Su vida ha sido intensa, errante y, sobre todo, muy feliz. Natural de un pequeño pueblo como es Cozcurrita y criada entre ovejas y vacas, a la zamorana Micaela Santos le aguardaba tras su cuna un futuro a caballo entre Barcelona, París, Roma y Brasil. Hoy cuenta su vida desde la residencia San Torcuato de Villaralbo, donde vive desde hace casi dos años llegada directamente desde París a consecuencia de sus problemas de salud.

Mientras pasea por los jardines del centro asistencial con coquetería y la elegancia escrita en su rostro, insiste en que "los seres humanos vivimos mucho de los recuerdos". Entre ellos, el lugar más especial lo ocupa el actor y director italiano Vittorio de Sica. Ella fue su asistente personal durante más de una década y con él compartió éxitos, secretos y lo más íntimo del ser humano: su muerte. El artista fue una de las figuras clave del movimiento cinematográfico conocido como el neorrealismo italiano, al que contribuyó con las películas "El limpiabotas" o "El ladrón de bicicletas".

Micaela Santos arrancó su oficio como asistenta en Barcelona, al servicio de una sobrina del entonces obispo de la ciudad. De ahí, dio el salto a París, ciudad que le encandiló, para servir a la familia de Giscard d´Estaing, el presidente de la República francesa de la época y muy conocido por su apoyo al federalismo europeo. Fue entonces cuando conoció a la mujer del actor italiano De Sica, que le ofreció la posibilidad de viajar a Roma para servir al gran cinematógrafo.

Reacia a abandonar su querida ciudad parisina por la capital italiana, Micaela echó un órdago: "Si me dan el doble de sueldo que ahora gano, me voy a Italia". Y, contra todo pronóstico, "aceptaron la petición". Con su traslado a Roma vivió su primer viaje en avión y comenzó una década al lado de De Sica: "Era un fumador empedernido, pero adorable, amable, encantador... al final de su vida solo comía si era yo la que le cocinaba y prometí que no le dejaría cuando me confesó que estaba muy enfermo". Así lo hizo: "Permanecí con él hasta el final". Junto al director vivió "los diez mejores años de mi vida" y tuvo la oportunidad de conocer a algunos de los mejores actores de la época. Entre ellos, a Sofía Loren, una mujer "muy alta, con una casa preciosa y con unos aires de grandeza enormes, solo De Sica fue capaz de dominarla y lanzarla al estrellato porque hasta entonces solo hacía papeles muy ordinarios". Asegura que "era menos bella de lo que parecía por televisión" y que le llamaban "la piel de zanahoria".

Toda su vida ha estado al servicio de los demás, de ahí que el matrimonio nunca entrara en sus planes. Su educación religiosa y, sobre todo, sus ansias de libertad, le llevaron a elegir una vida donde el amor ha estado siempre en segundo plano. Precisamente en la residencia San Torcuato de Villaralbo se reencontró hace muy poco con su primer amor de la adolescencia. "Cosas de chiquillos", bromea.

En su habitación en la residencia de Villaralbo, rodeada de sus libros -hasta en catalán- y siempre con Cozcurrita en su corazón, Micaela habla de su pasado y existencia con serenidad, recato y cierta nostalgia desde el horizonte de sus 85 años: "Me han querido mucho, quizá más de lo que nunca merecí", puntualiza. Y es que la humildad es otro de sus valores.