Un contrato "de persona normal", como ella misma describe, fue lo que le hizo decidirse por cambiar de rumbo en su vida y coger un avión hacia México. Irene Martín del Estal, licenciada en Bioquímica y con un máster en medicina molecular, se fue de la mano de su jefa en la Universidad San Pablo CEU de Madrid para continuar con su investigación sobre factores de crecimiento con la hormona IGF-1. "Me tuve que decidir: o seguir en el CEU incorporándome de forma obligada a un nuevo grupo de investigación o comenzar esta nueva andadura con mi jefa, que había demostrado mucha confianza", recuerda.

El trabajo que le ofrecían en la universidad de Monterrey "era un contrato profesional, no de becaria, con sus prestaciones, aguinaldo y fondo de ahorro. Además, el salario era mucho mayor que en Madrid. Por todo eso, y tras consultarlo con mis padres y muchas lloreras, ya que me separaba de mi familia, a la que estoy muy apegada, decidí subirme al barco de esta nueva aventura", añade.

No iba sola, ya que al grupo se unían otros dos compañeros españoles, con los que descubrió el país mexicano nada más aterrizar. "La primera impresión fue muy buena, llegamos a la capital y nos gustó mucho la ciudad. Nos empapamos de la comida y cultura mexicanas", resume. Después llegó el momento de instalarse en Monterrey, buscar alojamiento y comenzar a trabajar. "Los primeros días fueron demasiado caóticos, comenzamos viviendo en un hotel mientras mirábamos pisos y empezábamos en la universidad, pero luego todo mejoró", apunta.

Describe su ciudad de acogida como poco turística, peo muy bonita. "Está rodeada de montañas y cerros y es muy grande, las distancias son enormes y dependes totalmente del coche. Aquí es cuando extraño mucho Madrid y sobre todo San Martín de Castañeda, mi pueblo, donde puedes salir a pasear tranquilamente", señala.

El trabajo llena su día a día. En el Instituto Tecnológico de Monterrey colabora en la coordinación de programas de doctorado de la Escuela Nacional de Medicina y es profesora del departamento de Ciencias Básicas, donde imparte clase de Biología Celular y Metabolismo y de Bioquímica Funcional. En cuanto a su trabajo de investigación, en este año y medio su equipo ha comenzado a establecer nuevas líneas de investigación sobre la deficiencia de la hormona IGF-1, que afecta al crecimiento. "Hemos empezado desde cero con una colonia de ratones deficientes en esta proteína y esta línea de investigación está siendo fructífera, porque nos permite estudiar diversas condiciones de deficiencia parcial de IGF-1 en ratones que ocurren en los seres humanos, como cirrosis hepática, envejecimiento o síndrome de Laron", explica. "Se ha observado que el tratamiento sustitutivo con dosis bajas de IGF-1 en estas condiciones en ratones y humanos tiene efectos beneficiosos y de esta forma podremos extrapolar los resultados obtenidos en nuestro modelo experimental a personas". En la actualidad, el equipo de investigación de la zamorana se encuentra inmerso en establecer nuevas condiciones de estas deficiencias tanto en protocolos de humanos como de ratones "como son el crecimiento intrauterino retardado, que será mi próxima tesis doctoral, el síndrome metabólico y el síndrome de ovario poliquístico", enumera satisfecha porque "estamos empezando a tener mucho trabajo en marcha y mucha gente involucrada, tanto licenciados como doctorados".

Comparando la personalidad de españoles y mexicanos, reconoce que "hay más cosas que nos unen de las que parece, la cultura y la religión son casi las mismas". Eso sí, los mexicanos siguen conservando la sonrisa. "Los españoles nos hemos vuelto muy secos y quejones. Aquí son muy amables y serviciales, algo que se ha perdido en España", indica. A pesar de ello, todavía sigue echando de menos muchas cosas de su tierra, sobre todo familia y amigos. "Extraño mucho la comida: las lentejas y la fabada de mi abuela, la empanada de acelgas con chorizo y tocino típica de las fiestas del pueblo, la panceta, que es imposible encontrar aquí, o el jamón", enumera.

Tras año y medio en México, agradece al país la oportunidad de tener un contrato "indefinido y con prestaciones", algo que no encontraba en España. "Para alguien con mis estudios y que se quiere dedicar a la investigación, es impensable. La mayoría de mis amigos o no tienen trabajo o están estudiando otra cosa o se están peleando por una beca que, con suerte, no van a cobrar más de mil euros y que cuando finalice lo más seguro es que los echen a la calle. Lo que me ofrece México en este momento es estabilidad, tanto personal como profesional", compara. Su vida ha cambiado de tal manera que incluso se va a casar con su pareja, un mexicano, el próximo diciembre. "En estos meses me han pasado muchas cosas y todas buenas; subirme al avión ese 2 de enero de 2015 fue la mejor decisión que tomé en mi vida".