En plenos años 80, una mujer dibujada con trazos cortos y silueta natural sufrió un «clic» en el cerebro que rompió todas las cadenas de su vida sexual, un pequeño sonido que dejó aparecer, en cierto modo, la idea de una mujer moderna libre en su sexualidad. El creador de tal ser, Milo Manara, es el que aparece ahora dibujado en la eterna imaginación de Ana López que, al terminar su carrera audiovisual, entró en una productora pornográfica con la esperanza de conseguir, como Manara, un «clic» que cambiara todos los prejuicios que aún existen sobre esta industria.

Ana es la única mujer que trabaja detrás de las cámaras en su empresa. Probablemente, también lo sea en toda la industria pornográfica española. «Una vez, un profesor de mi carrera nos dijo: "Solo hay dos sitios donde podéis encontrar trabajo seguro la pornografía y las telenovelas latinoamericanas"», cuenta. «Madrid me quedaba más cerca. Y me lancé».

Ahora, la joven trabaja editando y, en ocasiones, grabando. Recuerda a todo detalle la primera escena detrás del objetivo y cuenta, entre risas, cómo a los 10 minutos estaba más centrada en el encuadre que en lo que ocurría en la cama. «Lo primero que grabé fue sexo anal. Me impresionó bastante, pero después era casi como contar un documental de naturaleza», añade.

Uno de los tópicos que sobrevuelan el porno es que si una mujer se mete en la industria es para ser actriz, mientras que los hombres que idean las escenas son considerados depravados. Nada más allá de la realidad. «La gente no está bien informada sobre lo que es la pornografía», lamenta. «Me tratan como una más, nadie me ha hecho un comentario sexista ni me ha invitado a grabar. Estoy orgullosa de haberme lanzado porque es como un trabajo cualquiera». Con su voz alegre y la experiencia de quien no se acorbada por nada, ella es capaz de desmentir cada uno de los mitos que se oyen día a día.

Tráfico de menores. «La sociedad cree que aquí corre el dinero a raudales, que nos emborrachamos, y para nada es así. A veces el trabajo, como cualquier otro, llega a ser hasta aburrido», aclara Ana, quien considera que la idea es retroalimentada por escándalos como el de Torbe -el conocido «rey del porno amateur»-, detenido y acusado de agresión sexual, tráfico de menores y blanqueo de capitales. Ana, insiste en que su oficina nunca ha visto un gramo de droga ni chicas obligadas. Todos los contratos están firmados, los DNI originales registrados y las condiciones explicadas. «Cuando vi cómo cubrieron el tema de Torbe, dejando el porno como si fuera un delito, me sentí, como mínimo, una traficante de órganos», relata la joven.

Además, la zoofilia, la pederastia y las simulaciones de violación quedan fuera de los planes de su jefe, quien «tiene una vida completamente normal. No todos tenemos ese ápice oscuro», aclara.

En cuanto a las enfermedades de transmisión sexual, las analíticas se llevan al día. Además, las escenas se desarrollan casi siempre con preservativo para, así, evitar normalizar el sexo sin protección.

Actrices desesperadas. No todas tienen un pasado oscuro o una adicción al sexo. Según Ana López, suele haber tres tipos de actrices, sin primar unas sobre las otras: las que han tenido una infancia difícil, las que lo ven como dinero rápido y muchas otras que son «personas liberadas», que lo disfrutan y se lo toman como profesionales. «Hay muchas mujeres que lo hacen por probar y es con las que más agradable resulta el trabajo, porque tienen las cosas claras». Muchas veces, las chicas quieren ocultar su identidad. Esta necesidad aparece debido al miedo a ser tachadas de viciosas o busconas, adjetivos comunes en las bocas de los que, irónicamente, consumen lo que ellas protagonizan. «Nos llaman muchas menos actrices que actores por el temor al qué dirán», indica Ana López mientras relata cómo, en una ocasión, alguien le confundió con una actriz por el simple hecho de ser una mujer en ese entorno. No obstante, confiesa que a veces ha intentado convencer a algunas jóvenes que no han cavilado lo suficiente de que con el tiempo puede que se arrepientan. «Aunque intentemos que el vídeo desaparezca, no sirve de nada. Una vez subido, estará pirateado en páginas gratuitas», explica.

Las mujeres no ven porno. Existe la idea de que la pornografía es únicamente un mundo para hombres. Sin embargo, las mujeres también se interesan por la industria, se masturban y compran juguetes. «A nosotras también nos gusta ver escenas de sexo y cumplir sus fantasías. No hay nada de malo en ello», aclara. Sin embargo, reconoce que «la pornografía que todo el mundo consume» está hecha desde la perspectiva del hombre. «Hay películas normales que tienen escenas mucho más eróticas que las porno», señala Ana López. «Mi idea es que sea igualitario, más para los dos. ¿Por qué grabamos una escena en la cama desde los ojos del hombre y no desde los de ella?».

Ya hay algunas que se han atrevido a apostar por una pornografía más erótica, más cinematográfica: la sueca Erika Lust es un icono para Ana López, a pesar de creer que debería deshacerse del romanticismo. «Me gusta porque hay un argumento, no es solo un corte y de repente sexo muy de cerca». Ella misma cuenta que a veces ha propuesto al director ideas nuevas, más cercanas a ambos sexos, y que en algunas ocasiones se le ha escuchado.

El porno no es necesario. Una parte de la sociedad defiende que la pornografía sólo sirve para contaminar el pensamiento y que lleva a sus consumidores a no estar satisfechos nunca con el sexo. Para Ana López la privación de ver el sexo con normalidad es, precisamente, lo que lleva a la demanda de escenas degradantes. De hecho, cuenta cómo una vez entró en varias páginas de relatos para documentarse y se fijó en que la mayoría tenían que ver con violaciones, incesto o las dos cosas. «Eso habla mucho de la sociedad en que vivimos. Nos meten miles de tabúes desde pequeños», explica. «Si dejáramos de crear tantas emociones frustradas, no existirían las escenas que a veces encontramos en Internet». Es ahí donde ella considera que existe el cambio, en romper ese círculo vicioso de los que consumen porno en secreto y luego critican a los que lo fabrican e, irónicamente, terminan alimentando los tabúes y creando fantasías cada vez más violentas. Quizá en un tiempo Ana López logre conseguir ese «clic» que altere todo de nuevo.

«Mi labor consiste en tomar planos generales y editarlos»

Ana López trabaja en la edición de los vídeos. En ocasiones, también graba. «Mi labor consiste en tomar planos generales para, posteriormente, editarlos en los ordenadores», explica. Además cuenta que no tardó más de una semana en ponerse a editar y que el hecho de haber participado «tan activamente» desde el principio es suficiente para estar orgullosa ya que, hoy en día, «hacer algo más que llevar cafés en una productora es complicado». En la foto, el rodaje «amateur» -con cámaras caseras y sin corte- de una de las escenas.