El autor David Muñoz Mateos presentó ayer su novela "Felipón" ayer en el salón de actos de la Biblioteca Pública del Estado. El joven escritor zamorano estuvo acompañado en el acto por Luis Ramos de la Torre.

-¿Por qué escribe?

-Lo hago para contarme a mí el mundo, no para que me lo cuenten otros. Los escritores escriben por medio al desclasamiento, si no posees los medios de producción que explican al mundo, te lo explican a ti. El hecho de escribir es poseer la narrativa del mundo y una reivindicación de lo que no es utilitario en términos económicos. La novela va también en esa línea. Es la historia de un chico cuyos procesos mentales no son exactamente los hegemónicos y digamos que él está un poco al margen de la corriente dominante de pensamiento.

-¿Tiene algo de autobiográfico?

-No, en el personaje principal. El resto de personajes surgen muy de mí, el personaje responsable es como mi responsabilidad llevada al extremo; el personaje más tímido es como mi timidez llevada al extremo, pero Felipón, que da cuerpo a la novela, se fue creando a mi lado. Elegí ese nombre para él personaje porque cuando comencé a escribir coincidió con el Mundial de Baloncesto en el que España quedó segunda y sus compañeros le hicieron una canción a Felipe Reyes y la letra de ese tema nada tenía que ver con el personaje que es hipersensible, enfermizo y escuchimizado. Me parecía interesante la ironía de utilizar ese nombre.

-Esa ironía, ¿está presente en "Felipón"?

-Creo que sí porque creo que es una broma que funciona entre la belleza y la ironía. Lo que "Felipón" me permite es crear un discurso poético pero al mismo tiempo desvelar lo falso que hay detrás de lo poético. Creo un discurso narrativo que se niega a sí mismo, lo que funciona con la ironía, de tal forma que el lector no sabe si el personaje se ríe de sí mismo o qué.

-¿Ha sido laborioso que la novela viera la luz?

-He tenido mucha suerte con este texto. Durante mi estancia en la Fundación Antonio Gala para jóvenes creadores escribí una novela que moví durante unos meses, pero quedó aparcada. Esa nueva novela la empecé a escribir a modo de broma, pero me la tomé muy en serio. En 2014 puse el primer punto y final y la pasé a varios lectores que le dieron sus puntos de vista. Posteriormente la corregí y puse otro punto y final en 2015 y en ese momento me enteré de que Alberto Olmos iba a ser el nuevo editor de Caballo de Troya, que cada año apuesta por un escritor invitado como editor, alguien que sabe qué pasa en el mundo literario joven. Yo había seguido a Olmos, había leído sus libros y su blog. Supe que si este libro gustaba a alguien tenía que ser a él porque yo he crecido literariamente leyéndole. Se lo envié solamente a él y salió bien la apuesta. Es una ilusión la publicación, pero el hecho de estar fuera hace que no cambie mi vida.

-¿Qué ha supuesto para usted la beca de la Fundación Antonio Gala?

-Eran nueve meses encerrados en un monasterio creando un grupo de jóvenes que trabajaban distintas disciplinas artísticas, desde el cine, la fotografía, la música, que creamos un vínculo muy fuerte y en mí generó la rutina de escribir de manera diaria, allí escribía cuatro horas por la mañana y otras tantas por la tarde y cuando ya he tenido que mantenerme, sigo escribiendo dos horas al día.

-Tuvo un contacto cercano con Antonio Gala.

-Es un gran conversador y aprendí de él las grandes cosas de la vida. Yo no había hablado con nadie como él. Estamos en un mundo con discursos tan homogéneos y él transmite un amor por la conversación. Es un hombre pausado, pero muy ácido e irónico. Pese a ello creo que me ha influido más como persona que como escritor. Me reconozco más influenciado por autores alemanes, húngaros o austríacos porque cuando leía sin parar, durante mi época de la carrera, devoraba las colecciones de autores centroeuropeos.

-¿Está preparando en otro proyecto literario?

-Sí, he empezado otra novela, un proyecto de varios años, y estoy intentando traducir textos que en Irlanda funcionan y que en España no hay, pero es un ámbito complicado.

-¿Cómo acaba trabajando en una tienda de libros de segunda mano?

-Realmente porque me encantó. La ciudad tiene muchas semejanzas con Zamora y la tienda tiene unos 200.000 libros, un 90% de ellos segunda mano o de ocasión que allí funciona mucho quizá porque en España llevan un precio fijo y en Irlanda los libros no tienen el impuesto del IVA. Además la librería funciona como un centro cultural porque quien va a comprar un libro antiguo también tiene acceso a los textos que se adquieran en Estados Unidos o Inglaterra junto a las novedades. Es un espacio de fomento de la compra de libros y de fomento del hábito lector.

-¿Exportable a aquí?

-Es complicado porque las librerías que hay en Zamora son distintas. Además la gente en Irlanda lee muchos más libros, es una población muy lectora porque existe una tradición lectora muy amplia, algo que en España no existe.