-¿La juventud es un impedimento para hacerse un hueco en el mundo gastronómico?

-En cierto sentido se puede decir que es muy complicado, ya que siempre nos toca demostrar todo. Además, muchas veces, cuando te dan un lugar destacado es difícil que alguien crea en ti mismo tan solo por ser joven. Y es un error, ya que tanto yo como aquellos que se encuentran detrás vienen con todas las ganas del mundo. La cocina no debe ser cerrada a ellos, ya que seguramente aporten técnicas y maneras de hacer las cosas, siempre teniendo unas bases claras y firmes, diferentes a lo que se conoce. Considero que la cocina debe ser un intercambio de culturas y de formas de cocinar, de ideas y de modos de trabajar. En este sentido, todos debemos de enriquecernos con algo que nos aporta la tierra, el entorno, porque además cada uno tiene una visión diferente y no por ello es menos importante, sino que es enriquecedora de todas las maneras. Yo personalmente soy el primero que me encanta estar con ellos, acercarme a la escuela de hostelería y contarles aquello que vivirán fuera, aquello que esta profesión les va a regalar y, sobre todo, quiero que sepan que la cocina, aunque sea dura, a la vez es también muy gratificante. Por eso deben mostrar a sus comensales aquello que sienten por este mundo gastronómico a través de sus creaciones.