Desde hoy y hasta el próximo día 30 puede verse en la sala de La Encarnación la exposición que la Cofradía de Caballeros Cubicularios y la Armada Española dedican a Cesáreo Fernández Duro (1830, Zamora-1908, Madrid). No deja de ser una paradoja que quien fuese un marino ilustre viese la luz en este "mar de tierra" que es Castilla y León, si bien nuestro paisano no fue un "marinero de agua dulce", pues desde su primer destino como guardiamarina, con tan solo diecisiete años, navegó por mares y océanos, participando en viajes y acciones de guerra en las que fueran últimas posesiones de nuestro imperio colonial de ultramar. Pero sin menospreciar su brillante hoja de servicios, que culminó con el grado de capitán de navío, su memoria está asociada a su labor como historiador y hombre de ciencia, interesado por la geografía, la exploración y los viajes. Su competencia y formación le valieron cargos y misiones diplomáticas y técnicas en exposiciones y congresos, siendo miembro activo de las sociedades Geográfica de Madrid -de la que fue presidente-, Española de Africanistas, y numerario y honorífico de otras muchas de España, Francia, Bélgica y América. Su vida, intensa y fructífera, alumbró una polígrafa y monumental obra, que sigue siendo un referente obligado en el conocimiento del pasado de nuestra Armada, de la presencia española en América y de su Zamora natal. Suyas son obras tan emblemáticas como la "Historia de la Armada Española", "Disquisiciones náuticas" (en parte traducidas al alemán), "Estudios Históricos sobre el reinado de Felipe II", "La Marina de Castilla", o "La Armada Invencible", por citar las más extensas, además de contar con una larga nómina de heterogéneos trabajos, entre los que cabe citar la muy popular "Cocina del Quijote", varias veces reeditada, y otros que tratan sobre la industria pesquera, la cronología, los naufragios, la calafatería o los pormenores y protagonistas del descubrimiento de América, por no cansar con más citas bibliográficas -tiene en su haber cerca de cuatrocientas-, que el interesado podrá encontrar en el "Estudio crítico" de Mariano Cuesta Domingo.

Numerosas y relevantes lo fueron asimismo sus aportaciones a la historiografía zamorana. Su ágil pluma dio fuste a los incipientes estudios locales, siendo numerosas y relevantes sus aportaciones a la historiografía zamorana. Su "Colección Bibliográfica-Biográfica de noticias referentes a la provincia de Zamora", premiada por la Biblioteca Nacional en el concurso público de 1876, e impresa a expensas del Estado en 1891 (Madrid, Imprenta de Manuel Tello) de alguna manera define su metódica personalidad. Trabajo sistemático de recopilación, a la par que "deuda sagrada" contraída "con el suelo que le dio cuna", por utilizar sus mismas palabras, es una cabal muestra de su labor investigadora, curtida en la búsqueda de fuentes en la Biblioteca Nacional y en el archivo de Real Academia de la Historia, de la que fue miembro de número y secretario perpetuo. Este ambicioso y pionero trabajo de catalogación de cualquier información, manuscrita o impresa, sobre asuntos generales y particulares de la provincia, le habría de servir para escribir su obra más emblemática, las reputadas "Memorias Históricas de la ciudad de Zamora su Provincia y Obispado", que en cuatro tomos de octavo publicó, en 1882, el establecimiento tipográfico madrileño Sucesores de Rivadeneyra. Fue este el primer libro que trató con rigor científico el pasado de Zamora, a partir de la consulta documental, que inició en el otoño de 1877, tras solicitar del Ayuntamiento el préstamo de los libros de acuerdos y otros papeles de su archivo. Este mítico libro, aún codiciado por los coleccionistas, no ha perdido parte de su lozanía, y constituyó para su época un intento de "historia total", con tintes románticos. De ahí que junto al discurso narrativo clásico por reinados, incorpore en cada capítulo apéndices con tablas cronológicas, transcripción de documentos de interés, además de un buen número de páginas dedicadas al estudio de asuntos tan dispares como la mujer zamorana, Peromato y La Gobierna, el voto en Cortes, la seña bermeja, el romancero, el fuero (del que hizo su primera edición), las fiestas cívicas y religiosas, las locuciones provinciales, las nóminas de corregidores o el episcopologio. Su interés por la historia local le llevó a colaborar en la revista "Zamora Ilustrada", (1881-1883), para la que escribió algunas semblanzas biográficas de personajes históricos e ilustres: el rey Alfonso IX, la infanta doña Sancha, los condes Ponce de Cabrera y Vela Gutiérrez Osorio, el conquistador Diego de Ordás, Fray Toribio de Motolinía, Pedro Enríquez de Acevedo, el médico Francisco López de Villalobos, el poeta Carlos Latorre, el general Pablo Morillo, o el obispo Tomás Belestá. Suyos son también otros trabajos de divulgación sobre la historia y la geografía provincial publicados en los boletines de la Real Academia de la Historia, de las sociedades Geográfica y de Excursiones, o en "La Ilustración Española y Americana": la iglesia de San Cipriano, antigüedades romanas, la villa de Pino del Oro, Batalla de Toro (1476), el Fuero y el Lago de Sanabria, el Nuevo Consistorio, el Puente de Zamora, el Sello del Concejo, y otros que sería pesado enumerar aquí. Por "sus brillantes trabajos sobre la Historia de Zamora", el Ayuntamiento acordó, en sesión de 24 de marzo de 1898, dar su nombre a la céntrica plaza de los Descalzos. Años después, a poco de fallecido, el municipio aprobaba colocar una lápida en la que fue su casa, encabezando la suscripción popular al efecto, propósito que no se materializó.

En 1950, a iniciativa del director del Museo Naval, señor Julio F. Guillén, y con la aprobación unánime de su patronato, se regaló a la ciudad un medallón fundido en bronce -realizado a partir de la medalla conmemorativa que en 1902 le dedicó la Real Sociedad Geográfica- con el que se erigió un modesto monumento urbano, diseñado por el arquitecto municipal Enrique Crespo Álvarez. Pero ensalzar únicamente su "zamoranismo" sería provinciano e injusto, pues la figura de Cesáreo Fernández Duro trasciende los muros de la vieja Zamora. De él puede decirse con orgullo que fue un español universal, cuya memoria vive en sus libros, muchos reeditados y por tanto aún útiles para tantos lectores. Prueba de ello son las nuevas ediciones que recientemente han realizado algunas editoriales norteamericanas especializadas en reimpresiones de calidad. Exponer ahora parte de su fecundo legado intelectual permitirá conocer, al gran público y a sus paisanos, al marino y al historiador, cuya memoria honra a España y a su patria chica.