Hay quien lo llama exceso de codicia. En tal grado, que le habría llevado a resucitar a su abuelo y a mantener vivo a su padre. Todo para aumentar su patrimonio con dinero contante y sonante, tan fácil de conseguir que habría llegado a creer que jamás podrían descubrirle. No en vano era quien tenía el poder de supervisar cada pensión que el Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS) concedía o cancelaba en Zamora: Era el jefe de control de pensiones.

El plan perfecto se le vendría abajo hace cuatro meses. A punto de jubilarse. Su estrategia habría ido sobre ruedas. Hasta sus compañeros tenían ya organizada la comida de despedida con regalo incluido, como debe ser... Todo estaba listo para decir adiós con un expediente ejemplar, eficaz y eficiente, sin una mancha, a la que fue su casa durante décadas. Un destino perfecto, el retiro más deseado, con una cuenta corriente abultada, supuestamente, gracias a las "extras" obtenidas del INSS durante años, los necesarios para atesorar entre 500.000 y 550.000 euros, calculan los investigadores. Y lo mejor: sin que nadie sospechara. C. Ch, muy conocido en el ámbito laboral, de lo social y de la abogacía, era quien controlaba personalmente cada una de las prestaciones que el INSS otorgaba, incluso a las personas que se separaban o divorciaban y tenían derecho a ella. Quizás por eso la sorpresa fue mayúscula no solo en su propia oficina, donde se habría aprovechó, al menos, de la compañera más próxima, a quien habría llegado a falsificar la firma para mantener la farsa de que su padre seguía con vida, con derecho a percibir dos pensiones: una como autónomo, por la que había cotizado el 100% de la base reguladora; y otra del Régimen Especial Agrario (REA), de la que él se habría ocupado de pasar la base de cotización del 70% al 100%. Había que cobrar el máximo posible, según apuntan las investigaciones del Servicio Especial de Blanqueo de Capitales y la Brigada de Delincuencia Económica y Fiscal de la Policía Nacional, que derivó hace tres meses las diligencias a un juzgado de Zamora.

Y el plan perfecto se habría venido abajo como una torre de naipes: ¿Cómo pensar que un simple DNI daría al traste con su argucia para engordar sus ingresos?, ¿quién iba a sospechar que el banco se pusiera tozudo con conocer en persona al titular del DNI de su padre, quien cobraba la pensión a través de su oficina? Primero la ley sobre blanqueo de capitales -sin esa identificación el banco amenazaba con cerrar la cuenta de su padre- y después la insistencia del empleado del bando en conocer al difunto desbarataron, de un plumazo, el futuro apacible de quien pretendía ser un jubilado más del INSS, anónimo, reconocido por su trabajo limpio y tenaz.

Pero la entidad financiera le habría hincado el diente y, para no descubrir la estafa, la apropiación indebida de al menos medio millón de euros de que se le acusa, terminaría por falsificar con meticulosidad el DNI de su padre, indican las diligencias. Solo habría pasado por alto un detalle, una numeración, lo que permitió al banco descubrir que se habían manipulado los datos y aumentar sus sospechas. La denuncia al Servicio Especial de Blanqueo de Capitales permitió concluir que su padre había fallecido en el año 2011 y que lo habría mantenido con vida durante cinco años para continuar percibiendo la pensión, cantidades que anualmente llegaron a sumar los 48.000 euros, según ha podido saber este diario de fuentes de la investigación. Por supuesto, el acusado tenía acceso a la cuenta del progenitor donde el INSS ingresaba cada mes la prestación, podía disponer del dinero, apuntan la mismas fuentes.

Pero la avaricia rompe el saco, dice el refrán. Y la de C.Ch. se remonta mucho tiempo atrás. Atónitos se quedaron sus superiores, para quienes era un funcionario de total confianza, cuando supieron que no fue el único familiar fallecido del que habría estado cobrando la pensión tras su óbito. En 1999, cuando ya era jefe de control de pensiones, el intachable empleado público habría decidido resucitar a su abuelo, muerto cinco años antes, y habría rehabilitado su pensión. El engaño habría ido tan lejos como para convertir la prestación en una de gran invalidez, de las que no cotizan en Hacienda y permiten percibir al beneficiario el 150% de la base reguladora, que también habría transformado en la máxima, según las diligencias. En este caso, igualmente podía operar en la cuenta bancaria.

Las manipulación pasó totalmente desapercibida por el organismo del Estado, ajeno a los tejemanejes de quien tenía las claves para acceder a las aplicaciones que permiten cerrar y abrir pensiones. Quien terminó investigado y denunciado en el Juzgado, donde se le imputan varios delitos, entre ellos dos de apropiación indebida y otros de falsificación de documento público, no tenía superiores que supervisaran su trabajo, era el máximo responsable de la sección. Además, podría haber falsificado un certificado judicial y otro administrativo, el de videncia del INSS de su padre que habría preparado para justificar ante el banco que su padre seguía vivo.

Sus compañeros, que se quedaron compuestos y sin homenajeado, no daban crédito a lo que sus máximos responsables se vieron obligados a contarles para impedir que se continuara con la celebración de la comida para despedir a C.Ch., una orden que sublevó al personal. El jefe ejemplar parece que habría resultado ser un ladrón de guante blanco. Por demostrarlo le queda a la Fiscalía.