Idealista confeso, el capitán de navío Ignacio José García Sánchez, subdirector del Instituto Español de Estudios Estratégicos, analiza la convulsa situación internacional actual y confía en la unión de los estados para luchar contra el terrorismo y mantener el orden en el mundo.

-Analizando la evolución de los últimos años, ¿cuáles son los desafíos actuales de la seguridad nacional?

-Hay algunos nuevos, pero la mayoría vienen de lejos, aunque tomen cuerpo ahora y la sociedad se percate de ellos. Lo que sí hay son factores diferentes. Por un lado, el movimiento de la información, la facilidad que hay para que se genere y entre en todos los sitios. Otro factor es que la juventud quiere ser sujeto y responsable de la Historia, participar en ella, ser escuchada. Un tercer elemento sería la emergencia de que cada vez más países quieren ser protagonistas de su futuro, como ocurre con China, Rusia, India o Brasil. Se oponen a la hegemonía de Occidente y quieren participar más en el orden internacional.

-¿Cómo tiene que mover ficha entonces Occidente?

-Hay que hacer acuerdos, porque nadie tiene el poder absoluto, y compartir, ceder y acomodar los nuevos poderes en el sistema internacional. En las Fuerzas Armadas nos ha sorprendido por ejemplo la capacidad militar de Rusia y su uso del ciberespacio, al igual que China, con una capacidad que ahora muestra y no oculta tanto como antes, como elemento de orgullo nacionalista. Esos dos puntos son los que ponen el acento en los desafíos del orden internacional de seguridad.

-¿Hacia dónde camina la responsabilidad de las Fuerzas Armadas? ¿Su papel debe adaptarse a los estos nuevos tiempos?

-Parece que incluso se vuelve un poco hacia atrás. Tras la caída del muro de Berlín, parecía que la capacidad de Occidente era intocable en temas de conflicto, porque la disuasión funcionaba. Ahora hay más países que quieren ser actores en esta sociedad y van ocupando un puesto, con muchas más capacidades militarmente. Tendremos que volver a pensar en el equilibrio de poderes, por más que nos duela, y empezar otra vez a escuchar. Hay síntomas de que volvemos a esa multipolaridad de antes. En el conflicto de Siria se ha dado un golpe muy duro a esa ilusión de que podíamos crear democracias en cualquier lado.

-¿Qué consecuencias tiene esa incapacidad?

-Hemos dejado muchas zonas abandonadas, que son más usadas cada vez por el crimen organizado y grupos terroristas. El efecto que se está produciendo es que cambia radicalmente cómo funciona el terrorismo, se hace fuerte ocupando terreno, como Daes. Al Qaeda actuaba y se escondía, pero ahora quiere también tener su terreno. Ocupan posiciones y se hacen visibles e incluso desafían, se sienten con poder suficiente. Así que ahora parece que la sociedad quiere unas Fuerzas Armadas que intervengan más, aunque está el problema de ponerse de acuerdo, porque sin el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas nadie quiere intervenir por cuenta propia. Así que habrá que volver a los pactos y la coordinación para enfrentarse a esa amenaza a la sociedad.

-¿Cómo se mueve la sociedad?

-Puede caer de un lado u otro. O bien aumentar la coordinación y cohesión, el sentimiento de globalismo, de que estamos en el mismo barco, aunque ya no es invencible como creíamos. O nos vamos al lado contrario y volvemos a la Edad Media, donde la seguridad la encontramos en el primero que nos la dé, porque vemos que el Estado no puede hacer nada, está atado e incapacitado para actuar. Estamos en un momento importante para saber hacia dónde va a ir el futuro.

-¿Puede estar en peligro incluso la democracia, o es lo suficientemente sólida?

-Contra la democracia liberal por ahora el único experimento de laboratorio que se ha hecho puede estar en China, donde se crea otro sistema donde la moral y la honestidad sean las bases, con constantes renovaciones culturales. Pero no veo en el horizonte ningún nuevo pensamiento con unas cualidades que pueda superar a la democracia, con todos sus defectos.

