Volcada de lleno en la presentación de su último libro, "Roma Año Santo", la veterana periodista Paloma Gómez Borrero defiende la figura de Benedicto XVI, "gran incomprendido", reconoce su debilidad por Juan Pablo II y apuesta por los cambios propuestos por Francisco I en El Vaticano, "aunque deben ir poco a poco".

-Su nuevo libro está concebido para este Año Santo de la Misericordia, ¿qué aporta el tener al papa Francisco I al frente?

-Nada especial, porque ha habido muchos otros años santos en los que el perdón también ha estado presente. Lo que pasa es que este es un papa de gestos y de conocer muy bien a la gente y a las periferias al mundo por su experiencia en Argentina. Todo esto lo está trasladando a su papado.

-¿Esos cambios ya son visibles en la curia romana?

-Todavía no, pero lo que ya ha imprimido es un deseo de cambio, un estudio de esa reforma que no es nada sencilla. Tiene que ir con mucha prudencia, porque El Vaticano ya de por sí camina con pies de plomo, tiene muchos siglos a sus espaldas. Y si se quiere hacer algo bien, no se puede tener prisa.

-¿De alguna manera el papado se ha humanizado con la figura de Francisco I?

-Puede que lo haya acercado más, pero esa misión la comenzó ya Juan Pablo II. Con él, la cúpula de San Pedro dejó de ser el telón de fondo y tanto Benedicto como ahora Francisco están siguiendo ese papado itinerante. Pero quien crea las Juventudes Marianas Vicencianas y los encuentros de las familias, sabiendo que son la célula de una sociedad, fue Juan Pablo II. En esa línea han seguido los siguientes papas, así que no existen las novedades revolucionarias.

- Personalmente, ¿qué es lo que destacaría del nuevo papa?

-Para nosotros es muy importante el hecho de entenderlo, el que pueda improvisar en nuestra lengua. Eso le hace mucho más simpático y divertido. Además, él es de llamar al pan, pan y al vino, vino y eso hace que sea para nosotros mucho más atractivo.

-¿Cuál sería el frente abierto más grave que tiene?

-El frente más horrible que tiene hoy el mundo, que es el terrorismo, que para mí es la Tercera Guerra Mundial. Siempre hemos tenido guerra de unos contra otros, con armas, sabiendo dónde está el enemigo y dónde van a bombardear. Pero con este terrorismo estamos indefensos, todos somos víctimas potenciales y en momentos que ni podemos imaginar. Esa guerra es también psicológica, porque han creado el terror de ir en metro, montar en un avión o ir a unos grandes almacenes.

-¿Ese tipo de terrorismo es la lacra del siglo XXI?

-El terrorismo, según dijo Juan Pablo II, es una espiral sin retorno. El odio solo genera más odio y sobre todo violencia. Y es lo que estamos viviendo ahora mismo.

-¿Es más grave cuando está fundamentado en una religión?

-Es que no hay nada más cruel y terrible que las guerras de religión, lo hemos visto a lo largo de la historia. En nombre de ningún dios se puede matar. Es algo inconcebible, porque Dios es amor, se llame Alá, Jehová o como sea. Una religión nunca puede llevar al odio, es algo incongruente.

-¿Por dónde pasa la posible solución?

-Yo creo que lo hay que facilitar es un diálogo entre religiones, sobre todo aquellas que tienen un solo dios, entre judíos, musulmanes y cristianos. Que dialoguen, porque existe un Islam moderado y con ese se puede hablar. Con el otro es imposible.

-A ese grave problema se une ahora el de los refugiados en Europa.

-Están invadiendo Europa y en Europa falta una globalización de la caridad y de la solidaridad. Por otro lado, muchos piensan que si no hay trabajo para los que ya viven en un país, cómo se va a dar un futuro a otros. Hay ese contraste que en algunos se traduce en rechazar a esta gente, sin pensar en que hay que ser un buen samaritano. Es un mundo de contradicciones, muy difícil e inquieto. Pero hay que comprender también que hay que perder todos un poco, dejar de ser tan egoístas para llegar a cambiar las cosas.

-¿Qué opina del papel de los gobiernos ante esta situación?

-Es inadmisible que no se pongan las pilas con este problema, porque no pueden pedir a cada familia que acoja a otras. Hay que tener una política de todos, grandes y pequeños, pero de los gobiernos. Ellos tienen que intervenir. La gente no huye de sus casas y de sus patrias por voluntad propia, tienes que darles paz en sus países, además de trabajo y seguridad. Y eso es algo que no puede hacer el ciudadano. Podemos ayudar enviando dinero, pero los gobiernos deben cumplir con sus obligaciones. Y Francisco I considera esta situación una vergüenza y algo inadmisible.

