El ocho de agosto de 1948 el Ayuntamiento de Zamora aprueba una moción para declarar hijo predilecto de la ciudad a Carlos Pinilla junto a otros ilustres zamoranos. Aquel cargo, avalado por halagos que prácticamente convertían al político en santidad, es el que con mayor facilidad puede revocar el Ayuntamiento, que se limitará en el próximo pleno a abrir el expediente oportuno para valorarlo, dotarlo del pertinente estudio y, finalmente, llevarlo a votación de los concejales.

Hasta hoy nos llega el acta de aquella lejana sesión en la que Pinilla Turiño no pudo recibir más piropos. Su ejercicio como gobernador de Zamora y León, su paso por el ejército, su actitud y personalidad le granjearon ofertas de distintos ministerios en la etapa de la dictadura. "Su delicadeza por un lado y por otro su gran modestia rehuyen aceptar otros ofrecimientos", expone la memoria justificativa del reconocimiento.

Su paso por el Ministerio de Trabajo supuso para la provincia la llegada de algo más de tres millones de pesetas para atender "diversas regiones donde el hambre hacía acto de presencia". Aunque, prosigue el texto, "no conforme con esta ayuda ingente, quiere imitar a san Juan Bosco y san Francisco de Sales, aquellos apóstoles de la ternura y del amor, creando en Zamora las Escuelas Salesianas donde se educaron cientos de escolares, pobres en su mayoría".

Cabe suponer un sonoro aplauso en aquella sesión del Ayuntamiento. Ahora, casi siete décadas más tarde, el salón que representa la voluntad de los zamoranos debatirá mantener la distinción o retirarla pese a aquella colección de generosos halagos.