En un edificio, la eficiencia energética se calcula midiendo la energía consumida todos los años en condiciones normales de uso y ocupación. Para ello se tienen en cuenta todos los servicios utilizados de manera habitual, como "la calefacción, la refrigeración, la ventilación, la producción de agua caliente sanitaria y la iluminación, a fin de mantener las condiciones de confort térmico y lumínico y sus necesidades de agua caliente sanitaria y calidad de aire interior", detalla Tinsa.

En concreto, el indicador recoge los kilogramos de dióxido de carbono divididos por los metros cuadrados de la vivienda. A aquellos con un ratio de emisiones por debajo de los 6,8 kilos de dióxido por metro cuadrado al año se le asigna la letra A, la mejor calificación. La peor nota (la G) es para aquellos inmuebles que superan los 70,9 kilos.

La medida se instauró para que el comprador o el inquilino pudiera "valorar y comparar la eficiencia energética como un factor añadido para la toma de decisiones de compra o alquiler", aclara en un comunicado la sociedad de tasación Tinsa. Sin embargo, es un hecho innegable que muchas de las viviendas en venta y, sobre todo, en alquiler, no cuentan todavía con este documento.