"He decidido salir del armario". El menor de edad titular de la cuenta de Twitter en la que apareció este texto acababa de perder el control sobre sus perfiles en las redes sociales. Bajo su nombre de cibernauta comenzaron a aparecer mensajes que pretendían dañar su imagen, al incorporar textos, ilustrados con fotos subidas de tono, con contenido sexual, así como otros de mal gusto u ofensivos. El adolescente se encontró con escritos e imágenes similares en su perfil de Facebook y en Instagram. El objetivo no era otro que causarle daño y desprestigio entre sus amigos en esas redes, entre quienes podían ver esas cuentas, dada el tipo de comentarios que aparecían.

El perjudicado, que era integrante de un equipo deportivo de la provincia, vio a la vez bloqueado el acceso a su Twitter, su Facebook y su Instagram, lo que le impedía entrar y borrar los mensajes con los que estaban suplantando su identidad.

Al ver que alguien no solo estaba manipulando sus redes sociales, sino que también había conseguido evitar que él mismo pudiera utilizarlas decidió acudir a la justicia y denunciar los hechos. Las investigaciones concluyeron que era uno de sus compañeros de equipo quien había saboteado sus cuentas en las Redes Sociales. Ahora, el Juzgado de Menores acaba de condenar a realizar 50 horas de trabajos en beneficio de la comunidad a ese compañeros del equipo por haber introducido un virus en el teléfono del afectado con el que consiguió las claves de acceso a las cuentas que él había creado.

El acusado, que no había cumplido los 18 años cuando ocurrieron estos hechos, cometió un delito de descubrimiento y revelación de secretos, puesto que no solo consiguió de forma ilegal las claves de acceso del Twitter, Facebook e Instagram del denunciante, sino que se las facilitó a otros integrantes del club. Las investigaciones policiales consiguieron determinar la procedencia de los diversos textos que aparecieron en las tres Redes Sociales y concluir que su móvil había sido infectado por un virus, con el que la persona que cometió el delito podía manipularlas desde otros terminales. El denunciado logró las claves para entrar en los perfiles del perjudicado al enviarle un twit que al abrirlo contenía el virus que desvelaba esos códigos.

No contento con poder controlar las redes de su compañero de deporte, el condenado decidió difundirlas para que otros menores que conformaban el equipo deportivo pudieran suplantar la identidad del titular y escribir lo que les viniera en gana, lo que ocurrió durante un periodo de tiempo suficiente como para perjudicar al dueño de esos perfiles.