La vida es un viaje. Algunos seres humanos transitan por el mundo obsesionados por la búsqueda de la belleza.

Esta pretensión es tan poco habitual que, como todo lo extraordinario, genera confusiones.

Raúl Prieto ha dedicado muchas horas de su vida a profundizar en las razones que provocan la atracción. Solo le interesaba lo emocionante. Su amor por el arte tenía como principal brújula su sensibilidad y su intuición. Sus colecciones son en cierto modo la expresión de su personalidad, de su manera de ser y de sentir.

La admiración por la pintura le impulsó a la construcción del Centro de Arte Cirac, en el que se unía a la restauración de un conjunto extraordinario de edificaciones del Casco Histórico la creación de un espacio expositivo inolvidable. Un espacio en el que su laberíntica estructura funcional provocaba constantes sorpresas. En sus paredes la ciudad pudo disfrutar de muestras formidables de José María Mezquita, Félix de la Concha, Enrique Brinkmann, Carmen Pinart, entre otros.

Raúl, siempre con el ojo avizor, nos sorprendía con hallazgos de artistas prometedores o contribuía al resurgir de otros no siempre bien valorados en la su época.

Su preocupación por descubrir objetos o artistas le condujo a transitar por mil y un caminos.

Todo le interesaba, la indumentaria, las joyas, los carteles, los libros, las fotografías, todo?, pero con una sola condición que siempre cribaba sus adquisiciones, la calidad.

Durante toda su vida, Zamora fue una de sus principales preocupaciones, desde su posición ensimismada y aparentemente ausente, a los que tenemos la suerte de ser sus amigos, nos transmitía permanentemente su preocupación por la ciudad.

Fruto de esa preocupación (y no siempre bien entendida), fue la adquisición de edificios singulares, que en muchos casos fueron restaurados cuidadosamente, sin mas ánimo que el de salvarlos de su inexorable destrucción. Ejemplo de esta actitud es la reconstrucción de La Casa de los Gigantes, la restauración del edificio situado en la esquina entre las calles Viriato y San Andrés, El Centro Cirac en la Rúa de los Notarios, las edificaciones del callejón del Troncoso...

La recopilación y restauración de interesantísimos archivos fotográficos, actualmente depositados en la Filmoteca de Castilla y León, así como la conformación y protección de una completa biblioteca de asuntos zamoranos, constituye una importantísima aportación histórica y cultural.

Con Raúl perdemos, pierde la ciudad, a una persona que, desde una posición discreta y silenciosa, ha contribuido, durante muchos años de su vida, a salvaguardar una parte importante de nuestro patrimonio.

Ojalá que todo su esfuerzo no haya sido en vano y que nuestra ciudad pueda disfrutar de los beneficiosos efectos de su sensibilidad.

Que su trabajo incesante por salvar objetos que construyen nuestra memoria nos sean útiles. Que reconozcamos su esfuerzo y comprendamos que sin su protección y como consecuencia de su debilidad y el desinterés que suscitan, hoy ya no existirían.

Ojalá que su colección extraordinaria de obras de arte, pueda ser contemplada para el disfrute de todos como homenaje póstumo a su memoria, como agradecimiento a una actitud.