-Respecto a la gran amenaza actual del yihadismo, ¿en qué situación se encuentra España en comparación con países como Francia o Bélgica?

-Estamos mucho mejor, primero porque tenemos un pasado muy crítico que nos ha fortalecido y preparado. También porque nuestras migraciones son mucho más latinoamericanas y culturalmente no tenemos, como en esos países, segundas y terceras generaciones de árabes y musulmanes. El defecto que tenemos es que estamos en la frontera. Esa posición geográfica nos hace más vulnerables pero por nuestra historia nos favorece mucho, aunque no hay que dormirse; es un trabajo continuo, ya que si ven algún resquicio, irán a hacer daño.

-Se acaba de conocer que Francia había alertado a la embajada española de un atentado ocho horas antes de lo ocurrido en Kabul. ¿Es complicada la coordinación de fuerzas de seguridad entre países?

-Se debe hacer algo para mejorar. Es un defecto inmenso la poca capacidad transversal, la falta de intercambio de información. Es obligatorio romper con ese soberanismo. Este tipo de fenómenos hará que la sociedad exija a sus políticos que lo hagan, porque ocurre hasta a pequeña escala. Y en seguridad no puede haber esto, tenemos que ser transparentes para tener esa flexibilidad y capacidad rápida de responder. Ahora mismo Estados Unidos se plantea que las fuerzas armadas tienen que suministrar la información suficiente a los gobiernos para que los políticos puedan decidir bien.

-¿Qué pautas hay para vencer al terrorismo?

-Se les vence desde dos frentes. Primero, atacando las fuentes de financiación, que es como murió ETA o el IRA. Después, utilizando la información para adelantarnos a sus movimientos, ser más rápidos y romper cualquier intento de acción.

-En los conflictos no nos podemos olvidar de las víctimas civiles, ¿qué opina de la grave situación de los refugiados sirios?

-Los militares lo somos por algo y esas cosas nos indignan. La sociedad se escandaliza por un niño muerto en la orilla de una playa, pero yo llevo viendo este problema desde hace cinco años, sumando muertos y refugiados, sin hacerse nada. Se te cae el alma a los pies. Se supone que deberíamos estar ahí evitando esas tragedias, pero el verte inoperante es duro. A veces hemos sido los únicos que podíamos estar en los lugares de conflicto, ayudando con todos los medios que tenemos. Sin esa actuación, el caos y desastre es total. En el momento de la tragedia lo que busca una persona es alguien que le ayude y si algo tenemos bueno es que tenemos una gran capacidad de intervenir donde no hay nada, porque lo tenemos todo incorporado. Y la mirada de agradecimiento no se olvida.

-¿Se sienten reconocidos por la sociedad?

-Yo creo que sí, y más ahora con todos los desastres que hay, desgraciadamente.

-¿Las nuevas generaciones se plantean pertenecer a las Fuerzas Armadas como salida profesional?

-Es una profesión de vocación, porque es muy exigente y no se gana mucho. Solemos estar los últimos en las encuestas de valoración de las profesiones, siempre encabezadas por los bomberos y los médicos. Pero ahora hay mucho paro y se ve como una salida con posibilidades, además que llena personalmente. Hace años tuvimos que ir a Sudamérica o el norte de África para regenerar las filas, pero ahora ser mileurista no está nada mal visto.

-Con todo este escenario internacional, ¿puede haber lugar para la esperanza?

-Los militares, hablando de conflictos exteriores, se dividen entre realistas e idealistas, y yo pertenezco al segundo grupo. Todo el progreso y la historia humana ha sido complicada, llena de golpes, pero siempre ha salido reforzada, así que creo que superaremos esto e incluso llegaremos a colonizar planetas. Estoy convencido de que nunca nos derrotarán aquellos que quieren hacernos daño.