-¿Qué le parece la actitud que ha tomado el papa con temas tan sensibles como el de los abusos de menores por parte de miembros de la Iglesia?

-Como en otros aspectos, resulta que el más duro en este tema ha sido Benedicto XVI. En su viaje a Estados Unidos dijo ya que la pederastia era un crimen atroz y que quien lo cometía, sobre todo si era hombre de la Iglesia, que era mucho más grave, se tendría que poner una piedra al cuello y tirarse al mar. Aunque en el tribunal de Dios serían juzgados, y durísimamente, tendría que ser juzgados en el banquillo de la Tierra y pagar por ese crimen. El que estuvo con las víctimas, rezó y lloró con ellas, fue Benedicto en América, Australia, Malta, Roma? La carta pidiendo perdón por ese crimen atroz, donde el papa se avergüenza en nombre de la Iglesia de esos actos, es Benedicto, cuando escribe a los católicos irlandeses. Una misiva de perdón llena de humildad y con la vergüenza por quienes habían cometido esos pecados.

-¿No se ha entendido quizá del todo la trayectoria de Benedicto XVI?

-Ha sido un papa incomprendido. Se le está entendiendo más ahora. Desde el día que nos dejó la gente empezó a comprender que para hacer lo que hizo se necesitaba humildad y valentía. Tuvo mucho valor, porque pocos dejan el puesto cuando saben lo que hay que hacer y no se tienen fuerzas para seguir.

-Desde su experiencia profesional y su cercanía al Vaticano, ¿qué papa le ha impresionado más?

-Personalmente, Juan Pablo II, porque fueron 27 años y medio siguiéndole. Una vez le dije que le había visto nacer, de papa, porque estaba allí cuando se celebró el cónclave. Nos recibió a los periodistas y fue muy graciosa porque empezó a hablar con nosotros, cosa que no había hecho antes ningún papa, y de repente se acercó a mí y le dije en italiano que si hablaba español y me contestó que no, pero que le había prometido a los cardenales españoles que lo iba a aprender. A Benedicto le conocí de cardenal, en varias entrevistas. Es de lo más sencillo y cordial y creo que no se le conoce realmente.

-¿Por qué cree que se le recuerda a usted después de tantos años como corresponsal en Roma de TVE?

-Quizá por la manera de contar las cosas. Lo intenté hacer muy sencillo para que la gente conociera al papa. Me he parado mucho en la anécdota, porque es lo que te hace conocer a la persona, porque si no el Vaticano es un tema muy árido el Vaticano, en cuanto a doctrina. Entre cuadros, documentos y encíclicas no es que sea precisamente muy divertido. Tienes que buscar el lado humano de la persona y la anécdota en lo que estás contando.

-¿Es complicado hacer información sobre El Vaticano?

-Sobre todo porque es una institución que impone, pero también porque tienes que saber interpretar los silencios y tener muchas fuentes que nunca podrás revelar.

-Está ahora volcada en su faceta de escritora, pero sigue al pie de la actualidad con "Amigas y conocidas", de TVE. ¿Qué opina de la situación política actual?

-Es una situación gravísima, donde los políticos están pensando muy poco en el pueblo y mucho más en el partido e incluso en cada uno de ellos. Con esa proyección que tienen tan egoísta no le veo salida clara a esta situación política que estamos atravesando. Habrá una al final, seguro, pero no será ni digna ni pensando en el bien del pueblo español.

-¿Serían en este caso los italianos un buen ejemplo a seguir?

-En la cuestión del compromiso, de la alianza y del diálogo, por supuesto que sí. El arte del compromiso en Italia es bien conocido y ahí está la famosa frase del compromiso histórico en una época impensable pronunciada por Aldo Moro, gran estadista, quien habló de ella entre Democracia Cristiana y el partido comunista. Dijo aquello de que "hay que llegar a encontrar las convergencias paralelas". Nuestros políticos actuales tienen mucho más egoísmo y carecen de una visión tan amplia, más abierta, una visión nacional.

-¿Somos más diferentes de lo que pensamos?

-En grandes cosas, españoles e italianos somos iguales, pero creo que fue Giulio Andreotti quien me comentó que la gran diferencia es que a los españoles nos falta el "ni", es decir, un poquito de no con un poquito de sí.