Cuenta Ara Malikian que en su vida hubo "un antes y un después" tras descubrir el jamón ibérico en España. Y que no entiende cómo algo "tan delicado y exquisito" puede mezclarse con los "picos" (unos rústicos taquitos de pan). El violinista -que se ha revelado también como un gran contador de historias- recurría a tan inverosímil deleite gastronómico -a su juicio- para contar al público que en su concierto ofrecería piezas de jamón ibérico -de artistas consagrados- con "picos" de producción propia. A juzgar por la actuación de dos horas largas ofrecida la noche del domingo en el Castillo de Zamora se puede decir que, de principio a fin, fue ibérico de suprema calidad. Sacralizado cuando aún no ha cumplido los 50 -Beirut, 1968- el músico libanés de origen armenio y nacionalidad española coronó una actuación memorable, donde los sones de su violín y una orquesta a la altura del genio se tornaron en música celestial. Fue un concierto inclasificable, a la altura de un virtuoso que solo con la talla de Malikian puede armonizar "El Zapateado" de Sarasate con "Mosirlou" de "Pulp Fiction", la célebre "Zyriab" de Paco de Lucía, Led Zeppelin, Vivaldi o la danza de "La vida breve" de Falla. Por muy irreverente que pueda parecer en ciertas interpretaciones, es sumamente riguroso y eso le ha ganado el respeto del público. Escuchar a Malikian es un primor, pero hay que ver al genio moverse por el escenario, como un duendecillo inquieto y travieso, para armar el cuadro completo de su actuación. Fuera de los focos es sumamente tímido y esto resulta increíble cuando proyecta un torrente de energía que se torna en mar en calma al son de una sobrecogedora composición en recuerdo del genocidio de Armenia de 1915 y de todas las masacres posteriores que ha sufrido la humanidad. Siria sin ir más lejos. "Está pasando y el mundo asiste a esta tragedia como si no fuera con él" vino a decir. Malikian también fue un refugiado, huyó con 15 años de la guerra del Líbano y cuenta que el violín y un padre en extremo exigente que le metió el instrumento por las entrañas, le salvaron. El cuento-concierto reveló una existencia de lucha y esfuerzo desde bien joven, que Malikian narra sin estridencias, bajito, con humildad. También con las palabras precisas y una socarronería de troncharse. El fondo es otra cosa, es la historia de un chaval que vagó por Europa -Alemania, Londres y ahora España, donde consiguió la nacionalidad no sin trabas- con el violín como único valedor. Hace poco más un año fue padre por primera vez y de aquello nació el "Vals de Kairo", una delicada composición con un ritmo desconcertante que incorporó al concierto de Zamora. Hasta se inventó una "Rapsodia n.º 5 Zamorana", un guiño más a un público entregado al que no paró de dar las gracias. "Son muy majos" concedió. Hubo mucho más. Y en esto que llegó el final que nadie deseaba. Se apagaron las luces y sonó el "Aria" de Bach. Fue el último regalo de Ara Malikian.