Desmitificar al lobo es una motivación en la zamorana Sierra de la Culebra, donde empresarios turísticos, ganaderos y responsables de la gestión de la especie esgrimen la profunda convicción de que es posible "cambiar el cuento". Se trata de la comarca lobera por excelencia y la meca del turismo relacionado con el animal más enigmático de la fauna ibérica, y por eso aquí todo gira en torno a su leyenda y a su ecología.

Según el primer censo a nivel nacional auspiciado por el Grupo de Trabajo del Lobo, correspondiente al periodo 2012-2014, se estima que en España habitan 297 manadas, 179 de ellas en Castilla y León, con unos 1.600 ejemplares, el 20 por ciento más que hace diez años, y de éstas 152 grupos se centrarían en el entorno de la Culebra.

Lo paradójico es que siendo la zona, junto a Picos de Europa, con mayor densidad de lobos, la conflictividad es mínima; la cultura lobera, forjada gracias al profundo conocimiento de las costumbres del animal, la vigilancia, el uso de mastines como prevención y el encierro nocturno del ganado, ha minimizado hasta casi cero los ataques.

Alberto Fernández es ganadero, cuida de 1.500 ovejas y en sólo una ocasión el lobo se acercó a su rebaño e hirió a una cordera. "Mi seguro son mis once mastines", asegura, aunque reconoce que esta medida le cuesta cerca de 4.000 euros al año.

El lobo no es el enemigo de Alberto, "es parte del ecosistema y hay que aprender a convivir con él", aunque la administración "tendría que incentivar el uso de mastines" y compensar a los ganaderos que usen un método que ahorra pagar indemnizaciones por ataques y ayuda a conservar la especie.

En su opinión, los ganaderos del sur del Duero, donde sí existe conflicto por la presencia y ataques de lobos, "no sabían lo que era el lobo, no estaban acostumbrados a su presencia y era normal que dejaran a las ovejas solas en el monte y no invirtieran en mastines". Sin embargo, en Sanabria quien tiene ovejas sabe cómo enfrentarse al lobo porque nunca ha dejado de convivir con él, como asegura en declaraciones a "Efe" Javier Talegón, biólogo de profesión y "lobero" por pasión.

"La solución es invertir de oficio en prevención, es la única forma de hacer compatible de forma elegante y moderna la convivencia entre lobos y humanos", señala, y en la Sierra de la Culebra "el lobo es un inconveniente más, como el granizo, como la tormenta, te puede matar una oveja puntualmente, pero no es un problema real".

Lo sabe bien porque lleva más de 20 años en la Culebra, los últimos nueve organizando actividades de ecoturismo centradas en el lobo, o Llobu, como ha llamado a su empresa. "Siempre digo que la Sierra de la Culebra es el único sitio de España donde puedes ir a un bar y hablar de lobos sin que nadie te mire mal", señala.

En esta zona periférica tan castigada por el éxodo rural, el lobo se ha convertido en sinónimo de riqueza y hoy numerosos alojamientos, restaurantes y empresas de ecoturismo viven de él; "estamos en el epicentro del turismo lobero", que, según sus datos, en el año 2012 dejó en la comarca casi medio millón de euros y supuso el 90 por ciento de las reservas en algunos alojamientos.

De hecho, los clientes de Llobu dejaron en la provincia en solo ocho meses casi 35.000 euros, pero además Javier está convencido de que este tipo de turismo puede ser también una herramienta de conservación si se hace de manera ordenada, regulada y profesionalizada.

"El turismo de naturaleza ha crecido a más velocidad que el convencional, pero puede suponer un problema de conservación para la especie, pues la presencia de personas puede generar molestias o habituaciones, que les delatemos y se desplacen a otras zonas".

En su opinión, "hay que saber hacer las cosas, hacer avistamientos con grupos pequeños, distancias largas y divulgar, que la gente se lleve un montón de mensajes de conservación".

Por eso, valora iniciativas como el Centro del Lobo, que hace de la educación ambiental su bandera y la herramienta imprescindible para comprender a una especie que aquí es, además de ciencia y símbolo de fauna salvaje, cultura.

Situado en la localidad de Robledo, el centro, gestionado por la Junta de Castilla y León a través de la Fundación Patrimonio Natural, es un espacio de referencia para la recuperación de lobos salvajes heridos, enfermos y/o decomisados, y el mejor complemento al difícil avistamiento de animales en libertad. Nueve ejemplares viven en semilibertad en 21 hectáreas, donde "se puede llegar a conocer su biología, su ecología, la cultura y las relaciones entre humanos y lobos en su hábitat natural", explica María José Rodríguez, técnico de la Fundación Patrimonio Natural, quien comprueba a diario cómo el visitante se queda "totalmente fascinado".

Y es que, según Jesús Palacios, director del centro, el lobo es un reclamo turístico "de primera división".