Salió de su "zona de confort" con Gran Hermano, asegura el zamorano Pablo Rodríguez, pero volvería a repetir la experiencia que le ha aportado más seguridad en sí mismo, le ha ayudado a enfrentar los problemas y "a ser más valiente y atrevido". Una vivencia impagable, "tampoco tenemos grandes sueldos, uno normal de obrero", agrega este joven locuaz y positivo, para quien "Todo el mundo debería entrar en GH".

-De entre 60.000 personas fue uno de los 17 elegidos para entrar en Gran Hermano (GH), ¿qué cualidades hay que tener para pasar la criba?

-Tener una vida muy distinta, una personalidad y un carácter muy diferentes a lo normal. Ser muy impulsivo, siempre es así, salvo a los que les llaman muebles porque no se meten en nada, como Alain y Noelia; ser muy emocional, sentir mucho las cosas porque, al final, Gran Hermano, más que un concurso de convivencia, es un programa de sentimientos, se quieren ver personalidades y relaciones personales. Hay gente muy diferente por eso.

-En su caso, ¿cuáles son esas características tan diferentes a las del común de los mortales?

-Bueno, tan diferentes al común de los mortales, no (risas). Soy muy impulsivo, muy emocional, el cambiar mucho de estado de ánimo, tan pronto estoy muy bien como muy mal. Influyó que soy muy lanzado, con muchos cambios en mi vida en muy poco tiempo, dejé la universidad para irme a Londres, entré en GH. Les gustó que soy muy independiente, cogí mi maleta y me fui sin nada.

-Se pasaba el día llorando.

-Bueno, tampoco, fue lo que salió, pero hacía que no me lo pasaba como allí..., de esto de reírte que te duele la garganta. En un mismo día, podías ser el más feliz del mundo y el más triste. Eso también lo provoca el estar metido entre cuatro paredes con gente muy diferente.

-¿Ha llorado más por tristeza o por rabia?

-Pues..., por tristeza no lo diría, fue por el agobio que sentía allí dentro, fuera casi nunca lloro, pero al estar encerrado, cuando discutes con alguien te entra un agobio grandísimo porque no puedes ir a ningún lado y te estresas mucho. Yo me desahogaba llorando, otros más gritando o echándose en la cama.

-Es un formato en el que se saca lo peor y lo mejor de uno mismo, se vive en una montaña rusa de emociones, ¿por qué compensa ese estrés emocional?

-Compensa el vivir una experiencia increíble porque las emociones que sientes allí en la calle no las vives. En la casa convives con tus enemigos, con tus amigos, eso lo convierte en una experiencia, para mí, brutal, no puedes huir. Compensa completamente. Le diría a todo el mundo que se presente, en ningún lugar más puedes vivir lo que en la casa. Somos elegidos para encajar para bien o para mal, y eso es lo que hace que GH sea GH.

-¿Es imprescindible dejar el pudor fuera?

-Se respeta bastante nuestra intimidad de cara al exterior, aquello que nosotros no contamos, no sale. En ese sentido, controlas lo que quieres contar de tu vida. Pero es verdad que dentro de la casa muestras todo de ti, hay que ser muy generoso y valiente para decir "expongo mi persona, tal como soy", porque aquí eres tú y tu personalidad. Es muy difícil, te olvidas de las cámaras a los dos días, no me lo creía, pero es así, lo sabes, pero no eres consciente de que si te sacas un moco puede salir.

-¿Hay un ejercicio constante de contención para evitar desnudarse?

-Al principio puede que sí, pero al final siempre sale tu esencia. Algunos quieren continuar lo máximo y se contienen más, pero mi estrategia era vivirlo todo al máximo, implicarme y meterme en todo, ser yo mismo al mil por mil.

-Así que, salió el segundo...

-Claro, eso conlleva la nominación la primera semana y que, si la demás gente se contiene más, salgas expulsado. En mi caso, me alegro de haberlo hecho así porque, aunque haya estado tres semanas en total, lo que yo he vivido hay gente que en tres meses aún no lo ha vivido.

-Ha dicho que prefiere estar fuera que dentro, ¿volvería?

-Volvería, pero depende de la situación, iría contra Miguel, Clara, los demás..., ahora que se ha ido Bárbara, mi mayor apoyo, si volviera estaría un poco desubicado, no sería lo mismo.

-¿Habrá aprendido a defenderse en este tipo de programas?, la parte de ingenuidad que se pueda tener al entrar la habrá perdido, ¿no?

-Sí, pero, cuando entré en el apartamento, que ya tenía la experiencia de la casa, al final allí dentro, al segundo día, tú ves a Fernando, a Montse y Candelas como personas que viven contigo, se te olvida el "somos concursantes, tengo que hacer esto" y vuelves a ser tú.

-Eso de que son casi actores y todo esta teledirigido por la productora, ¿no es verdad?

-¡Ojalá!, me habría ahorrado más de un disgusto. ¡Para nada! Sin dirigirlo ocurren un montón de cosas que seguramente ni al mejor guionista se le pasarían por la cabeza, por ejemplo, el número que monté la primera semana con lo del peluquín de Miguel. Personas muy diferentes están en una casa sin poder salir, los piques son inevitables, se multiplican por mil.

-¿Es consciente de haber humillado a alguien al que pediría perdón?

-Me parece que para nada humillé a nadie, lo de Miguel y el peluquín fue una estrategia desde el primer día por su parte, se vio cuando lo iba enseñando a "pinto, pinto, gorgorito", cada vez a uno.

-¿Qué diferencia hay entre el Pablo que entró y el que salió?

-Fueron como dos meses: hice amigos, enemigos, discutí, reí, lloré, fui feliz. Aprendí a perder la vergüenza, a ser más valiente porque eres más atrevido, te enfrentas a los problemas y tiras para adelante. Aprendí a tener más confianza en mí mismo y a que no te importen las críticas, las malas ni las leo ni las veo.