Emilio Benéitez Prieto es el autor de la monografía sobre el maestro de forja Matías Prieto, el señor Matías, publicada por el IEZ Florián de Ocampo y que se presenta mañana jueves en el Etnográfico a las 20.15 horas.

-Ha profundizado en la persona y la creación artística de Matías Prieto, conocido por todos como el señor Matías.

-Él era mi abuelo y mi tío Matías, recién concluida la carrera, me propuso hacer un estudio en detalle sobre el abuelo que había fallecido en 1995, cuando yo tenía 13 años. He tratado de ser objetivo sin olvidar la carga emotiva que tiene cada obra.

-¿Quién fue el señor Matías?

-Era un artista de nacimiento y herrero de profesión, tal y como me dijo Nicanor Várez. Nace en 1912 en Gema del Vino en el seno de una familia de herreros y crece en unos momentos sociopolíticos complicados, donde no había mucho espacio para las inquietudes artísticas en un mundo de agricultores donde la única distracción era ir a hablar a la fragua.

-¿Cómo comenzó su vertiente artística?

-Con 13 años realizó el retrato de su padre en hierro, algo inaudito en este tiempo y con ese material. En Gema estaba la señora Angustias que montaba belenes en la iglesia y el entonces niño vería algo que le llamaba la atención al igual que el románico. Su desarrollo más potente tuvo lugar en Zamora a donde se trasladó a finales de los años 50 animado por su mujer, Pilar Jambrina, quien fue fundamental para su desarrollo artístico y profesional e incluso le animaba a que cobrara mejor sus trabajos porque no daba importancia mercantil a sus labores.

-¿El cambio a Zamora se refleja en su producción?

-La llegada a San José Obrero sí se refleja en su arte. En el año 58 hace el Cristo Yacente, quizá su obra más popular porque se desconoce el resto de su producción. Esta pieza expresa una iconografía católica, pero lo que hay detrás es el fallecimiento de su padre. En este momento ese acontecimiento personal lo expresa de esa manera, pero años después, ya muy metido en la vida de Zamora tras conocer a Antonio Pedrero, Coomonte, José María Mezquita, Tomás Crespo Rivera o Ángel Bariego, cuando su mujer está enferma lo traduce en un arca de las cuatro etapas de la vida, donde se acaba representando solo y donde repasa momentos de su existencia.

-Por lo que dice su obra es muy autobiográfica.

-Sí, sin duda. Él traducía lo que percibía de su entorno y ese objeto sirve a los demás.

-¿Qué nos puede decir de su manera de trabajar?

-Técnicamente él trabaja de una manera poco convencional. En escultura exenta no cincela sino que talla. Trabaja en caliente hasta un punto y luego daba golpes en frío como si fuera una madera. Además, siempre representa la figura humana en momento extremos de la vida y de la muerte, algo que se debe a las conversaciones en la fragua en Gema, pero lo representa de manera distinta. Al principio era más positivista y en su última etapa en Zamora acaba siendo más simbólica. En Gema hizo más trabajo agrícola y en Zamora hace más obra artística incluso con Pedrero hizo un sagrario para la capilla del antiguo cuartel Viriato y Coomonte le pidió trabajos de cristos y quiso que se fuera con él a su taller a Madrid, pero él no quiso. Incluso le ofrecieron que trabajar en exclusiva para una firma de Barcelona de apliques de lujo y él no quiso. Antepuso su libertad creativa a cualquier beneficio económico.

-¿Qué es lo que más le ha sorprendido en el estudio que ha hecho fruto de una beca del Florián de Ocampo?

-La lectura que se puede hacer de sus obras en relación con su propia vida es muy emocionante para mí de manera directa y para los demás puede ser un ejemplo porque, quizá por su sencillez, es una obra conocida en un ámbito humano muy concreto y alejado de mercantilismo del arte. No es conocido un trabajo que hizo para el Vaticano. Recibió el encargo de hacer una cruz pectoral para repartir a todos los obispos en el sínodo Penitencia y reconciliación en el año 1983.

-¿Cuántas obra pudo llegar a efectuar?

-La cifra exacta no la sé pero lo que más tiene son crucificados por cuestiones de encargo. En broma solía decir que tendría unos 300, pero no se cuenta las reproducciones. En el libro he documentado más de unas 70 piezas pero no me centro en la obra sacra. He profundizado en otro tipo de representación artística más personal. Su obra hay que comprenderla cronológicamente.

-Y ¿por dónde se encuentra?

-La producción más íntima la tiene la familia y las colecciones de Nicanor Várez y Ángel Bariego. Si hablamos de obras litúrgicas hay muchas cruces por muchas iglesias e incluso una cruz suya está vinculada al Movimiento Neocatecumenal de la que hay reproducciones hasta en América Latina.

-Fue un hombre autodidacta, pero ¿observa en él influencias de otros?

-Es totalmente imposible. Tienes que mirar su obra y en hierro no hay más que Oteiza, mucho más abstracto, y Julio González. Su trabajo es muy humano y muy personal.

-La presentación del libro se complemente con la apertura de una muestra en el Etnográfico.

-Estamos muy contentos porque se conozca su obra. En la muestra se verán obras de que la familia tiene en depósito en el Etnográfico y de una colección privada.