Madrid, 1954. El productor aragonés Eduardo Ducay recibe el encargo de la Hidroeléctrica Moncabril de rodar un pequeño documental en la Zamora de la posguerra que llevaría por título "Carta de Sanabria". Aquella película publicitaria no encontraría otro cine que una caja en un remoto almacén. El trabajo -incapaz de maquillar la miseria que estrangulaba la preciosa, aunque desfigurada comarca sanabresa- no podía mostrarse. Tuvo que transcurrir más de medio siglo para dejar que la luz de un proyector atravesase por primera vez el vetusto celuloide. El olfato de Fernando López Hepténer le permitió rescatar el material de entre los archivos de la Filmoteca Española. Los vecinos de San Martín de Castañeda, algunos de ellos improvisados actores de la cinta, fueron los primeros en visionarlo hace siete años. La emoción, atrapada solo por un elocuente silencio, conquistó la sala.

Ducay no viajó solo a Sanabria. Antes de iniciar la expedición, recurrió a un amigo, un joven estudiante de la Escuela de Cine de Madrid llamado Carlos Saura. Al incipiente director no le pareció mala idea descubrir una remota comarca que lindaba con las montañas portuguesas. Pero al llegar allí, su percepción -la idea que había fabricado en el largo viaje desde Madrid- cambió completamente. Ante Saura se erigía la deprimente, la mísera realidad que el estudiante había descubierto en el estremecedor documental "Las Hurdes, tierra sin pan" de Luis Buñuel.

Antes que director, Saura era fotógrafo. Con solo nueve años, el aragonés tomó prestada la cámara de su padre para retratar a una niña, vecina de su casa en Madrid, "de la que me había enamorado". Aquella experiencia llevó a Saura a descubrir el valor de la fotografía como "testimonio". Y ahora se encontraba allí, en Sanabria, a pocos metros de un niño "encajonado" en un rústico, primitivo y exiguo parque infantil fabricado con unas pocas maderas desbastadas. Esta vez el joven Saura, que algo más de una década atrás había errado al enfocar a su primer amor, no falló el disparo.

¿Qué hacía aquel niño allí? "Saura siempre creyó que quizá los padres se encontraban en el campo trabajando y no tenían otro lugar donde dejarlo". Lo aclara Oliva María Rubio, comisaria de la exposición fotográfica "España, años 50", la colección de un centenar de instantáneas que Zamora tendrá el privilegio de acoger en La Alhóndiga desde el próximo jueves, 13 de octubre. Entre ellas, catorce retratos de la Sanabria de mediados de siglo, "Las Hurdes" de Carlos Saura. Documentos históricos que adquieren especial relevancia -y de esto es consciente el propio autor- porque muy pocos años después, en 1959, la rotura de la presa borraría del mapa el pueblo de Ribadelago.

La muestra -organizada por el Ayuntamiento y patrocinada por Caja Rural, con la colaboración del Club de LA OPINIÓN-EL CORREO- fue estrenada el pasado mes de febrero en la localidad francesa de Bayona. "Saura acababa de ver cumplido el sueño de reunir en un libro el trabajo fotográfico que había elaborado en la España de los cincuenta. La exposición era el complemento", precisa Oliva María Rubio, directora artística de La Fábrica.

La elección de un barrio de Bayona no fue arbitraria. Allí residen numerosos emigrantes españoles y portugueses, algunos de ellos no pudieron reprimir las lágrimas al redescubrir la España del hambre. Como entonces, el propio Saura "bautizará" la muestra con una conferencia en el Club del periódico el próximo jueves.

En los años cincuenta, el país comenzaba a superar el hermetismo en el que se había sumido, tras un severo inicio de centuria marcado por la Guerra Civil que partió en dos la piel de toro. "Se produce una especie de llamada de España al exterior. Fotógrafos de aquí y de fuera comienzan a recorrer los pueblos de España. Saura estaba en esa corriente", afirma Rubio. Curioso que el país de la miseria que avergonzaba a sus propios moradores comience a despertar el interés de otros países. "Con el tiempo nos hemos dado cuenta de que esto no solo ocurría aquí, como se aprecia en la fotografía neorrealista de Italia. Aquellos pueblos tan degradados no eran exclusivos de nuestras fronteras, pero España tenía ese grado de atracción", revela la comisaria.

El trabajo iniciado por fotógrafos como Ramón Masats, Català-Roca o Joan Colom enseguida llamó la atención de sus colegas extranjero con la "apertura" de las fronteras todavía en tiempo de dictadura. Un hecho marcará un antes y un después en las coberturas informativas sobre la España de Franco. El retratista Eugene Smith coloca un polémico reportaje sobre el municipio extremeño de Deleitosa en la portada de la revista americana Life. Henri Cartier-Bresson, Brassaï o Inge Morath -que recorrió el país de punta a punta en varias expediciones, una de ellas a Zamora- tomaron el testigo.

A Saura le llegó el momento cuando la familia adquirió una casa en Cuenca. La enfermedad de su hermano Antonio, que padecía tuberculosis, convirtió en constantes los viajes a la ciudad manchega. El contacto con los pueblos de la zona, de donde procede gran parte de su trabajo fotográfico, fue solo el prólogo de los viajes a Castilla, a Zamora, a Andalucía. Las gentes, las tradiciones, los festejos taurinos o la Semana Santa eran objeto del objetivo de Saura. El cineasta "siempre fue un hombre curioso" que inmortalizó a aquellas gentes. Oliva María Rubio precisa que el acercamiento llegó desde la empatía del autor, quien logró transmitir un mensaje de optimismo pese a la crudeza de retratar a mujeres prematuramente envejecidas, rudimentarios medios de transporte tirados por mulas, la España de las calles sin asfaltar. El resultado fue una colección que revelaba "el carácter sobrio, honesto y trabajador del pueblo español". Era el país de las gentes que no se rendían, del "tirar para adelante" pese al árido panorama.

La actitud de Saura no fue, sin embargo, la de Cristina García Rodero o Rafael Sanz Lobato, la esforzada generación de los setenta que recorrió el país en Seiscientos en busca de documentos históricos. "Para Carlos Saura aquel trabajo respondía a su interés por conocer el país", precisa la comisaria de la exposición. Sin embargo, los caminantes que Sanz Lobato inmortalizó en Bercianos ataviados con la mortaja, las mujeres rezando bajo el luto, conectan de manera inequívoca con la España en blanco y negro de Saura.

De las circunstancias que condicionaron el trabajo hablará Saura en Zamora el próximo jueves en el estreno del Club. Pese a la fuerza de las imágenes, serán muchos los zamoranos que acudan al paraninfo del Colegio Universitario para escuchar al Saura director de cine. "Es irremediable. Películas como La prima Angélica, La casa o Cría cuervos son parte de nuestra historia, fundamentales para conocer una España muy especial", sostiene la comisaria de la exposición, que sirve precisamente para descubrir al Saura fotógrafo. "Carlos tiene una colección de más de mil cámaras en su casa de Madrid", revela Rubio. Todo un museo.

Pero, ¿cuál es el verdadero mensaje que trae "España, años cincuenta"? "Cuando se habla de Las Hurdes, a los extremeños no les gusta nada, pero para avanzar hacia el futuro, tenemos que conocer y afrontar nuestro pasado", sugiere Oliva María Rubio.