María Antonia Herradón, responsable de la sección de indumentaria popular española del Museo del Traje, ha visitado la ciudad este viernes para poner el broche a la exposición que la agrupación La Morana ha celebrado esta semana en el Museo Etnográfico de Castilla y León. La conservadora, que atesora una trayectoria profesional de 25 años en la institución madrileña, ha dejado huella en el colectivo zamorano por su vasto saber, complicidad y ganas de conocer mejor el rico patrimonio que guarda la provincia.

-¿Cuándo nació el Museo del Traje de Madrid?

-El Museo del Traje, como tal y con ese nombre, nació en 2004, pero todos saben que la institución heredó las colecciones y el espíritu del Museo del Pueblo Español que se fundó en 1934.

-¿Qué fue de aquella institución durante tantas décadas?

-Surgió con la idea de recoger todos los testimonios de la vida tradicional que en aquellos momentos estaban prácticamente perdidos, dado que España basculaba hacia la vida urbana en detrimento de la rural, en vías de desaparición. Durante estas siete décadas, hasta 2004, el centro tuvo una vida oscura y su mayor drama fue no estar abierto al público. Se dedicó a reunir colecciones, desde la indumentaria hasta cerámica, mobiliario o aperos agrícolas.

-¿Cómo se entiende que un museo no estuviera abierto al público?

-Es difícil establecer los motivos. En líneas generales, el discurso del Museo del Pueblo Español nunca encajó con los intereses políticos de cada momento, ni en la Guerra Civil, ni en la época de Franco ni tampoco en democracia. Nunca tuvo apoyo político suficiente para ser abierto al público.

-O dicho de otro modo, había cosas más importantes en esas etapas históricas?

-No es una cuestión de importancia. El arte no necesita defensa. Lo que hoy llamamos cultura tradicional, que entonces era conocida como etnografía, sí precisaba de ese apoyo político, porque es una disciplina que refleja una parte muy importante de lo que hemos sido, y eso no coincide con la visión que el político quiere dar.

-¿No estábamos demasiado orgullosos de nuestro pasado?

-En España no hemos sido defensores a ultranza de nuestra cultura tradicional. Todavía pienso si lo somos actualmente.

-El caso del Museo del Pueblo Español es también un viaje por distintos edificios, ¿puede explicarnos las sucesivas mudanzas del centro?

-Nunca tuvo un edificio propio y no se llegó a abrir al público salvo cortísimos periodos de tiempo, como en los setenta. Ha pasado por la actual sede del Senado, en la plaza de la Marina Española. Luego estuvo en el hospital de Santa Isabel, actual Reina Sofía, y finalmente recaló en lo que empezaba a dejar de ser, en los años ochenta, el Museo de Arte Contemporáneo.

-Supongo que para una conservadora es difícil imaginar un centro cuyos pasillos y vitrinas nunca llegó a ver nadie?

-En un museo hay que distinguir dos aspectos, uno que se ve y otro que no. El Museo no estuvo abierto de manera continuada hasta 2004. Por el contrario, el trabajo interno siempre ha sido constante y muy notable, teniendo en cuenta los medios económicos, de personal y circunstanciales que ha tenido durante décadas. Siempre han llegado piezas, que se han estudiado, fotografiado y documentado en instalaciones, por otro lado, inadecuadas. Se ha velado mucho por el estado de conservación de sus fondos. Como detalle: cuando ingresé en el centro en 1991 había unas 30.000 piezas, mientras que hoy tenemos 117.000, con unos 60.000 fondos documentales. Expuesta o no, la colección siempre ha tenido un control escrupuloso.

-¿Qué ocurrió a principios de los años 2000 para que un nuevo museo tomara el relevo con un nombre que ponía el foco en el traje, la parte de un todo?

-Como no había forma de abrir el centro con el nombre original, Pueblo Español, se decidió dotarlo de un nuevo nombre que se adaptara a disciplinas académicas. Si es cierto que nunca tuvo apoyo político, el museo tampoco sintió una vinculación de tipo académico. De hecho, en los años noventa se creó un proyecto para bautizarlo Museo Nacional de Antropología y, cuando todo estaba listo, el Ministerio de Cultura decidió dar un giro de 180 grados y poner el foco en la indumentaria para alumbrar el Museo del Traje-Centro de Investigación del Patrimonio Etnológico.

-¿Cómo ha sido la vida del Museo del Traje en estos doce años?

-El cambio ha sido de la noche al día. Hoy es un museo abierto al público para mostrar un patrimonio de todos y también ha incrementado las colecciones gracias a las donaciones recibidas. Hasta la fecha, la indumentaria era un sector olvidado en nuestro país, a diferencia de Francia o museos como el Metropolitan el Victoria&Albert. En definitiva, hemos subido un escalón.

-Lo que une a Zamora con su institución es la colección Cueto. Háblenos de ella.

-La colección Cueto fue adquirida por el Estado en 1986 al zamorano Alfredo del Cueto. Está compuesta por 1.100 piezas, que han sido catalogadas, conservadas y estudiadas.

-¿Cuál cree que es su principal valor?

-Que muestra un numerosísimo conjunto de piezas de indumentaria que representa a una provincia, Zamora.

-¿Qué piezas se repiten?

-Las sayas, faldas o manteos. Abundan los mandiles, las medias? elementos imprescindibles para vestirse.

-¿Existe algún tipo de singularidad en la forma de vestir zamorana?

-Todas las indumentarias que hemos llamado populares y después tradicionales de toda España siempre tienen puntos en común y diferencias, sin excepción. En contra de lo que se piensa, la producción no estaba aislada y hay elementos que se repiten. Aunque sí es cierto que a la hora de estudiarla, se ha puesto más el énfasis en lo que las separa que en lo que las une. Cuando se habla de aspectos etnográficos, la gente de un lugar quiere ser diferente de la de al lado y muchas veces, esto no es así.