Hace apenas unos meses se cumplían treinta años del histórico cambio en el callejero de Zamora promovido por el gobierno del socialista Andrés Luis Calvo. Un giro de 180 grados en las nomenclaturas de las calles de la capital que buscaba limpiar los restos franquistas y recuperar los nombres anteriores a la contienda nacional mucho antes de la aprobación de la Ley de la Memoria Histórica. Fue el 17 de julio de 1985, cuando el Pleno aprobó con los votos a favor de trece ediles del PSOE y la abstención del único representante del CDS el documento elaborado por el historiador José Andrés Casquero para el cambio de nombres en más de medio centenar de calles. Los once concejales de Alianza Popular decidieron no acudir a la sesión.

Aquella reforma en el callejero hizo desaparecer del mapa de Zamora a singulares personalidades del régimen de Francisco Franco. Nombres que fueron sustituidos, en mayor medida, por personajes zamoranos del mundo de las artes, las letras y las ciencias, aunque también con recursos de la toponimia tradicional o, simplemente, con personajes de trascendencia en el desarrollo de la humanidad.

Como no podía ser de otra manera, la criba comenzó con el mismísimo Franco. Así nació la avenida del Príncipe de Asturias para sustituir a la avenida del Generalísimo. La plaza de las Milicias se convirtió en la plaza del Mercado; la de Martín Álvarez en la plaza del Maestro; el parque de Mola pasó a ser parque del Castillo; la avenida de José Antonio se hizo avenida de Alfonso IX; el pasaje de Muñoz Grandes se convirtió en Ursicino Álvarez; la calle del general Mola (que repetía) cambió hacia Santiago Alba Bonifaz; el general Aranda le dejó paso a Alonso de Tejada; Gutiérrez Rivero cedió el testigo a Candelaria Ruiz del Árbol; y Ramiro Ledesma pasó a ser Obispo Acuña. Y estos son apenas unos pocos ejemplos de aquella "revolución" de julio de 1985.

La eliminación de restos franquistas, no obstante, va más allá de las calles de la ciudad. Durante muchos años, edificios y monumentos lucieron engalanados con todo tipo de simbología que recordaba a la dictadura de Francisco Franco. Uno de los ejemplos más claros fue, quizás, la Puerta del Pescado, reconvertida en Monumento a los Caídos tras añadirle una cruz y posteriormente reubicada en la carretera de Salamanca libre de símbolos relacionados con el régimen. Igualmente, se retiró también un águila de San Juan en el edificio de Correos, en la confluencia entre calle de Santa Clara y calle Benavente.

Tal y como establece la Ley, la obligación de retirar la simbología franquista es competencia de la institución a la que corresponde el edificio. Por ello, explica Francisco Guarido, el Ayuntamiento de Zamora no puede actuar sobre la placa de los juzgados, al ser competencia del Estado. Igualmente, quedan algunos restos como el Ferrol del Caudillo de los Almacenes Olmedo, en plena Santa Clara, o el yugo y las flechas de numerosas placas de edificios de Los Bloques o casi de cualquier rincón de la ciudad donde se edificara durante la dictadura. Simbología no retirada, quizás, por formar parte de la misma esencia de un estilo arquitectónico

La determinación de eliminar las calles de Carlos Pinilla y Alfonso Peña es un capítulo más de esa preocupación de los gobiernos municipales, generalmente de izquierdas, por eliminar cualquier vestigio del franquismo que siga en pie. El actual equipo de Guarido lo tiene claro: seguirán investigando para erradicar de una vez por todas todo lo que huela a dictadura.