La zamorana Patricia Peral, que firma como Keiko McCartney, acaba de publicar su primer libro titulado "Y apretó el gatillo".

-¿Cómo comienza a escribir?

-Una vez procesadas las vivencias de mi vida, ya sean positivas o negativas, con personas cercanas o totalmente desconocidas, me pongo a relatar cuando creo que el flujo de conciencia ha asimilado el hecho de que algo ha pasado y, por lo tanto, que puede ser escrito. Me baso, casi siempre, en el recuerdo. Es mi manera de narrar desde siempre.

-¿Se ha centrado siempre en los relatos o ha cultivado otros géneros?

-Siempre he sido de prosa y ensayo, aunque últimamente me estoy centrando en la prosa lírica y en diarios.

-¿Qué le mueve a publicar "Y apretó el gatillo"?

-Para ser sincera, "Y apretó el gatillo" no fue producto de una idea inicial. Cuando yo hablé con Elena, mi editora en "Argonautas", le dije que no sabía cómo podía dar forma a lo que ella consideraba un buen proyecto. Me dijo "tus cuentos merecen mucho la pena, creo que podríamos hacer algo de provecho con ellos, contar una verdadera historia a través de muchas". Tras algunos correos, algunas reflexiones, surgió lo que es la idea de "Y apretó el gatillo", un pequeño libro de cuentos que recorre la infancia hasta llegar a la vejez.

-¿Por qué la preocupación por las distintas fases de la existencia?

-Las inquietudes del hombre siempre me han parecido un buen tema para reflexionar. No nos damos cuenta de todo lo que ha pasado por nuestra vida hasta que lo echamos de menos. Es como un vaya, todo esto me ha llevado hasta aquí, pero ahora ya no lo tengo y entonces anhelamos. Confieso que soy una persona que siempre tiene en boca "me acuerdo de..." porque añorar hace del presente, al menos del mío, un punto de inflexión.

-¿Es su primer libro?

-Sí, lo es. Hasta ahora jamás antes había publicado ni tampoco había hecho algo tan sólido.

-El volumen lo integran una serie amplia de relatos cortos. ¿Qué ha sido antes la idea de un libro de relatos cortos o bien la existencia de unos relatos que has unido en un todo?

-Es la existencia de unos relatos que he unido en un todo. En realidad surgió la idea de estructurar una serie de relatos, en realidad son escenas, que ya había escrito, más los que tenía en mente, en un cuerpo. Elena me comentó que escribía mucho sobre el ser humano en sus distintas fases y edades, y que podríamos hacer con ello algo al respecto. Y así fue.

-Las historias son muy dispares ¿cómo surgen? ¿Son fruto de su imaginación, se le ocurren al leer algo, son autobiográficos??

-Es un poco todo lo que has dicho. Las películas, las situaciones cotidianas, las experiencias e incluso las cosas que salen en las noticias, muchas veces son temas inconscientes que más tarde desarrollo en forma de relato breve. Por ejemplo, el monólogo "Y apretó el gatillo (secreto de confesión" que da nombre al libro, está basado en los crímenes que suceden en América, cuando un ciudadano, sin ton ni son, se empieza a cargar a gente a tiros. Escribo las ideas hasta donde me parece y después de darles un final, las dejo como quedan. Para mí lo espontáneo es lo primordial y no rebusco una introducción ni un nudo ni un desenlace. Simplemente escribo como lo siento y veo hasta que dejo de sentir y ver.

-Escribe en primera persona ¿por qué motivo?

-Supone más veracidad y cercanía, me siento más cómoda que en tercera persona.

-¿Qué supone la escritura para usted?

-Psicología. Es mi psicóloga particular. Escribo cuando algo va bien y cuando algo va mal. Lo necesito, es como una droga, sin ella estaría perdida.

-¿Tiene más proyectos literarios en estos momentos?

-Ahora mismo estoy trabajando en un proyecto mucho más personal, alejado de la ficción y los cuentos. Para él, me baso en lo que estoy viviendo actualmente en Alemania. Escribo sobre la inmigración, el mal del joven actual, el capitalismo o el machismo... todo lo que voy experimentando.

-¿Por qué firma con un seudónimo?

-Empecé a usar el nombre de Keiko tras haber escrito un pequeño relato a unos 15, donde una de las protagonistas se llamaba así. Siempre me ha gustado la cultura japonesa, así que me pareció un nombre original para firmar en las redes sociales como protección de identidad. Poco a poco la gente de mi entorno me empezó a llamar así, y yo me acostumbré. Creé un personaje que más tarde se convirtió en una especie de alter ego. Cuando comencé a tomarme la fotografía más en serio, adquirí el apellido McCartney por la época beatlemaníaca por la que pasaba entonces.