La restauración de la Custodia de la Catedral de Toledo es un relato cargado de historia, un viaje en el tiempo a la apasionante época de los Reyes Católicos. Finales del siglo XV. Isabel de Castilla encarga la confección de una pieza de oro al orfebre Jaume Aimeric, quien termina la obra en 1499. No es una custodia cualquiera. Ocupará un lugar de privilegio en el oratorio privado de la reina más poderosa del momento, mecenas del descubrimiento del Nuevo Mundo, de donde precisamente regresaban barcos cargados de oro. Para su infortunio, Isabel morirá solo cinco años más tarde (1504) y apenas tendrá tiempo para disfrutar de su joya. El cardenal Cisneros, confesor particular de la monarca convence al Cabildo de la Catedral Primada de la compra del ostensorio, que será completada con otra de plata, encargada al prestigioso artesano Enrique de Arfe.

El trabajo de orfebrería más importante del país será custodiado en la cámara del tesoro de la Catedral y solo dejará su "caja fuerte" cada día del Corpus, la festividad más importante de Toledo, donde se convertirá en el centro de todas las miradas. En estos cinco siglos, el conjunto solo ha dejado su "casa" en otras dos ocasiones más. Durante la Guerra de la Independencia fue trasladada a Cádiz para que su brillo no llegara a ojos de los franceses. En 2011, con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud, viajó a Madrid en la visita del papa Benedicto XVI.

Ocurre que el tiempo pasa para todo. En estos siglos, la Custodia ha ido perdiendo brillo por la suciedad y la sulfuración de la plata. La intervención más reciente añadió de forma involuntaria un tono rojizo que ha apresurado la necesidad de una nueva restauración. Y allí, como guardianes de la pieza más importante de la Catedral de Toledo, dos zamoranos se han encargado de devolver el brillo a un conjunto único en la península y en Europa. "No hay otra pieza tan antigua y de tanta calidad como esta", confirma el zamorano Manuel Jiménez, quien ha compartido esta aventura profesional con Adriana Vaquero, cuya familia es original de Tierra del Vino.

El reto comenzó el verano pasado, tras la fiesta del Corpus. El Cabildo encargó a la empresa Talleres de Arte Granda un estudio sobre el estado de conservación de la joya toledana y un proyecto para su recuperación, bajo la supervisión del Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE). En octubre comenzó una operación compleja llena de curiosidades y alguna que otra sorpresa.

Como la principal condición puesta por los propietarios: la Custodia no podría abandonar los muros de la Catedral durante el proceso. Pero, ¿cuál es el lugar de trabajo elegido? "No podemos decirlo", se sincera Manuel Jiménez. Ese silencio forma parte de las medidas de seguridad adoptadas por el Cabildo. El elevado valor del ostensorio conlleva incluso que los propios restauradores trabajen bajo vigilancia de cuatro cámaras, que apuntan su objetivo a cada rincón de la misteriosa sala de trabajo las 24 horas del día.

La segunda de las curiosidades es la arquitectura de la propia obra. ¿Quién se atrevería a desmontar los centenares de piezas que componen la creación de orfebrería más importante de la Historia? «Lo que hicimos fue seguir las instrucciones que Vicente Salinas dejó escritas en el siglo XVI», revela Jiménez. Los documentos establecían, no solo cómo desmontar los componentes, sino también de qué manera almacenarlos para el posterior proceso de ensamblaje. «Tal y como dijo Salinas, hemos utilizado muebles con distintas cajoneras para guardar las piezas con su fotografía», detalla el restaurador. ¿Y acertaba Salinas? «Sí, con alguna variación producida por las diferentes intervenciones practicadas», responde Manuel Jiménez.

Actualmente, el proceso está en la fase del montaje. «Lo que más tiempo nos ha llevado ha sido la limpieza, eliminar la sulfuración de la plata y la capa rojiza. El estado estructural era bueno y las piezas afectadas por roturas han sido soldadas con láser, un sistema que no calienta la pieza y permite conservar el baño de plata», explica el restaurador zamorano. Un platero ha apoyado el equipo en la elaboración de tuercas perdidas o para enderezar algunas estructuras desviadas por el uso del carro durante la celebración del Corpus Christi.

La labor, como toda restauración, ha deparado un par de sorpresas. La primera: la custodia de plata funciona como «un mecano», con un sistema de pestañas y pasadores que «cualquiera puede entender». «En la de oro, hemos encontrado una técnica de esmaltes tan delicada como desconocida». Manuel Jiménez detalla que los autores iban «aplicando hilos de oro y haciendo dibujos con hilos de oro».

Lo que verán los toledanos el próximo Corpus será el mismo esplendor que fortaleció la fe de la reina Isabel de Castilla en su oratorio privado. Y no es para menos. La Custodia chica mide un metro de altura y está compuesta por 16 kilos de oro macizo. El resultado, que será presentado las próximas semanas en la Catedral, ha convencido al Cabildo tanto como el estudio practicado por el Instituto Gemológico Español, que ha certificado que las piedras preciosas son, en efecto, auténticas.

Dice el dicho que tres días brillan más que el sol. Uno de ellos es el jueves del Corpus Christi. Y a fe que, tal y como explican los restauradores, el próximo la Custodia de Isabel será la que más brille en Toledo.