"Una estación de AVE en un pueblo de 26 habitantes". Titular llamativo donde los haya fue utilizado por los nacionalistas catalanes para denunciar hace unos años, en el Parlamento Europeo (Ramón Tremosa, 2013), el agravio comparativo de las inversiones del Estado, que no tenían reparo en llevar la alta velocidad a una aldea, con la falta de hacía mejorar las infraestructuras de la mucho más poblada Cataluña. Dicho así, en bruto, no hay quien pueda quitar la razón al argumento y, tras replicarse cual onda sísmica en el Parlamento español (Miriam Nogueras, primero, Gabriel Rufián, después), de nuevo ha llegado a los medios de comunicación nacionales, que se han puesto al pequeño pueblo de Otero y sus habitantes en el mapa. Hay, sin embargo, razones que explican más que de sobra la conveniencia de una estación en Otero, que, por cierto, dista mucho de ser un derroche económico o el capricho de una zamorana que fue ministra de la cosa, de Fomento, mientras viajaba de camino a su Galicia de residencia. Otra cosa es que, efectivamente, la estación logre un mínimo de viajeros que justifiquen la parada de los trenes, que está por ver.

La necesidad de la estación parece, pues, clara. Ahora, ¿merece la pena invertir 4,2 millones para una estación en un pueblo con 26 vecinos? Evidentemente no. Pero es que no solo es para Otero, sino que la estación presta servicio para una comarca de 7.000 habitantes alejada 110 kilómetros de Zamora capital y 160 de Orense e incluso hay quien amplía su radio de acción al norte de Portugal y sur de León, con lo que tendría una población potencial de 150.000 personas. Y técnicamente, en ese punto, como ocurre en Toro o en Tábara, debe haber un PAET, puesto de adelantamiento y estacionamiento de trenes, es decir, un lugar con varias vías que permitan apartar a un convoy en caso de avería o cualquier eventualidad, con andenes para recoger a los pasajeros. Esa obra se tenía que hacer igual en Otero, pero se completa con una modesta terminal, marquesinas para no esperar a la intemperie y un pequeño aparcamiento. Por tanto la inversión puramente destinada al apeadero es realmente mínima. Como dice José Manuel Rodríguez, de la Asociación Ferroviaria Zamorana "no es para hacer un drama de todo esto. Pero aprovechando la circunstancia, los catalanes, para hacerlo más sangrante hablan de una estación de AVE en un pueblo de veinte vecinos, sin farmacia, ni comercio. Visto así cualquiera les da la razón".

Una incógnita que casi nadie se atreve a contestar es si la estación de Sanabria realmente va a conseguir atraer a muchos viajeros. Se da por sentado que los actuales Alvia van a seguir pasando, y parando, en este punto. La comarca tiene poca población, pero muchos naturales viviendo en Madrid y es un foco importante de turistas que, poco a poco, pueden ir utilizando el tren si este ofrece ventajas, como así parece. El entonces número 2 de Fomento con Ana Pastor, Rafael Catalá, dijo en una visita a la autovía Zamora-Benavente que no se iban a hacer estaciones de AVE vacías. Y la de Sanabria se va a hacer, por lo que algún estudio habrá que avala su viabilidad. En cualquier caso, como apunta Rodríguez, hay que tener en cuenta la explotación del global de la línea Madrid-Galicia, porque puestos a contar pasajeros, seguramente ni la estación del AVE de Zamora capital justificara por si misma su existencia. "No es un tren que venga a Sanabria, sino que pasa por Sanabria", insiste José Fernández.

Está por ver también si la llegada del AVE va a ser un factor de desarrollo para la comarca o se quedará en una expectativa. Aún no ha llegado y por tanto no se puede valorar, aunque las obras tampoco están suponiendo demasiado cambio económico para la comarca. Eso sí, Fernández defiende el derecho de Sanabria a "estar en la civilización. No sería de recibo que mejore el servicio y nosotros volviéramos a los carros" por falta de estación. Y desde luego "no voy a pedir perdón por tener una estación del AVE. Solo falta que al medio rural nos levanten un muro, nos dejen al otro lado y los echen cacahuetes".

Y con respecto al presunto agravio inversor en favor de Castilla y León con respecto a Cataluña, no está tan claro. Rodríguez recuerda cómo la inversión de electrificación de Salamanca marchó en 2004 a los cercanías, "rodalías", catalanes. Y Fernández, el dinero del 1% cultural de infraestructuras zamoranas, que "voló" a otras tierras.