Fue un largo temblor que afectó a las provincias costeras de Esmeraldas y Manabí, donde el seísmo devastó las ciudades de Manta, Portoviejo, Pedernales y Cojimíes. En Ecuador, país asentado sobre placas tectónicas en continuo desplazamiento, el movimiento llegó a todas partes. "Fue más largo que otras veces", precisa la zamorana Lara Santamaría, periodista que vive en Quito desde hace dos años. "Los ecuatorianos que vivimos en España nos preocupamos muchísimo, porque no podíamos contactar con nuestros familiares allá", explica, aún nerviosa, Silvia Contreras, inmigrante ecuatoriana afincada en Zamora cuya familia es natural de Manabí. "Afortunadamente, mis padres y mis dos hermanos estaban bien", confirma.

Pasado el susto -mientras decenas de réplicas del terremoto no paran de repetirse- llega el momento de la solidaridad. "Quito está lejos de la zona afectada y aquí, más que miedo, lo que se percibe es la solidaridad y la compasión de los ecuatorianos", explica Lara, quien detalla que bancos y centros comerciales recogen ropa y víveres para trasladarlos a la costa noroeste, donde las personas que todavía se encuentran atrapadas entre los escombros se suman a las, al menos, 350 personas fallecidas, y varios miles de heridos.

A los problemas de supervivencia hay que añadir las dificultades de comunicación y la información confusa, avivada por miles de voces en las redes sociales. "La tarde del terremoto, la televisión pública no cambió la programación", expone Lara Santamaría como ejemplo de la falta de datos. "La situación fue dramática porque entre ellos no se pueden comunicar. Uno de mis dos hermanos, militar que participa en las tareas de rescate, me llamó enseguida y pude tranquilizarme", asegura la ecuatoriana Silvia Contreras quien, sin embargo, reconoce que "llevo dos días sin dormir porque sé que allí se suceden las réplicas".

La solidaridad ha alcanzado muchos lugares del planeta. Cáritas de Zamora recaba fondos para enviar la organización en Ecuador como respuesta de emergencia. La organización dependiente de la Iglesia ha enviado ya 100.000 euros para contribuir a las tareas de salvamento y amparar a los damnificados. Bajo el nombre "Cáritas con Ecuador", la institución llama a los zamoranos a colaborar con la causa a través de cuentas bancarias en las principales entidades.

Por su parte, Silvia Contreras y otro grupo de compatriotas no se conforman con esperar al otro lado del Atlántico mientras la situación se estabiliza. "Queremos reunir ropa y comida para enviarla allá, pero no sabemos cómo enviarla", explica. La ayuda recabada en estos días por organizaciones de todo el mundo se unirá a los 300 millones de dólares movilizados por el Ejecutivo del presidente Rafael Correa.

El seísmo es ahora una dificultad sobrevenida en Ecuador. "La gente piensa que Ecuador es un país subdesarrollado y no es así, aunque sí es cierto que hay pobreza y el sistema sanitario, por ejemplo, te obliga a tener un seguro privado", explica la zamorana Lara. "La clase media está diluida y existe una enorme diferencia entre los estratos más altos y los más bajos", detalla. Santamaría pone ejemplos para ayudar a entender la vida en el país ecuatoriano: el salario medio es de 300 dólares y la vida, en general, no es demasiado cara, salvo "si quieres vivir en el centro de Quito, donde un apartamento puede costar quinientos dólares mensuales". La otra cara de la moneda está en el turismo. La zona afectada, Esmeraldas, es punto de recepción turística. "No son playas paradisiacas, pero sí son bonitas. Hay muchos turistas porque venir aquí es barato: puedes dormir en un hotel por quince dólares y comer una langosta por diez", detalla. De ahí que muchos damnificados por el seísmo hayan sido, precisamente, turistas.

Tras dos años de aventura en Ecuador, Lara Santamaría reconoce que "he tenido mala suerte, porque entraron a robar a mi apartamento y se lo llevaron todo" y asume que "uno de los grandes problemas en Ecuador es la delincuencia", pero destaca que "es un país en el que, con 27 años, me han ofrecido oportunidades que en España nunca encontraré". Por su parte, Silvia Contreras dice solo echar de menos "a mi familia". "Llega un momento en que no sabes ya de dónde eres, pero sí es cierto que en Zamora estamos muy a gusto y, al menos, tenemos comida y un techo bajo el que dormir".