La autora Gabriela Ybarra participó ayer en una nueva sesión del XV edición de los encuentros literarios con alumnos de Bachillerato organizado por la Biblioteca Pública del Estado.

-¿Qué le movió a escribir sobre la muerte?

-En 2011 a mi madre le diagnosticaron un cáncer y aparentemente todo iba a salir bien pero, de repente, fue a peor y en dos semanas se murió. Esta muerte tan repentina me dejó descolocada. Durante meses pasábamos como mínimo cuatro horas en el hospital y durante ese período, sin yo saberlo, me fui preparando para escribir. Cuando ella falleció mi primer impulso fue que quería escribir pero no sabía sobre qué. Probé a escribir todos los días y me empezó a enganchar.

-Une en el texto el asesinato de su abuelo, el empresario Javier Ybarra secuestrado y asesinado por ETA en el año 1977.

-En uno de los primeros relatos que escribí uní la muerte de mi madre con la mudanza familiar desde Bilbao a Madrid, que pasó cuando yo tenía 12 años porque mi padre estaba harto de recibir amenazas de ETA, lo que para mí fue muy traumático porque fue como si me hubieran arrancado de mi lugar de origen. Cuando comencé a mirar en mi interior vi que eran mis dos grandes duelos. Además cuando estaba escribiendo sobre mi madre, en paralelo, comencé a investigar sobre el asesinato de mi abuelo puesto que había personas que me decían que mi padre estaba acostumbrado a la muerte tras lo de su padre. Ese tipo de comentarios despertó en mí más la curiosidad porque conocí los hechos, pero no con mucho detalle. Necesitaba responder a algunas preguntas porque la muerte había rodeado la vida de mi familia.

-La muerte se ignora en nuestra sociedad.

-Es como si no fuera con nosotros, pero hay algo que finalmente hace que nos despertamos. La escritura de mi libro y esta publicación me ha ayudado y también a mi familia en el duelo sano por la muerte de mi madre que no fue tan traumático como el de un asesinato con toda la sociedad en contra en la que no puedes expresarlo. En el duelo de mi madre tuve que tomar un desvío que fue resolver el duelo de mi abuelo, todavía inconcluso.

-En su ópera prima se enfrenta a la muerte sin rodeos ni eufemismos.

-Para mí ETA y las amenazas de muerte a mi padre eran como si fuera una ficción. La presión constante fue tan fuerte que por evasión o por supervivencia había decidido meterla en el territorio de la ficción. De repente me di cuenta de que tenía que hacer un ejercicio de realidad de ahí que use un estilo tan directo en el libro.

-Quizá por ese estilo contacta con los jóvenes.

-Sí y además es una adolescente la que cuenta sus vivencias. Cuando pienso en mi infancia la recuerdo con alegría porque las amenazas etarras eran llamadas por la noche o eran cristales que se rompían. Nunca hubo una agresión directa. Durante la escritura del libro localicé una fotografía de un amigo de mi clase con un chico que estaba próximo a ETA. De repente puse cara a ese entorno y fui consciente de que podían tener un amigo en común conmigo, lo que me rompió los esquemas. Los miedos que no sentí en su momento afloraron en ese momento.

-¿Puede perdonar a quienes asesinaron a su abuelo?

-Depende de cada persona y de cómo digiere cada uno sus dolores. En mi caso para elaborar mis duelos me da por escribir y al contar los hechos me da cierta sensación de calma. Para mí es mi manera de salir adelante. Yo no pienso en los etarras, tengo otra manera de procesarlo, yo perdono porque no quiero vivir con una angustia.

-¿Qué ha supuesto para usted el fin de la acción armada de ETA?

-Al principio lo viví con escepticismo, pero los efectos secundarios han sido de mayor libertad. He visto un cambio en mi padre muy grande porque estuvo muchos años amenazado y dejó de tener que llevar un escolta.

-¿La literatura puede ser una herramienta para cerrar heridas en la sociedad vasca?

-Creo que sí, que puede ayudar porque normalmente en las novelas los personajes son imperfectos y son muchas cosas a la vez y es más fácil empatizar con ellos. En el País Vasco se ha despersonalizo mucho porque para matar y asesinar tienes que quitarle todos los atributos vitales y olvidar de que son personas. En mi libro los personajes no solo son víctimas sino que tienen una vida como cualquier persona, por lo que es más fácil empatizar con ellos. Además muchas veces los conflictos grandes son muy difíciles de explicar y las historias pequeñas dan más pistas.

-Esta tarde (por ayer) recibe el Premio de Literatura de Euskadi 2016.

-Es un reconocimiento que implica una gran emoción porque para mí es más que un premio literario y es un reconocimiento al dolor de mi familia. Además es muy bonito porque nos vimos obligados a irnos del País Vasco y lo vivo como una invitación a volver a casa, a mi origen y a mis raíces porque siento que pertenezco al País Vasco.