecho consuetudinario, es decir, las normas que desde antiguo se han empleado en aspectos como el reparto de las tierras de labor entre los vecinos, leyes que "en algunos casos siguen vigentes". Realidades que acentúan la "concepción del progreso, lineal, peligrosa". La urbe "ha intentado arrinconar lo rural y reducirlo a cosas del pasado, indefectiblemente superadas", analiza el premio Castilla y León de Ciencias Sociales.

Estos aspectos cobran aún más sentido cuando se unen a otros trabajos sobre antropología, como el que Díaz Viana dedicó a los emigrantes retornados, aquellas personas que regresan a sus municipios de origen con un importante recorrido lejos de tu tierra. Son la única esperanza de esa "España vacía" de la que tanto se habla ahora, de la que, al parecer, no merece una estación del AVE. "Hay personas que han regresado a su pueblo para recuperar cosas que ya no se hacen. Lo importante es que no se arrepientan de haber tomado esa decisión", advierte el autor del "atlas". Y en ello tienen un papel clave las administraciones: poner a disposición de los ciudadanos los servicios oportunos, estén donde estén.

Dejaron el pueblo para buscar el progreso en la ciudad, la única vía, y ahora regresan para encontrar su sitio. Contradicciones como las inversiones realizadas en carreteras y otras infraestructuras para conectar el mundo rural. "La gente se pregunta que, ahora que hay mejores condiciones, les dicen que tienen que renunciar a ello", porque los pueblos ya no están de moda. Díaz Viana se pregunta igualmente el porqué del menosprecio de las gentes rurales. "Cómo se les puede tachar de incultos si en muchos casos han sacrificado toda una vida para que los hijos tuvieran estudios, como se les puede tildar de retrógrados. Lo único que cabe achacarles es que el afán de empujarlos a la ciudad, de no dejarles buscar una oportunidad donde habían nacido".

Una sociedad cegada por un engañoso desarrollo. En un país donde los pueblos pesan más que las ciudades "resulta una atrocidad hablar desde las capitales en nombre del progreso", advierte el antropólogo. Precisamente, advierte Viana, cuando "lo que nos enseñan los países desarrollados es lo contrario". Un abandono, un éxodo, forjado "desde finales del franquismo, cuando se va eliminando la economía que permitía subsistir en los pueblos", añade el especialista.

Hay también en el trabajo una aproximación a las manifestaciones culturales, quizá el fenómeno con el que más se identifican los habitantes del medio rural y, este sí, reconocido como imagen de nuestros pueblos. Aquí el "peligro", señalan los autores, reside en la verdadera fiebre de las instituciones de buscar denominaciones que amparen sus celebraciones con el ánimo de que sean puestas en valor y no se pierdan. "El riesgo aquí reside en que el auge de unas manifestaciones relegue a otras al olvido", apuntan.

El libro "El Patrimonio cultural inmaterial de Castilla y León" se ha tejido en paralelo a los cursos que la Universidad de Valladolid ha desarrollado sobre esta realidad, formaciones para especialistas que abordan ahora la cuarta edición, en un formato "on-line". La investigación, en la que los autores han invertido tres años, cumple uno de los mandatos de la Unesco de identificar esta clase de manifestaciones, bienes que no son materiales. La publicación corre a cargo del CSIC (Centro Superior de Investigaciones Científicas), con el apoyo del Instituto de Estudios Europeos y la Dirección de Patrimonio de la Junta de Castilla y León. La guía es un primer trabajo que facilitará futuros análisis a investigadores, un primer paso para construir ese gran atlas tan difícil de construir como inabarcable y rica es una comunidad muy alejada del cliché de tierra llana y sin aristas.