Ilusión y proyectos. Y, sobre todo, la necesidad de trabajar condujo a Alexandro Croitor, Alex, hasta España. Carpintero en su país de origen, Moldavia, las dificultades para sobrevivir y la buena experiencia de sus tíos en tierras españolas llevaron al joven a arriesgarse.

Decidió emprender la aventura de la inmigración con 23 años, una travesía con final feliz hasta que "todo se torció". La crisis económica, que comenzó a arreciar en España con fuerza en 2008, le despertó de un sueño que hasta entonces se había convertido en pura realidad con trabajo abundante, "aprendí varios oficios", que le permitió vivir sin aprietos, perfectamente integrado, con papeles, legalizado.

Pero el trabajo comenzó a escasear y se vio en un callejón sin salida. De nuevo la imposibilidad de sobrevivir le golpeaba. "Estaba desesperado, y la necesidad" le llevó a delinquir. "Me propusieron llevar "un paquete" de un lugar a otro y acepté. No le quito gravedad al delito que cometí, lo hice estando sobrio, pero no tenía otro remedio en ese momento". Por supuesto que se arrepiente, "debí volver a mi país y esperar a que mejorase la situación económica. No lo pensé bien, ahora soy consciente".

El camino más fácil truncó más de cuatro años y medio de su vida, "perdidos" en la cárcel de Topas, a donde llegó asustado. Nunca antes había tenido contacto con el mundo de la delincuencia, no tenía antecedentes policiales ni penales. Pero a la experiencia también le saca su lado positivo: "aprendí tolerancia, positividad, a tener paciencia, hay que ser muy paciente en la cárcel; a confiar más en las personas, no en todas, claro; a trabajar en equipo y a adaptarte al colectivo". La prisión "es una buena escuela, a la que ni por asomo quiero volver".

Alex está decidido a dejar atrás esos años tenebrosos, ha tenido mucho tiempo para pensar. Ya ha dado los primeros pasos, una vez conseguidos, primero los permisos de fin de semana, después el tercer grado y, ahora, la libertad condicional que, si el recluso no tiene arraigo, es decir familia, fuera del centro penitenciario no podrá disfrutar plenamente, tendría que quedarse en Topas o alojarse en el Centro de Inserción Social (CIS ) de Zamora.

De la mano de la Asociación de Desarrollo Social de Zamora (ADES), que le avala a través del programa Reincorpora, subvencionado por la Obras Social de la oficina de "la Caixa" en la calle de Santa Clara, ha podido dejar el CIS, dependiente de Topas y donde los reclusos de tercer grado acuden a dormir.

Segurísimo de que "no volveré a pisar el mismo charco", reivindica el derecho de los expresidiarios "a volver a ser útiles y a recuperar su vida. No somos basura, es muy doloroso sentirse rechazado".

El joven moldavo de 34 años vive desde hace poco más de un mes en un piso, en Zamora, que comparte con otro exinterno de Topas que está ya trabajando, ambos bajo la responsabilidad de ADES, que antes les ha formado a través de otro programa Incorpora para la inserción laboral de personas en riesgo de exclusión social, financiado también por "la Caixa". Alex estudió agricultura durante diez meses, aunque cualquier empleo le sirve, convencido de que "voy a conseguir trabajo", decidido a luchar "para recuperar mi vida". A lo largo de la formación, ADES valora la evolución del alumno, si se adapta y no es conflictivo, para, una vez concluida y siempre que no tenga familia o amigos con los que poder alojarse, derivarles al piso que la Asociación tiene alquilado, por el que han pasado en este año 10 personas y 15 a lo largo del ejercicio anterior. "Pueden estar una semana o dos, o meses", explica Patricio Alonso, representante de ADES, "el tiempo necesario hasta que puedan tener recursos propios". En definitiva, "trabajo".

Alex, que va todos los meses a firmar al CIS, donde le hacen un seguimiento -hasta que concluya el periodo de libertad condicional-, ya ha echado currículums para trabajar de lo que sea, "de peón cárnico, peón agrícola, carpintero...", el joven moldavo pide una oportunidad.

La Asociación tiene en la actualidad a 20 alumnos del centro penitenciario de Topas formándose, haciendo prácticas en empresas, todos reinsertados y ninguno de ellos en prisión", están en el CIS y desarrollan la parte práctica del curso de agricultura que reciben, con cargo al programa Incorpora. Es el propio Centro de Inserción Social el que deriva a esta organización presos para que les ayude a buscar trabajo, no todos realizan los cursos de formación, ni todos pasan a alojarse en el piso, que funciona desde hace dos años, con un resultado óptimo. El nivel de reinserción es absoluto, explica Alonso. A lo sociedad le diría, concluye Alex, que "nadie está libre de cometer un delito, a cualquier persona le puede pasar. Queremos volver a ser útiles", reitera.